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miércoles, 30 de marzo de 2016

Lluvia de meteoritos

    Laura llevaba el mantel y los cubiertos en una mano y Miguel el cesto de la comida. Subieron una pequeña colina del parque y se sentaron en la parte más alta para tener una mejor vista de la situación. Era raro estar en el parque tan tarde en la noche pero no estaban solos: por aquí y por allá había más gente, parejas y familia que se habían reunido a ver el mismo espectáculo de la naturaleza. Al fin y al cabo, una lluvia de meteoritos no era muy común en la región y a la gente le encantaba tener alguna razón para armar un plan con amigos o con quien fuera.

 Laura y Miguel se habían conocido hacía relativamente poco, en un fiesta, a través de amigos mutuos. Al comienzo las cosas habían sido un poco frías. Luego se habían visto más, en otras fiestas y ocasiones, y habían empezado a hablar más. Esta era la primera vez que se veían a solas, sin la compañía de ninguno de sus amigos y se notaba en el aire un nerviosismo que mantenía la tensión al máximo.

 Por eso sería que en el camino del carro a la colina del parque, no hablaron una sola palabra. Laura extendió el mantel en el suelo y se sentó en una esquina y Miguel en la otra, con el cesto entre los dos. Contemplaron el parque en silencio y era evidente que los dos querían decir algo pero no había manera de decir nada. Era como si fuera la primera vez que salieran con alguien y eso no era verdad. Cada uno tenía su experiencia pero por alguna razón se estaban comportando como tontos.

 Unas risas cercanas, de un grupo de chicos adolescentes, los hicieron salir de su ensimismamiento. Miguel abrió el cesto y le ofreció a Laura algo de beber. Solo habían traído bebidas no alcohólicas porque estaba prohibido tomar cervezas y demás en el parque pero Miguel le mostró a Laura que no había podido resistir y había traído un par. Esa fue la manera perfecta para poder empezar a hablar.

-       No debiste. ¿Que tal si viene la policía?
-       Confío en que tengan mejores cosas que hacer.

 Rieron y a partir de ese momento la conversación fue fluyendo poco a poco. Como no se habían visto nunca a solas, decidieron hacer como si no se conocieran. Se preguntaron, con más detalles, que hacían en la vida, como eran sus familias y que les gustaba o no en la vida. Como eran preguntas amplias, estuvieron bastante tiempo respondiendo, uno interrumpiendo al otro y comiendo algunos de los sándwiches que habían hecho para la ocasión. Incluso hubo tiempo de compartir una cerveza.

 Alguien gritó, a lo lejos, que la lluvia empezaría en solo diez minutos. Laura y Miguel se alegraron. Jamás habían visto nada parecido y les urgía saber cómo era eso. A Laura todo el tema le parecía muy romántico, como algo salido de una de esas películas en las que uno sabe que las cosas, por mucho que terminen mal, de hecho terminan bien pues hay una enseñanza o algo así.

 Para  Miguel, el interés venía de otro lado. A él le encantaba todo lo que tuviese que ver con el espacio y la ciencia. Al fin y al cabo había estudiado física en la universidad. Laura ni siquiera fingió tener interés cuando Miguel se puso a relatarle cómo era que sucedían esas lluvias de meteoritos y cuantos asteroides enormes pasaban de un lado a otro, cerca de la Tierra. No eran cosas por las que ella se interesara. Era la primera vez que se notaba que algo no funcionaba entre los dos.

 Se podría decir que Miguel era muy cerebral y Laura no tanto pero no era exactamente eso. No tenía que ver nada con el intelecto sino con la manera de ver la vida y los puros intereses. Miguel, en todo caso, se dio cuenta y terminó de golpe su relato y por un momento solo observaron el cielo como si estuviesen esperando a que llegara la lluvia de meteoritos para poder irse cada uno a su casa.

 La verdad era que, a pesar de haber hablado tanto, no habían hablado de lo que habían venido a decirse. Cada uno de ellos quería comunicar algo al otro y por eso habían acordado la salida. Es increíble pero ninguno de ellos tuvo la iniciativa real de salir a ver la lluvia de meteoritos. Fue más bien un acuerdo en un momento puntual para verse y hablar. No se podía decir que algo acordado de manera tan fría pudiese ser una cita y mucho menos romántica.

