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miércoles, 8 de junio de 2016

Virus de verano

   El día parecía querer llevarle la contraria a lo que yo estaba sintiendo dentro de mi cuerpo. El sabor extraño en mi boca contrastaba con el sol brillante y la alta temperatura que hacía. Solo sacar la mano por la ventana era suficiente para darse cuenta que el verano había llegado y que no había manera alguna de ignorarlo. Por fin se podía disfrutar el sol, ir a la playa y usar menos ropa, lo que para mí siempre ha significado estar más cómodo.

 Pero el sabor en mi boca se transformó en dolor y entonces me di cuenta que era el ser más miserable que había. Tenía algún virus, alguna de esas estúpidas enfermedades pasajeros que siempre tienen que aterrizar en mi cuerpo, tal vez porque es débil y no tiene como defenderse.

 Como bien y hago ejercicio pero al parecer eso no es suficiente. Al parecer algo estoy haciendo mal porque esto ya ha pasado antes. Este dolor de cuerpo tan horrible, esta sensación de que si me muevo demasiado se me van a romper los huesos. Por eso ese día, apenas abrí los ojos, no me moví casi. Era como si me hubiera pateado varias veces en el suelo, como si hubiera perdido una pelea de esas que, menos mal, ya casi no hoy.

 Ese extraño sabor en la boca y yo nos quedamos en la cama. Ese sabor a enfermedad, a virus, a gérmenes, a todo lo que no sirve para nada en este mundo. Porque a mi, un hombre ya adulto, ¿de qué le sirve tener una gripa a cada rato o un virus de estos cada mes? Si mi cuerpo no aprendió a defenderse cuando era más joven, ahora mucho menos lo va a hacer. No tiene sentido tener que pasar por esto una y otra vez, como si fuera una lección que no he podido aprender.

 Y ahora el calor. ¡Que asco! Solo duermo con un cobertor y tengo que hacerlo a un lado y quitarme la poca ropa con la que duermo. Desnudo me da algo de escalofrío pero me siento mejor, más fresco. Ese pequeño movimiento me ha costado toda una vida y ahora me siento exhausto. Debí estirarme un poco más y así hubiera abierto la ventana. Pero de pronto fue bueno no hacerlo, porque los insectos ya se están alborotando por todas partes.

 Me quedé allí, mirando el techo. Me doy cuenta de algunas manchas y después me acuerdo que no me importa, que de todas maneras estaré fuera de aquí en menos de tres semanas y que alguien más tendrá que preocuparse por eso. Doy la vuelta, para quedar acostado boca abajo. Así es como me gusta dormir y creo que no tiene caso forzarme a levantarme. Es domingo y eso es lo bueno. Puedo quedarme desnudo en la cama todo el día si eso es lo que quiero porque el domingo se hizo para eso, para no hacer nada, para tomarlo con calma y darse un respiro al final de la semana.

 No entiendo como hay gente que hace cosas el domingo. Sean lo que sean esas cosas, no debería pasar. Entiendo querer ir a dar una vuelta o a comprar algo pero no hacer diligencias como tal o estar de un lado para otro como un trompo sin poder disfrutar ni un poco del único día en el que en verdad no hay porqué hacer absolutamente nada. No lo soporto. Aquí boca abajo, me doy cuenta que es lo mejor que puedo hacer para no tener que enfrentarme al hecho de que esto, sea virus o lo que sea, no se va a ir de la noche a la mañana.

 Otra vez paso saliva y otra vez duele, como si estuviera pasando fuego por mi garganta. La siento cerrada, como un embudo que encima se ha apretado más. ¡Y ese maldito sabor a enfermedad! Lo odio y condeno a lo que sea que me dio este virus. ¿Qué o quién sería? Porque puede haber sido cualquiera de las dos opciones. Al fin y al cabo la noche anterior estuve lejos de ser un santo, de ser el modelo perfecto de joven occidental.

 Aunque dudo que eso exista. Cada uno de nosotros tiene sus líos, sus cosas raras en la cabeza, y pues si yo estoy jodido hay otra gente que está peor. Eso creo yo al menos. No se puede uno poner a pensar que algunos están menos desequilibrados o más sanos en lo relativo al cerebro. Todos estamos un poco locos y el que no tenga algún rastro de locura es que hay que tenerle mucho cuidado. Es mejor tener de donde enloquecer.

