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lunes, 16 de febrero de 2015

Gratis

-       Gratis?

 Lo miré como si estuviese loco y, lo más probable, es que así fuese. No había pensado mucho antes de reunirme con él, un viejo amigo o tal vez fuese más un “amigo”. Sí, yo estaba desesperado. Esa es la palabra. No hay ninguna otra manera de decirlo. No había trabajado nunca así que no puedo decir que estuviese desempleado pero ciertamente se sentía así y ya estaba al borde del colapso nervioso.

-       No sería gratis. Nos tendrías como referencia en tu hoja de vida y te ayudaríamos cuando tuviéramos un lugar para ti, uno permanente.

 Sí, eso era lo que siempre sucedía.: la gente llegaba a mi y parecía que fuera Jesús mismo curando a los enfermos. Hablaban como si estuviesen dándole pan a los pobres pero las ofertas, por alguna razón, eran cada vez más ridículas. Cierto, no tengo nada que hacer en el día además de escribir para no perder la cordura pero eso no significa que no sepa cuanto vale mi trabajo, especialmente cuando rozo la treintena. Treinta años en los que no tengo nada que hable de mi, nada que valga con el mundo al menos.

-       Eso es gratis. Y tu sabes que no va a salir ningún trabajo.
-       Mira…
-       No. No me interesa.

 En ese momento mi “amigo” se puso a la defensiva. Todo su cuerpo parecía haber cambiado, como si estuviera mutando frente a mi. Casi podía ver como cada musculo de su cuerpo se volvía de piedra, como su estomago se cerraba y su presión arterial subía. No le gustaban que le dijeran que no pero eso a mi simplemente nunca me ha importado. Que se joda.

-       En serio vas a negar ayuda cuando…
-       Cuando que? Dime, cuando que?

 Miedo. La gente cobarde siempre tiembla como una hoja si alguien que no tiene miedo o parece no tenerlo, se les para en frente y los reta. Es algo fácil de hacer. Solo se necesita talento actoral, cosa que tengo, al menos en el campo de la mentira. Moriría de hambre sobre un escenario pero mentir se me da siempre muy bien. Pero en este caso no había necesidad porque solo se miente cuando es algo importante. Con alguien así, no vale la pena la creación de algo tan elaborado como una mentira.

-       Si acaso has buscado trabajo?

 En ese momento me puse de pie, cogí el café ya frío que yo mismo había tenido que pagar, y se lo lancé a la cara. Acto seguido, salí de la cafetería, casi corriendo. Siempre había tenido problemas controlando mi ira y en ese momento también me había controlado. Mi mente había pensado en molerlo a golpes pero lo mejor era hacer algo sutil y mucho más embarazoso. La gente soporta golpes pero nunca soporta la vergüenza.

 A mi casa me fui caminando. No era cerca pero no importaba; no tenía nada que hace, la tarde era de buen clima y hacía mucho no hacía ejercicio de ningún tipo. Además noa ganas de llegar a mi casa a de buen clima y hac importaba; no tenza.en asen este caso no habñia da.
cialmente cuando rozo la tás noás  tenía ganas de llegar a mi casa o, técnicamente, a la casa de mis padres. Para que? Si todos los días hacía lo mismo: por la mañana actualizarme socialmente, por la tarde escribir y despejar mi mente y por la noche buscar trabajo y ver pornografía. Que más podía hacer?

 No era una posibilidad forzarme dentro de alguna oficina o compañía. El mundo funciona a partir de quien conoces y yo o no conozco a nadie o simplemente prefiero no usar a la gente que quiero como peones para algo más. Y aparte de gente que aprecio solo conozco gente que físicamente no me importa y sé que ellos lo ven y lo sienten. Así que nunca, ni en un millón de años, alguno de ellos me ayudarían.

 Lo que me hace gracia es que ellos son lo que siempre que me ven me dicen cosas del estilo de “Si escribes muy bien!” o “Eres muy inteligente”, como si conocieran o como si yo tuviera algo que ellos pudiesen usar. Creo que muchos lo hacen por el futuro: quien sabe si en unos años yo sea el que esté arriba y ellos abajo y entonces me necesiten como yo los necesito ahora. Pero dudo que eso pase alguna vez, simplemente no es posible.