-       Debimos traer binoculares.

 Lo dijo Miguel, señalando a una familia que incluso tenía un telescopio. La más pequeña de entre ellos, una niña de unos ocho años, miraba por el aparato y se quejaba de que no veía nada de estrellas. Eso reinició, a marcha forzada, la conversación entre Laura y Miguel. Comentaron la última fiesta en la que habían estado y, como es común, hablaron mal de un par de personas que les caían mal. Eso siempre ayudaba a crear una conexión entre las personas. No era lo óptimo pero peor es nada.

 Entonces, la misma persona que había gritado antes gritó de nuevo. La lluvia de meteoritos había empezado y todo el mundo quedó en completo silencio.

 Era hermoso ver como parecía que estrellas de verdad se desparramaran encima del mundo, bañando toda la Tierra como polvo de hadas o algo parecido. Era algo extrañamente mágico pero también muy real y por eso todavía más fantástico y fascinante. No hubo persona en el parque que no inclina la cabeza o se echara de espalda en el pasto para contemplar la escena de la mejor manera posible. Eso fue lo que hicieron Laura y Miguel sobre la suave colina en la que estaban. Se acostaron lentamente y observaron el espectáculo.

 Obviamente, fue el momento elegido por todas las parejas en el parque para irse tomando de la mano, juguetear con los dedos un rato y de pronto, si estaban muy atrevidos, robarle un beso a la persona con la que habían venido. Había incluso algunos que se emocionaban más de la cuenta y la policía seguro los pillaría más tarde. Pero el común denominador era ver gente tomándose de las manos, besándose con suavidad y luego tomándose fotos así, como para cerrar el circulo de ideas románticas.

 Pero entre Laura y Miguel no pasó absolutamente nada. Ella mantuvo sus dos manos sobre el vientre, dedos entrelazados. Él puso una mano detrás de la cabeza y con la otra arrancaba un poquito de pasto y lo deshacía lentamente. Se notaba que no había el mínimo interés en cogerle la mano a nadie. Ni siquiera se sentía ya la tensión inicial. No había nada entre los dos.

 Fue entonces que, de golpe y sin acabarse el espectáculo todavía, Laura se sentó y se sacudió el pasto del pelo.

-       ¿Porqué viniste?

 Miguel sabía bien qué era lo que estaba preguntando y no iba a ser tan tonto de hacerse el idiota, así que respondió con toda sinceridad: quería que fuesen amigos para así poder acercarse a uno de los amigos de Laura, que le gustaba bastante. Pero como era una persona muy privada y, aparentemente, fría, había optado por conocer primero a alguien que lo conociese bien para saber si valía la pena acercarse.

 Laura soltó una carcajada. Le contó a Miguel que a ella le gustaba ese amigo de él con el que había bailado la primera vez que se habían conocido. Pero qué le parecía un poco distraído y por eso también había pensado en hacer la conexión por uno de sus amigos. Rieron un rato por la coincidencia y ni cuenta se dieron que las estrellas habían dejado de caer y que incluso algunas personas ya se iban.

 El camino de vuelta al coche fue diametralmente distinto: hablaron bastante de los chicos que les gustaban y se contaron pequeñas anécdotas graciosas y no tan graciosas. La conversación se extendió durante todo el recorrido hasta la casa de Laura y allí hablaron más rato. Al fin y al cabo iba a ser de día dentro de poco así que decidieron conversar hasta el amanecer, compartiendo la comida que no habían terminado del cesto y café caliente.


 Se hicieron amigos, sin haber sido esa la intención, y se ayudaron mutuamente con sus respectivos prospectos amorosos. Pero su éxito o fracaso con ellos es cosa de otra historia.

domingo, 28 de junio de 2015

Separación

   Siempre será difícil separarse y tener que decir adiós. En cualquier contexto, despedirse de alguien permanentemente es algo que puede sacarnos lágrimas, eso sí es que estimamos de verdad a la persona que estamos despidiendo. Incluso puede que no sea algo permanente  y de todas maneras va a doler y va a ser algo que pensar en los próximos días. Despedirse es difícil, sea cual sea la situación, porque implica una separación y los seres humanos siempre hemos sido dependientes. Esa imagen de luchadores incansables que van por la vida solos es una ilusión ya que prácticamente nadie es así. Todo el mundo tiene a alguien que le preocupa, que quieren volver a ver en algún momento o que los hace pensar lo mejor de la humanidad.