 Tomo fuerzas para ponerme de pie y voy rápido a abrir la ventana. Estoy de vuelta en la cama en apenas unos segundos pero el viajecito ha sido suficiente para marearme. Siento que todo el mundo me da vueltas y trato de calmarme, de respirar con calma y de sentir ahora la brisa, la poca brisa, que entra por la ventana. ¡Daría yo el dinero que no tengo por una habitación con una ventana y una vista decente! No sé quién les dijo a esta gente que era algo humano hacer ventanas para adentro.

 Pero es lo que hay y me sirve para tratar de calmar lo mal que me siento. Siempre que me enfermo me siento muy mal, mi ánimo baja al piso y soy susceptible a cualquier cosa. Todo me da más duro: suele ponerme más nervioso, las cosas que normalmente me dan rabia me dan aún más rabia y quisiera matar y comer del muerto. También empiezo a mirarme más en el espejo y condeno a mi cuerpo por ser inservible. Se ha dejado meter otro gol.

 Vitaminas. Eso es lo que debería tomar. ¡Pero son tan caras! Para un estudiante no es algo sencillo tener que comprar cosas que se salen de lo normal, cosas que no son lo que uno compra todos los días en el supermercado. Hay que sobrevivir con los nutrientes que tiene la comida que uno compra y yo al menos cocino y trato de variar.

 Nunca compro preparado porque siento que no tiene el mismo sabor. Además, creo que cualquier ser humano que se respete debe saber cocinar medianamente bien. No se trata de si a uno le gusta o no. Se trata de poder sobrevivir una vez se haya salido del nido, una vez no haya nadie que le haga las cosas a uno. Puedo decir entonces que, al menos en ese sentido, no tengo porqué preocuparme. Cocino recetas varias y, a pesar de que puedo mejorar la presentación, siempre son platillos ricos y tan balanceados como me lo permite mi presupuesto.

 ¡Mierda! No quería toser pero lo hice y ahora siento como si un gato se hubiese resbalado por mi garganta, con las uñas bien extendidas. El dolor es horrible y me hace dar ganas de quedarme allí para siempre. Giro la cabeza un poco y caigo en cuenta que tengo una botella de agua no muy lejos. El agua en estos casos sirve de poco de nada pero al menos refresca un poco. Me estiró como puedo, todo el cuerpo en agonía, y tomo la botella. La abro tan hábilmente como puedo y tomo un sorbo.

 Está tibia. Es asqueroso tomarla así pero no hay de otra. Otro sorbo y le pongo la tapa. En la cocina, en la nevera mejor dicho, tengo jugo de naranja. Pero lo que me vendría mejor sería una limonada. No es que tenga una herida abierta en la garganta o algo parecido pero es lo que siempre me ha funcionado mejor para estos malditos casos de virus indeseables. Pero para tener limonada abría que hacer una de dos cosas: o ir a comprar limones a la tienda y hacer el jugo yo mismo o ir al súper, más lejos, y ver si tienen las limonada ya preparada.

 Francamente, no tengo ganas de hacer ninguna de las dos cosas. Prefiero quedarme aquí y ver si puedo sudar el virus. He decidido que hoy voy a estar todo el día desnudo y que además no me voy a bañar. No quiero moverme de mi cama para nada. Creo que hay galletas y otras cosas en el armario. Voy a comer eso y si acaso, si tengo el empuje, iré por agua fría o jugo de naranja a la nevera. Me parece una larga caminata con este dolor de pies, piernas y cintura, pero la opción existe.

 El estomago gruñe pero no sé si es hambre o es que el virus es estomacal. No he comida nada raro. Sí he comido algo que no como normalmente pero no era nada extraño y fue en un restaurante. No tiene cara de ser un lugar donde repartan virus a diestra y siniestra. En fin.


 Aquí me quedaré entonces, en esta cama que no es mía, sintiendo el viento en mi trasero y mi espalda, tratando de controlar la cantidad de saliva que trago y de movimientos del cuerpo. ¡Maldito sabor en la boca! ¡Maldito verano que no viene solo sino mal acompañado!

martes, 8 de diciembre de 2015

Today I'm sick

   Today I am sick. Today I feel awful and my environment is not helping at all. The guys I live with only know how to be gross and loud and that has always annoyed me. I mean, what has always annoyed me has been the fact that people are so oblivious of what they do and not do. People are sometimes disgusting but they don’t even realize it and me, as a person who claims to be clean and neat in general, I really don’t like it.