 Nunca he creído en los cuentos de hadas ni en las historias de positivismo en las que todo sale bien. A mi las cosas no me salen bien, solo me salen cuando me salen y eso es todo. No me puedo ni alegrar mucho porque nada es gratis, excepto el trabajo que quieren que haga. Me parece insultante que me quieran usar para hacer cosas que un simio entrenado puede hacer y después esperen que todos seamos amigos y nos queramos. Que putas tiene la gente en la cabeza?

 Cuando llegué a mi casa, solo estaba mi mamá. Mi hermano estaba estudiando, mi hermana y mi padre en el trabajo. Solo mamá, una consumada ama de casa, estaba siempre allí. Y aunque de vez en cuando me preguntaba sobre lo que haría con mi vida, ella sabía que yo no tenía respuesta alguna a sus dudas.

 Me pregunta a menudo si quiere estudiar otra cosa, que no estoy muy viejo para eso pero la respuesta siempre es no. No le veo el caso a estudiar nada más, eso no me va a ayudar a encontrar quien me pague por hacer algo. Y mucho menos si estudio algo que de verdad me interese. Y ciertamente no me refiero a una ingeniería, medicina o alguna otra cosa que tenga que ver con ciencias, para lo que no tengo ni una neurona de inteligencia. Además mi paciencia para todo es limitada.

 No se confundan; sé que la culpa de la mayoría de cosas que pasan a mi alrededor es mía. Pero así soy yo y no soy nadie mas ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽no soy nadie mi alrededor es m que ver con ciencias, para lo que no tengo ni una neurona de inteligencia. Ademese. Y cás y ciertamente no creo en los cambios mágicos de nadie en nada y no necesito cambiar nada. A diferencia de la mayoría de seres humanos sé que tengo defectos y los acepto. Pero el aceptarlos no quiere decir, de ninguna manera, que quiera eliminarlos o cambiarlos. Además no creo que eso exista. No se puede dejar de ser quien siempre se ha sido y si conocen a alguien que sí lo haya hecho, consigan el número de un buen instituto psiquiátrico.

 Pero mi mamá no me preguntó nada ese día. Me preguntó solamente si tenía hambre y le dije que no a pesar de que me dolía el estomago. Y lo hice porque si hay algo me apasione es sumergirme en mi propio dolor. Sé que es masoquista pero a veces es mejor ver todo de frente y no ocultarse. Hacía mucho no lloraba y pensé que lo iba a hacer pero no pude. Fue como si me hubiera secado y no fuera capaz de producir ni una lágrima.

 Me acosté en mi cama mirando al techo y pensé en todo lo que me aquejaba y me di cuenta de que no puedo forzar a nadie para que me de trabajo. Y he escrito tanto que es imposible que alguien no piense que tengo experiencia, así no sea paga. Así que no es tanto mi culpa, o al menos no en un cien por ciento. También es que para este mundo, un cualquiera que dice que le gusta escribir no es nadie porque no es algo que le interese a nadie.

 Hoy en día la gente importante son aquellos que ganan mucho dinero y pueden mostrarlo a los demás con fiestas y regalos y excesos superficiales. También son importantes los que tienen vidas falsamente felices pero que hacen tan buen trabajo mintiendo sobre su realidad, que hasta ellos terminan creyéndose sus propias mentiras. Y la gente optimista, esos son los chicos populares de la escuela de la vida. Casi nadie odia a un optimista consumado, excepto un realista amargado como yo.