 Tal vez la despedida más difícil sea la que es permanente, es decir, la que hace uno con los que murieron o van a morir. Con frecuencia, uno no tiene la oportunidad de decir adiós y siempre hay un sin sabor, una vocecita en la cabeza que le dice a uno que siempre hubo algo que le quiso decir a la persona o que quiso hacer con él o con ella. Eso pasa con los abuelos, pro ejemplo. Son personas que tal vez nadie acabe conociendo nunca porque siempre existe una barrera generacional que es difícil de superar. Son personas tan distintas y con una situación de vida tan diferente a la propia, que seguido la gente está arrepentida de no haberlos podido conocer, así haya sido siempre un imposible poderlos conocer mejor.

 Además, la muerte es siempre algo difícil porque no es algo que queramos ver a la cara. Así que siempre hay una relación complicada con afrontarlo y estar en paz con ello. Cuando la gente tiene la oportunidad de despedirse, es algo muy preciado y que ocurre en pocas instancias. Más que todo ocurre con personas de edad y tal vez estén inconscientes pero eso no importa. Lo verdaderamente importante es que uno tiene una posibilidad casi remota de poder decirle a la persona lo mucho que apreció su compañía, su amistad, su dedicación y cuidado y que se le extrañará por mucho tiempo. Dependiendo de la relación con la persona puede variar lo difícil que esta situación.

 Es decir, si la persona que se está despidiendo es el hijo o la hija de quién está muriendo, pues será una situación bastante complicada, pero de todas maneras una gran oportunidad que muy pocos tiempo. Y al fin y al cabo la despedida con cualquier ser humano es algo inevitable porque somos seres que no podemos vivir más allá de cierta cantidad de años, no somos eternos y tenemos una fecha de vencimiento, casi siempre desconocida. Lo mejor es tratar de vivir la vida de manera que cuando llegue el momento, podamos ver hacia atrás y darnos cuenta de que lo disfrutamos todo, que hicimos todo lo que queríamos y podíamos y que aprovechamos cada oportunidad que se nos presentó. Esa es la mejor manera de vivir y también la mejor manera de despedirse del mundo.

 Pero hay despedidas que, aunque permanentes, no tienen que ver nada con la muerte. Seguido, es el amor el que tiene mucho que ver allí o la amistad. O más bien la falta de ambos porque cuando cortamos relaciones, también por razones fuera de nuestro control, es otra razón más para despedirse de manera permanente. A veces nuestros sentimientos terminan o cambian y simplemente tenemos que dejar ir a las personas. A veces esto es algo voluntario y otras veces no pero eso no quiere decir que duela más o menos. La separación siempre es difícil solo que a veces puede ser más complicado para nosotros y otras veces puede serlo más para la otra persona involucrada en el asunto.

 Cuando decidimos dejar de vernos con alguien, sea un amigo que dejó de serlo o sea un amante que dejamos de querer, es algo que forma carácter ya que hemos sido nosotros los que decidimos cual es el destino de las cosas. No es que todo haya sucedido para terminar así sino que tomamos una decisión basada en los acontecimientos que hayan podido tener lugar o no, con esa persona. El amor es un sentimiento y los sentimientos no son eternos. La gente cree que el amor es invencible y que nunca se marchita ni se acaba, que es como un motor que funciona de aquí a la eternidad, como si no tuviera nada mejor que hacer. Y eso no es verdad, el amor es como el odio, la felicidad, la tristeza y otros; es algo que simplemente o cambia o se muere y eso no tiene porqué ser nada malo. Los sentimientos son así para ayudarnos a ver lo que sucede y a cambiar.

 Cuando nosotros tomamos una decisión, a veces es difícil pero una vez estamos en camino nos damos cuenta de que fue lo mejor. El dolor puede ser mayor o menor pero, como todo, ya pasará y seguramente lo hemos vivido antes y si no, a aguantar. Lo difícil es cuando toman la decisión por nosotros y alguien nos dice que ya no nos quiere allí, que ya no nos necesita y que es mejor que despejemos su vida y no dejemos rastro alguno de nuestra existencia. Eso sin duda es más difícil porque no están echando y todo ser humano se siente mal cuando lo sacan de alguna parte porque ya no es bienvenido.