 Every single day those conversations in Arabic. Every fucking day. I don’t care where people are from; I couldn’t care less to be honest. But destiny had to put a person that talks in one of the most aggressive languages in the world just a window away from me. And, apparently, he speaks to every member of his family every single day of the year. That’s nice but couldn’t he do it in a lower volume and just type once in a while?

 Of course, people don’t have to live by what I feel or think but sometimes I know I’m right and I don’t need to test my theories because I simply know how to be a decent person. Other people are used to screaming, yelling whatever it is they want to communicate. I don’t. The only time I yell is when I’m desperate and I always do it with people I feel I know, not with a bunch of people I don’t really know nothing about.

 The same thing happens when I have to hear that same guy masturbate or do I don’t really know what. He’s apparently oblivious to the fact that he is really loud and that he has his window open every fucking day at every hour. The climate now is colder than some months ago. What is he thinking?

 I am sick but as in ill. My head hurts a lot, as if my brain had detached from the cranium and now it just moves around in there. My jaw also seems to pulsate with pain, my cheekbones and my throat. Passing saliva hurts a lot and I just want this to go away.

 I know this is my fault, I made it happen. I was silly enough to sleep one night with no socks or a t-shirt and that is suicide when temperatures can get very low at night. I assume all responsibility for getting this virus but I want to get rid of it too, I want to make it go away and feel good again. I hate to be sick and feel defenseless and confused.

 It hurts even more because I’m alone. There’s no one here to help, there’s no one who can even care about how I feel. I don’t have the things I need close to me because I am always distracted and never focused on what I should be focused. I miss them now, as I miss them very single day of my life. I miss my bed.

Damn it… My belly hurts now and I don’t even remember what I ate yesterday. Nothing “dangerous”, that I now off. But it hurts a lot and also does my back and my chest and, again, my throat. I think I just want to lay here in my bed for the rest of the day but I have a problem with that and it is the fact that I need to get out and by some medicine so this can go away quicker.

 Sadly, I don’t live in a normal place when pharmacies have delivery to your home or even online service. No, apparently the XXIst century hasn’t reached this so-called “first world country”. Which, in many aspects, it’s a shame.

Again, loud noises. Again, doors are being slammed and steps been walked with those shoes that looked donated from a war. Yes, I am the kind of person that just people for how they look in general. Call me an awful human being then and move along.

 It hurts too much and I have no idea why I decided to write something today. Maybe it’s guilt that I didn’t write last Sunday or maybe it’s because I feel I need to prove myself to people I don’t even know every single day of the year. But not today, not anymore.


 I don’t feel good so let’s leave it here, half the normal size. We will see each other tomorrow, I hope.

jueves, 20 de agosto de 2015

Virus

   Although it was supposedly summer, the island was covered by ice and some snow too. Only a few patches of green were seen from the plane but once in the ground, those patches proved to be really small and sad. A car came to pick up the three people that had arrived: a security official, an expert in virus and pandemics and a botanist. It took them only fifteen minutes to reach the northern part of the island, where the vault was located. In the past, there was only one smaller vault where all the seeds that could be found in the world had been stored. Wanting to expand the collection, the owners of the vault decided to expand to living being, although they kept them in a special substance for the body not to rot or decay with time. It was a very delicate an expensive endeavor.

 But something had happened recently: one of the specimens brought in for the collection apparently contained an unknown virus than had already killed two of the scientists working in the vault. No one in the world knew about it because the place had been properly sealed and no one that was inside during the incident had been let out yet. They had enough food for a year inside the vault and it was imperative that they solved what was the virus in order to let them go. That’s why the owners of the vault had decided to call for help and received some from private parties involved in the creation of the collection. They couldn’t ask a government entity or everyone would know.

 Doctor Patel was a renowned botanist, dedicated to find a way to feed every single child in her native India. She had travelled all over the world in order to find every type of seed and nourishment that could help her achieve her goal. And, although she had not revealed it to anyone, she thought she was fairly close to achieving that dream. Ironically, one of the elements that she needed to complete her task was kept inside the vault and it was just days before she applies for a visit that she had been summoned due to her expertise with plants. She knew everything about them and it seemed that the people from the vault believed that a plant had something to do with the virus that they were experiencing.

 Then there was Fred Connor, also a world-renowned scientist but in a very different field. He had studied the use of several types of viruses as weapons and had also learned every tactic used by the governments that had used biological weapons against someone else. Viruses as weapons were no joking business to him and he was too well documented not to take one case seriously. This one of the vault one particularly intriguing, as the people working there had not been able to say if the virus that they were facing was from a botanical or an animal origin. The fact that it came from a rare animal had not been confirmed. He was eager to study this apparent new virus and neutralize it.