 No, no sé cuando llegue mi momento, si es que llega. De pronto enloquezca primero y decida suicidarme o tal vez encuentre mi pasión pérdida en algo que siempre estuvo allí. Pero la verdad es que ahora no quiero ser feliz ni sentirme bien conmigo mismo. Quiero dinero. Quiero ese dinero y ese trabajo que hace que la gente, la sociedad, piense: “Ese es alguien”. Yo quiero ser alguien porque ahora no soy más que un espectro de algo que nadie quiere ni necesita, ni siquiera yo mismo. Esa es la verdad. Dura? Sí, y que?

viernes, 26 de diciembre de 2014

Dejarse llevar

Adrián nunca supo que hacer con su vida. Nunca estuvo seguro de nada. Estudió lo primero que pensó en la universidad y trató de ser bueno pero no excelente. La verdad era que no estaba muy interesado por nada que enseñaran o no en una universidad.

Era un chico sin aspiraciones, sin sueños ni grandes deseos para su vida futura. Para él, no tenía sentido soñar tan en grande. "Los sueños no se vuelven realidad. Somos nosotros los que ajustamos lo que llega y lo ajustamos a nuestros deseos, para sentirnos felices", o algo así decía él.

Sus padres, obviamente, no estaban muy contentos con su actitud. Ambos eran personas que habían trabajado duro toda su vida y por eso, cuando habían discusiones, Adrián les recordaba que sus sueños seguramente no eran casarse antes de los veinticinco y vivir una vida que seguramente hubiera sido mejor si hubieran tenido tiempo para aprender y disfrutar de verdad.

Los padres siempre dicen que no se arrepienten de nada, o la mayoría lo hace. Y mienten, porque todo ser humano se arrepiente de las decisiones que han tomado en la vida. Es imposible no dudar, no pensar después de haber realizado algo, que pudo haber sido mejor. Como seres humanos, jamás estamos contentos con nada.

Pero eso no era lo que le pasaba a Adrián. Él se había pasado la parte del arrepentimiento, de la duda, de intentar y fallar. El simplemente no intentaba y decidió dejarse llevar. Claro que alguien de veintiseis dejándose llevar, no es algo que inspire mucho a nadie. La sociedad tiene reglas preestablecidas y si no se cumplen, empiezas a ser la oveja negra del rebaño. Él tenía la edad que tenía y no había nunca trabajado por un sueldo, no tenía ningún tipo de relación sentimental con nadie (ni la había tenido), no tenía ahorros y las ganas sencillamente no estaban ahí.

Adrián había decidido que él no iba a matarse todos los días en un trabajo miserable, lamentándose todo los días por lo que nunca fue. La vida sería la que lo dirigiría y sus estudios, que al fin y al cabo le habían enseñado cosas, serían su único sustento. Y así fue.

Estuvo tres años sin trabajar, para el disgusto de sus padres e incluso de quienes decían ser sus amigos. Tres años en los que se apasionó por placeres más mundanos como el arte de escribir, el de dormir, el de cocinar y el de ver películas de todo tipo. Si pagaran por cualquiera de esas cosas, sería excelente. Eso pensaba. Pero luego recordaba que entonces tendría que batallar media vida para que le pagaron un sueldo miserable y ya no lo volvía a pensar de esa manera.

Un buen día, sin embargo, decidió ir con unos amigos a la representación teatral en la que participaba una amiga de la universidad. Allí conoció, por pura casualidad, al director de la obra. Era un hombre joven, completamente enamorado de sí mismo. Apenas Adrián habló de como escribía para pasar el rato, el hombre lo alabó (sin razón aparente) y decidió darle su correo electrónico para que lo contactara enseguida y, tal vez, escribieran algo juntos o hicieran una obra de algo que Adrián hubiese escrito.

Atención lector, porque nada nunca sucede con personas de esas características. Son personas que solo buscan agradar y construir un castillo de ego alrededor de si mismos. Un castillo tan grande que ni siquiera sus pensamiento logran llegar muy lejos. Y eso era lo que había sucedido entre el director y Adrián: nunca estuvo interesado en nada pero fingió estarlo porque pensó que eso lo haría interesante ante los demás. Un alma caritativa o algo por el estilo.

Adrián no se decepcionó. De hecho, no esperaba nada de eso. Lo que nunca esperó fue que un día, charlando con un vendedor en una tienda de comida saludable, consiguiese un trabajo como cajero en aquella misma tienda. Había sido una conversación casual, sobre los ingredientes y demás. De pronto el tipo había preguntado si Adrián quería trabajar allí y el joven solo asintió. Después de firmar la papelería y demás superficialidades, el chico empezó a trabajar, con un horario de nueve de la mañana a nueve de la noche. Y, aunque no había dicho nada en el momento, vivía bastante cerca del lugar así que por todos lados era perfecto.