 Y, como se dijo antes, no tiene porque ser todo acerca de un amor romántico. A veces puede ser una amistad que simplemente se termina y hay que dejarla ir. A veces puede que se termine por las distancias físicas y otras veces puede que lo haga porque no se trabajó lo suficiente en mantener las cosas vivas. Una amistad, como cualquier otra relación, necesita trabajo y que las personas involucradas se decidan a hacer lo mejor para que las cosas crezcan y beneficien a ambos. Pero cuando las cosas terminan, suele ser más duro que con una relación amorosa por el sencillo detalle que las amistades normalmente duran mucho más y son años de recuerdos.

 Ya a lo último están las despedidas menos trágicas, menos definitivas y no tan dramáticas pero que pueden ser difíciles de varias maneras. Es el caso de cuando nos vamos en un largo viaje y no despedimos de quienes queremos sin saber si los vamos a volver a ver. Esto puede sonar un poco macabro pero no es más que la realidad de la vida: los seres humanos morimos y con frecuencia morimos de un momento a otro, sin previo aviso y muchas veces en circunstancias que jamás hubiéramos podido prever. Y eso algo que siempre tenemos presente, sobre todo cuando nos separamos de lo que siempre hemos tenido cerca y nos aventuramos al vacío que es la experiencia humana.

 Es difícil. Porque seguramente quisiéramos tenerlos a todos cerca. Cuando estemos allá lejos, solos, quisiéramos tener un abrazo de papá, una caricia de mamá, algún chiste tonto de un hermano o la sabiduría de una abuela. Quisiéramos tener a nuestros amigos cerca para que nos den impulso y para recordarnos seguido quienes somos y adonde es que queremos ir. Pero obviamente no los podemos tener cerca y eso duele, eso entristece y pro eso los primeros meses en un lugar lejos de casa pueden ser muy difíciles. Cuando no hay boleto de vuelta ni seguridad de nada, es algo difícil porque significa cambiar todo lo que sabemos de la vida y, como un bebé, volver a aprender lo que sabemos, de otra forma y solo dependiendo de nuestra capacidad para resolver problemas y ver como podemos seguir avanzando por nosotros mismos.

 Esa separación al fin y al cabo puede ser solo transparente y tiene sus recompensas porque después de enseñarnos todo de nuevo, podemos ver con diferentes ojos a todas esas personas que ayudaron a hacernos tal como somos hoy y como seremos tal vez hasta el día que muramos. Volverlos a ver es un alivio pero también se puede asumir como un reto personal ya que queremos haber crecido para ellos, tener nuevas cosas que decir y que contar, parecer tal vez más sabios y menos dependientes de lo que éramos cuando nos fuimos. El dolor de la separación tiene entonces su recompensa porque quienes nos aman de verdad siempre estarán contento por nosotros y nuestros logros.

 La separación es algo difícil. Como dijimos al comienzo, somos seres que necesitan ser sociales e interactuar para poder seguir adelante, para poder sentirnos como parte de algo que es más grande que todos nosotros. Amigos, familia, conocidos; todos ellos nos impulsan y tal vez a veces nos frenan pero el hecho es que nos retan a vivir, a seguir para donde podamos ser una mejor versión de nosotros mismos. Así que cuando nos separamos de alguien, sea para siempre, por decisión propia o solo por un instante de la vida, deberíamos recordar y darles las gracias por lo que nos enseñaron porque cada vivencia es una enseñanza y cada enseñanza es una lección que nos hace más nosotros.


 En las noches, volvemos a nosotros, volvemos a nuestro interior solitario pero siempre agradecemos los recuerdos que tenemos inevitablemente con los demás. Puede que en verdad nunca nos separemos, que siempre estemos juntos sin importar nada más.

viernes, 29 de mayo de 2015

De la vida y sus curvas

   Muchas veces no hay nada que nos consuele. Nos sentimos perdidos, desubicados en este vida, y no entendemos de donde venimos o adonde vamos. Y a todos nos pasa pero lo peor de todo es que cuando nos pasa nos sentimos solos, únicos en nuestro dolor, nuestro sufrimiento. Hay días en los que sentimos poco y otros en los que sentimos demasiado, todo nos afecta y todo tiene una repercusión enorme en nuestra mente e incluso en nuestro cuerpo. Y eso cansa, se siente el peso de todos esos sentimientos apretando contra el cerebro y el corazón, con fuerza, como si un ser humano no estuviese hecho para sentir tanto.