 Someone less excited about this trip was the taller black man that joined the two scientists. He was no science man or had anything to do with any studies or viruses or animal and certainly not plants. Mister Fox, as he liked to be called, was a private security agent that had been called to assess the situation in the vault. His role was not about helping anyone in any way. His orders were to shut down the place completely if he found out that whatever was inside could be dangerous for human life and, more specifically, for the investments of many wealthy businessmen that had put a lot of money to make the vault in order to get their taxes lowered. Fox had the authorization to use force, if necessary.

 When they arrived, one of the local scientists that did not work in the vault greeted them and told them to get inside. They were a bit nervous but he told them it was the only room that hadn’t been exposed to the virus as every shipment went in through a door in the other side of the building. The vault was built underground, so the building you could see in the exterior was only a very small part of everything that was the vault. Inside, they felt a bit less cold, maybe because the space was very small and their bodies helped each other to feel a little bit better. The local scientist, called Jorgen, told them that they could talk to the people in the vault via an intercom system that even video feed.

 It was Connor who sat down in front of the screen and asked Jorgen to dial the code of three numbers. There was no tone or ring, only silence. That was until, almost an entire minute later, someone answered and an image in the screen appeared. They seemed to be in almost darkness and the person that had answered could not really be understood. As the image got better, they all realized that he was wearing a mask in order to breath a bit better. But the mask had the disadvantage of masking his voice too. He then started communicating in sign language and Doctor Patel translated, as she had learned the language when she was in medical school. The person on the screen said that three more were dead and that only him and another one remained.

 The four-person team decided to suit up with special uniforms that were originally created to enter radioactive areas. They checked every single centimeter of fabric before entering the elevator, as any hole could bring the virus into their bodies and to the surface. No one knew if it could die in the cold but the fact that it had survived the trip to the vault wasn’t a very good reference. Only Connor and Jorgen had worn these kinds of suits before, the other took some time to put them on and he tried to help them. When they were ready, Patel communicated with the people below before they entered the elevator.

 The elevator was a very small space too.  On the instructions of Jorgen, everyone practiced how to properly breathe inside the suits. They had oxygen tanks that could last up to three hours but it wasn’t a very good idea to be there all that time. The plan was to go there and just check on the survivors and help them decontaminate. Once they had done that, they could put them in quarantine in a special room and then go up to call for help. After that, they could go down again in order to investigate everything they could about the virus. Fox was not so glad about the procedure, as he didn’t want to stay longer than necessary. His boss wanted news fast and helping people would only delay that.

 Once the elevator opened, Jorgen told them to follow him. It wasn’t long before they found a large room and, at least, three bodies pilled up there.  All three visitors stopped to look at the bodies and Connor said that he had never seen anything like that before. He had being in the presence of several victims of biological incidents and none of them looked like these people: these one had no visible eyes anymore, their skin had a purple hue and their bodies seemed boneless, like puppets. Doctor Patel realized they had dirt beneath their nails and that they were barefoot. Then, there was a crash and Fox pulled out a gun and pointed in the direction of the noise. One of the remaining scientists had dropped a tray.

 It was Jorgen who reacted first, very angry that Fox had brought in a gun inside one of the pockets that was supposed to hold medicine for the wounded. No one noticed when he put it in and he ordered him to keep that thing deep in that pocket if he didn’t want to have a real problem with the local government. But as they quarreled, they hadn’t noticed that the scientist that had dropped the tray was trembling. A scream by doctor Patel came just as the man’s skin started to bleed and his eyes seemed to melt inside his head. Then his body collapsed. Like the others, he was barefoot. The team ran towards the elevator and pressed up. As the machine moved slowly, they were panting.

 Once up, they were not able to speak or move. It was Connor that said that the other scientist was probably contaminated as well. He was about to remove his helmet when Fox stopped him and told him not to remove it, as they could have been contaminated. This statement by Fox surprised them all but no one said anything to him. They just headed for the chemical showers, which would clean up very single trace of the pathogen of their suits, if they had it at all. As they showered together, they discussed the horrible nature of the virus and how devastating it looked. None of them could believe something like that was real.


 They were not paying attention when something crawled in the showers. It had entered the elevator when they did and it decided to crawl up in a corner and just stay there and wait. After all, it had a way of waiting, a certain patience. It was the creature they had brought in but it didn’t look like it anymore. And it was getting near the cold, were it could finally feel much stronger.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Misterio en Tritón

-       Sobrevivientes?
-       No detectamos ninguno, señor.