Almorzaba y comía rico, ya que no era comida que le resultara pesada al cuerpo ni nada por el estilo. Además servían yogur helado bajo en grasa y él solía comerse uno de vez en cuando. Eso sí, no por iniciativa propia sino porque su jefe se lo ofrecía. Le decía incluso que podía hecharle cualquier fruta o fruto seco que tuvieran para adornarlo.

La verdad era que Adrián lo hacía bastante bien. Era atento, sin ser lambiscón. Explicaba el concepto a quienes venían por primera vez y explicaba algunas propiedades de los alimentos que los clientes estaban felices de escuchar. Lo bueno de un restaurante de comida saludable, es que todo el mundo va a fingir dos cosas: que sabe que es lo que está pidiendo y que lo come todos los días. Y eso le agregaba un toque de diversión a la situación. Más de una vez veía como un "adicto a los saludable" pedía uno de los platos para luego comérselo como si fuera cemento liquido.

Lo más importante de todo para Adrián, fue el hecho de que sus padres dejaran de acosarlo por todo. Ahora que ganaba algo de dinero y que estaba fuera de la casa haciendo algo productivo, ya no sentían la necesidad o la urgencia de decirle algo. La vida en la casa, sobre todo los fines de semana, era increíblemente llevadera. Cada uno era independiente ahora y no había que preocuparse por nada.

Apenas su madre se pensionó, un par de años después del padre, la pareja decidió que quería una casa de campo en tierra caliente y así lo hicieron. La compraron sin dudarlo y se iban allí cada vez que podían. A veces eran los fines de semana a veces varias semanas, lo que sintieran necesario para relajarse. Ellos habían ya hecho su parte y estaban contentos de poder disfrutar, ahora sí de verdad, sus vidas.

Mientras eso sucedió, Adrián subió los pocos escalones que se podía subir en el negocio de la comida saludable. Ahora era gerente del punto pero seguía gustándole atender en la caja de vez en cuando. Además, todos los que trabajaban en el sitio eran una pequeña familia de amigos y compañeros de lucha al lado de las estufas.

En sus fines de semana libres, sin padres, Adrián aprovechaba para salir a caminar con su nueva mascota (un pastor alemán pequeño) y ver que sucedía en la ciudad. Era lo mismo que había hecho por tanto tiempo pero ahora se sentía distinto. Tal vez porque pronto se iría de la casa. Sus padres no lo sabían pero ya se los diría. Tal vez sería porque trabajaba y ganaba su propio dinero. O incluso podía ser por el hecho de que hacía unos meses, había conocido a alguien.

Sí, era su primera relación sentimental. Todo bastante casual: se tomaban de las manos, se decían cosas bonitas al oído, iban al cine, a comer algo y tenían el mejor sexo del mundo. Que más se podía pedir? Adrián sabía que podía terminarse todo en cualquier momento pero eso no le importaba, disfrutaba el momento que vivía y más nada.

Pero su relación duró, por alguna razón que él nunca se molestó en encontrar. Y su trabajo siguió igual de bien que siempre, entrenando nuevo personal e introduciéndolos al fantástico mundo del helado de yogur gratis.

Para sorpresa de muchos, Adrián jamás se fue de casa. Pero no, no es como lo piensan. Resultó que los padres se fueron permanentemente a vivir a su casa de campo y le pidieron que cuidara de la casa como si le perteneciera, que lo ayudarían con los gastos si lo hacía y así fue.

Tiempo después y antes de dormir, compartiendo una cama en su hogar, Adrián pensó que todo había sucedido sin proponérselo y que, al fin y al cabo, él le había ganado una a la sociedad. Había dejado que la vida hiciese y solo se dejó llevar. Y por lo que veía antes de cerrar los ojos, lo había hecho muy bien así.