 Las personas que viven felices o aparentan estar contentas todo el tiempo, aquellas que parece no tener problemas o siempre tienen una solución para todo, no son las mejores personas en las cuales confiar cuando todo se vuelve tan confuso y caótico. Esas personas tal vez sean optimistas pero un rasgo del optimista es que resulta ser un ciego más en muchas ocasiones, ignorando incluso su propio dolor. Y cuando uno mismo se ignora una cierta cantidad de veces, se va transformando y ya no es un ser humano sino el caparazón de lo que fue una persona.

 Es bueno ser positivo pero también es bueno ver la vida como es, sea lo que sea. Negarse a que el mundo es un rango de tonos de gris y no blanco y negro, es convertir todo en una decisión trascendental cuando esa decisión no existe, no hay que ponerse de un lado o de otro cuando algo ocurre sino que hay que pensarlo como es, sea algo que nosotros provocamos, u otros o incluso algo que se sale de nuestras manos porque va mucho más allá de lo que nosotros somos.

 El caso es que somos algunos, quien sabe si minoría o mayoría, que hay días que no podemos soportar las cosas como son. El mundo se vuelve una tormenta de ruido que es imposible apagar. Todo parece venir por ti, querer atraerte a un hueco del que nunca vas a salir. Suena tétrico pero así son las cosas, así se siente esos días cuando el mundo pierde todos sus colores y no hay absolutamente nada que pueda mejorar el panorama. Cuando esto ocurre, lo más difícil es que le ocurre a una persona sola y, aunque puede pedir ayuda, no entenderá nunca el punto de todo si se sostiene en alguien más.

 A veces, el cuerpo y la mente son puestos a prueba y hay que resistir solos, ver de que estamos hechos. Algo que es cierto para todos es que la vida no se supone que sea fácil. Hay personas que se quejan de que todo sea tan difícil, sea en las relaciones con otros, en el trabajo, físicamente o en general, por lo que sea. Pero esa es la prueba de la vida; es una gran carrera de obstáculos que dura lo que tenga que durar. No tenemos control de nada y debemos llevarla a cabo lo mejor que podamos. Cada persona elije como jugar y no hay reglas claras para llegar a la meta, que no es la misma para todos. Es un juego, por cruel que suene, uno donde todo cambia según lo que hagamos pero que siempre termina igual.

 Pero a pesar de esta visión, de esta cruda realidad, todos sabemos que la vida también tiene esos pequeños rayos de luz, esas cosas que nos reconfortan y nos ayudan a seguir. No se trata de mentirnos con cosas que no tienen nada que ver sino de apreciar las cosas que, dependiendo de la persona, puedan ayudar a empujar una vida hacia delante.

 A veces ese impulso depende de una persona que no somos nosotros. A veces es una sonrisa de esa persona, un abrazo o un beso el aceite de motor que necesitamos para seguir adelante sin tener que mirar atrás o tomar decisiones que podrían ser más trascendentales o peligrosas. No es malo apoyarse en alguien más mientras que no sea una relación dependiente, es algo que hay que diferenciar. Si estamos con alguien por cualquier razón que no sea porque nos hacen sentir bien, por la razón que sea, entonces deberíamos terminarlo de inmediato. La vida es corta y no debería uno pasársela mintiendo e hiriendo por ignorancia.

 Pero sí, un abrazo puede ser reconstructor, puede sentirse en lo más profundo y ayudar a reparar una zona devastada como puede ser nuestro interior, nuestra conciencia más profunda. Y mejora cuando se da sin palabras y sin pedirlo. No hay nada más doloroso que mendigar algo de cariño y por eso lo mejor es que se de espontáneamente, sin tener que verbalizarlo. Algunas personas que eso puede ser tierno o romántico pero de hecho no lo es. Pedir un beso o un abrazo denota una falta de comunicación que no se repara fácilmente.