 El general se removió en su silla, esperando imágenes de la superficie de Tritón. Habían bombardeado una pequeña zona con una bomba de hidrogeno. Habían revisado cada posibilidad, cada pequeño detalle que podría haber ido mal, cada razón por la cual violar el acuerdo interestelar era lo correcto. Pero había tenido que hacerse. Era la única manera de que el mal oculto en la luna no saliera nunca de allí.

 Todo había empezado hacía apenas un mes. La base Allegra cumplía su primer año de operación y los mil colonos lo celebraron por lo grande, con nubes de colores por todos lados y la mejor comida que podía importar de los invernaderos de Titán, en Saturno. Todo había sido fiesta y alegría así como esperanza por la exploración espacial. Pero no todos estaban celebrando ni contentos. Había una persona que no se había unido a los festejos.

 Manuel Liu había nacido hace 34 años en Luna, en la base Clavius. Nunca había visitado la Tierra pero había aprendido mucho sobre ella y su historia y si había algo que le fascinara era la época de los grandes descubrimientos de la humanidad. Tantos experimentos y nuevas máquinas y tecnologías rudimentarias que cambiarían la cara de la humanidad por siglos y siglos. Desde ese momento, Manuel supo que quería ser igual que Da Vinci o Newton, quería descubrir y ser admirado por su inteligencia.

 Estudió ingeniería aeroespacial y estaba comprometido a hacer lo mismo que habían hecho los grandes pero en el espacio. Creía que era posible sacar al ser humano del sistema solar y conectarlo con las posibles civilizaciones que existían en otros sistemas en nuestra propia galaxia. Su tesis planteaba la creación de un nuevo motor basado en física cuántica. Sorprendió tanto a sus profesores como a las grandes mentes del momento y, sin tener si quiera que mover un dedo, fue contratado por la Asociación Internacional para el Espacia (AIE).

 Esta organización era la encargada de las colonias y de la exploración y querían que Manuel les ayudase a mejorar sus posibilidades en los diferentes mundos donde había bases humanas así como romper la barrera de la exploración espacial y viajar mucho más allá de la heliopausa, hasta donde habían llegado pocos. El chico solo tenía 24 años en ese entonces y aceptó cada reto con gallardía y esperanza. Estaba a un paso de convertirse en quien siempre había querido ser.

 Pero el sueño se vio frustrado una y otra vez. Su primer motor construido explotó y destruyó un modelo bastante caro de nave espacial. La AIE tuvo que hacer toda clases de maromas financieras para no ser demandada y para no perder los fondos que tantos inversionistas privados les habían proporcionado. Manuel fue puesto a prueba y no lo dejaron seguir con sus diseños hasta que fueran probados varias veces. Mientras tanto, fue reubicado un poco por todas partes.

 Algo importante a saber sobre él era que Manuel no tenía familia. Su madre, su padre y una hermana había muerto en el desastre del Moon, un transbordador espacial que se suponía haría el viaje entre la Tierra y la Luna en un tiempo record. Manuel sobrevivió al desastre por un milagro. Iba a ser su primer visita a la Tierra. Muchas de las personas que lo conocían creían que esa era la verdadera razón por la cual nunca más se había planteado visitar el planeta.

 Pero ahora ya no tendría que planteárselo nunca. Viajó de base en base, de planeta a planetoide y de ahí a cualquier luna donde estuvieran estableciendo una base. Cuando por fin le daban otra oportunidad de probar su valía, siempre salía algo mal  o, aún peor, las cosas salían bien pero nadie lo premiaba por ello. Cuando fue reubicado a Allegra en Tritón, decidió renunciar a la AIE. Ellos se indignaron y juraban no entender sus razones pero él les dejó claro que ellos jamás lo dejarían avanzar y les dijo que le apenaba que semejante organización estuviera a cargo de la exploración espacial.

 En Allegra, Manuel se casó y tuvo un hijo. Fue feliz, de eso no había duda, pero todavía quería cumplir su sueño. Se negaba a dejar perder su intelecto que, para él, era lo único que tenía. Para él era simplemente imposible dejar de pensar, dejar de estar obsesionado con llegar más allá de lo que cualquier otro ser humano había llegado. Su esposa sabía de esto y solo lo apoyaba. Sabía que no era un hombre hecho para arreglar la ventilación y los sistemas de soporte vital de una base espacial.