 Lo físico puede ser reconfortante pero hay que tener cuidado porque lo físico muchas veces sucede en un momento del tiempo y no permanece. A veces un abrazo de un desconocido ayuda pero ese desconocido desaparecerá y entonces que haremos si fue ese abrazo y ningún otro el que me hizo sentir mejor? O que tal que esos besos, abrazos, incluso encuentros sexuales, solo puedan ser en ciertos momentos, lugares y ocasiones? Entonces ya no es ninguna ayuda de ningún tipo sino otro problema que puede estar acosando nuestra mente también, como todo el resto.

 Ya que estamos, el sexo es algo efímero, algo de un momento que jamás se vuelve a repetir, ni siquiera con la misma persona, ni siquiera conociéndose hace años. Siempre será diferente y por eso el sexo no es la mejor manera de sentirse mejor con nada. Y si a eso le sumamos lo que puede irnos sumando a la mente, como el desempeño, nuestra autoestima, nuestra entrega, entonces podríamos estar empeorando el problema y no ayudándonos de ninguna manera.

 En esos días en lo que todo parece negro, a veces lo mejor es respirar profundo y tan solo vivir como todos los días, tratando de estar lo más relajado posible todo el tiempo y buscando refugio en aquellas cosas que hacen nuestra vida algo mejor. Todos tenemos gustos particulares y son esa pequeñas cosas, que puede ser artificiales e incluso superficiales, las que muchas veces pueden ayudarnos a ver las cosas como son y no peor de lo que son.

 También tenemos que darnos cuenta que solo somos una persona en el mundo y el dicho que dice que una persona puede hacer la diferencia no es cierto en el sentido que una sola persona necesita de otros para ejercer un cambio para todos, para el colectivo de los seres humanos. Esto no es así si lo que queremos es hacer un cambio en nuestro interior, si lo que queremos es trabajar en nosotros mismos. De entrada es una tarea difícil porque el ser humano no es tan moldeable en sus bases, como si lo es en ña﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ser humano no es tan moldeable en sus bases, como si lo es en astro interior, si lo que queremos es trabajar en nosotráreas que se van creando por el aprendizaje o el crecimiento personal. Todo eso depende de cada uno y puede o no funcionar pero vale la pena intentarlo.

 Es complicado porque la vida es complicada. Puede no parecer algo divertido, algo en lo que nos guste pensar, pero así son las cosas: nuestra vida real, la que tenemos todos los días y la que no se basa en nuestras relaciones con otros ni en lo que hacemos para vivir, mejor dicho, la que vivimos nosotros solos, es muy compleja. Es más compleja que la que podamos tener con cualquier persona porque no estamos en sus mentes sino que estamos en la nuestra, de nacimiento a la muerte y no hay manera de hacer un cambio porque no nos gusta o porque queremos intentar algo nuevo. Tenemos que vivir la vida como nosotros mismos y eso es difícil, seamos quienes seamos. Es una larga carretera, a veces a plena luz, otras veces en penumbra, con muchas curvas y cambios pero con un inicio y un final.

 De pronto algunos crean que eso puede sonar demasiado dramático y exagerado pero es innegable que la vida es una que vivimos solos. Por mucho que amemos a alguien, sea quien sea, no moriremos con esa persona, no en el mismo segundo ni en las mismas circunstancias, no tendremos el mismo último pensamiento ni habremos vivido nuestras vidas queriéndonos igual o pensando lo mismo a cada rato. Eso pasa en las parejas, en las familias y con los amigos. Que haya sentimientos no nos hace más cercanos en nuestra experiencia de vida que es cada uno por su lado, cada uno haciendo algo con la vida, lo que sienta que es lo que debe de hacer. En ese sentido estamos solos.

 Y la mayoría no estamos muy contentos con eso. Porque vivir cada uno por nuestro lado puede ser bastante doloroso. Pero ahí están esas pequeñas ayudas, esos abrazos fuertes llenos de energía, esos besos de mil formas, esa sonrisas, esos inventos increíbles y esas realidades que pueden asustar pero también nos dan la esperanza real, no esa que se inventaron los noticieros sino la de verdad, que nos llena sin que la entendamos por completo.


 El truco es simplemente respirar, oxigenar el cerebro y seguir adelante, paso a paso por el tiempo que sea necesario. Y recordar que las decisiones que tomemos no son malas ni buenas, correctas o erróneas, son solo decisiones que afectan nuestra vida pero a ella le dan lo mismo. Son las personas las que juzgan, no la vida como tal.