 Fue así que Manuel empezó, desde el momento en que salió de AIE, a hacer nuevos diseños. Ya no pensaba en los motores únicamente de las naves sino en toda la nave como tal. Diseñaría un aparato que pudiera viajar, con eficiencia, a través del espacio. Tomaría mucho menos tiempo entre planetas y podría plantearse el salir del sistema y explorar. Los diseños estuvieron listos después de dos años pero entonces se le planteó otro problema: como construir semejante máquina.

 Era imposible que él mismo la construyera. Le tomaría décadas y no tenía ni los materiales, ni la mano de obra. Además era una misión demasiado grande para hacerla por si solo. Tenía que encontrar alguien que estuviera dispuesto a arriesgar su capital, como no lo habían hecho ciertos inversionistas en sus proyectos en la AIE. Pensó en buscar algunos de esos pero sabía que no aceptarían. Un buen día, casi un año antes del aniversario de la Allegra, Manuel viajó a Luna para reunirse con varios empresarios.

 Pero no tuvo éxito con ninguno de ellos. Les daba miedo, pensaba él. Estaban aterrorizados, como siempre lo había estado la humanidad, de hacer algo que los llevara más allá de los limites hacía tanto tiempo impuestos. Entonces decidió hacer un tour de regresó a Tritón, viajando por varias lunas en las que empresas interespaciales tenían diversos tipos de intereses. Viajó por semanas a diversos lugares: Ceres, Marte, Europa, Ganimedes, Calisto y Titán. Fue allí, cerca de Saturno y ya dispuesto a volver a casa que oyen de William Dagombe.

 Dagombe era el nombre también de su compañía, una minera que operaba en el infierno conocido como Venus. Los científicos habían logrado hacer del planeta algo menos violento pero seguía siendo un reto que los mineros habían asumido. Se extraían toneladas de minerales, a precios risibles comparados con los de la Tierra o Marte. Y allí se dirigió Manuel. El señor Dagombe se interesó de inmediato por su proyecto pero le dijo que necesitaba algo a cambio. Manuel aceptó y así cerraron el trato.

 La nave Zeus estaba siendo construida en la orbita de Venus y Manuel casi había olvidado su trato cuando, a Allegra, empezaron a llegar maletines de Dagombe. En una semana fueron hasta diez. Siempre venía con ellos una carta en la que le pedían guardar las maletas y nunca abrirlas. Solo guardarlas hasta que las necesitaran de vuelta. Manuel las guardó en un deposito y no pens en ellas﷽osito y no pensardarlas hasta que las necesitaran de vuelta. Manuel las guard¡emana fueron hasta diez. Siempre venas pó más en ellas.

 Esto fue hasta la celebración de los cinco años de Allegra. En el festejo, nadie se dio cuenta de que Manuel no estaba. Le habían llegado reportes de la Zeus y se había dado cuenta que algo estaba mal. La construcción no avanzaba. Trató de contactar a Dagombe pero era como si hubiera desaparecido. Manuel se sentía morir; su proyecto más grande parecía ser una ilusión y no tenía como seguir con él.

 Pero eso ya no fue importante porque alguien más no estaba en los festejos. El hijo de Manuel, un niño de cuatro años, se había separado de su madre para buscar a su padre. Pero no había llegado a la oficina de Manuel sino al cuarto de los maletines. Y entonces, con la curiosidad característica de un niño, abrió uno de los maletines. Y eso fue suficiente. El niño salió de allí pero a los pocos metros cayó muerto en un pasillo. La madre lo encontró y ella también murió a las pocas horas. Para cuando la asistencia llegó desde Titán, ya era muy tarde.

 Nunca nadie supo que era exactamente. Algunos pensaban que era un químico especialmente mortal, otros pensaban que era un arma biológica especialmente creada para algún propósito siniestro. Los equipos que bajaron y socorrieron a los residentes de Allegra, murieron también. Y fue así que el general decidió bombardear una ciudad que ya estaba muerta, condenada a ser una zona en cuarentena por siempre.


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 Dagombe nunca fue culpado de nada ya que nunca hubo un contrato real entre él y Manuel Liu. La Zeus fue construida pero muchos años después y la minera se adjudicó su diseño y creación. La barrera de la heliopausa fue rota años después. Y a pesar de todo Tritón siguió siendo una zona cerrada puesto que el virus no se había desecho con el bombardeo. De hecho, parecía no tener límites y eso asustaba a cualquiera. ´n﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽mbi pasillo. La madre lo encontre.