Mostrando las entradas con la etiqueta momentos. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta momentos. Mostrar todas las entradas

viernes, 7 de agosto de 2015

Gracias por el cambio

   Yo siempre había tenido llaves del apartamento. Nunca las había pedido sino que él me las había dado por si se necesitaba algo con urgencia o algo por el estilo. Habían sido útiles cuando me había pedido que le recogiera algunas de sus fotos o algo de comer para que no muriera de hambre en el estudio. Los fotógrafos parecían ser una especie aparte, dedicados pero descuidados al mismo tiempo. Yo la verdad prefería no tratar de entender todo lo que hacía porque, al fin y al cabo, me sienta contento de estar con alguien como él. Físicamente se veía como un modelo de revista y su personalidad era muy interesante, sabía mucho de la vida y del arte y con eso había caído rendido a sus pies. Era todo un partido y yo, tan simple como soy, me lo había quedado.

 Así que comprenderán mi sorpresa el día que decidí ir a su casa por unos folletos que se me habían olvidado. Se los había mostrado para ver que opinaba pero la conversación no pudo ser pues él me invitó a otro de sus cócteles en alguna galería de la ciudad y nunca tuve oportunidad de decir nada. Los necesitaba con urgencia y decidí pasar de camino a la oficina. Al fin y al cabo, lo más probable era que no estuviera pues me había dicho que trabajaría desde temprano. Así que yo, muy tranquilamente ingresé al edificio y subí al ascensor feliz, pensando en la relación tan perfecta que tenía y en lo mucho que me había recompensado la vida con ella. Me acerqué a la puerta y la abrí de golpe, ignorando lo que mis otros sentidos querían advertirme.

 Allí, no podían ser más de tres metros, estaba la persona que había amado por el último año. Pero no estaba solo o haciendo yoga, que según él le encantaba. Estaba desnudo por completo, teniendo relaciones sexuales con una mujer. Ella fue la primera que me vio y tengo que confesar que nunca he reaccionado más lentamente a algo. Ella se asustó y gritó que era un ladrón. Obviamente no tenía idea de nada, como yo. Él alcanzó a verme antes de que mis pies respondieran y me sacaran corriendo del lugar. Bajé por las escaleras y cuando me di cuenta estaba en el auto, saliendo del sótano del edificio. A veces existen esas lagunas y las agradezco pues no podría haberlo enfrentado.

 Cuando me llamaron del trabajo les dije que había perdido los folletos impresos y que los llevaría al día siguiente ya que me sentía algo mal del estomago. Con eso, nadie preguntó más nada. Yo regresé a mi casa y me quería morir. Lloré pero después me dio rabia y me lastimé a mi mismo pegándole puños a la pared y a mi cara. Tuve que curarme esa noche y sentir, de nuevo, como la sombra de todo lo que me había aterrado en la vida antes se volvía a cernir sobre mi. Pero algo cambió respecto a veces anteriores y fue que no dejé que ese dolor me consumiera. Decidí que las cosas debían cambiar y cambiaron.

 Él trató de buscarme para explicarme lo que había visto, como si yo no supiera como funciona el sexo entre un hombre y una mujer. Un día le contesté el teléfono y él me dijo que yo debía oírlo porque era lo correcto. Yo lo mandé a la mierda y le dije que nunca más se atreviera a llamarme. Claramente se sorprendió por mi reacción pues no dijo más nada y, menos mal, no supe más de él. Como cosa rara, días después por comentarios de la gente y recuerdos míos más claros, pude entender con que clase de imbécil había tenido una “relación”. Estaba enamorado de si mismo, creyéndose lo mejor de lo mejor. Parecía que le caía encima a cualquier cosa que se moviera y con eso pude entender que no me había perdido de nada y que el que había ganado era yo.

 Nadie nunca me preguntó por los golpes en mi cara y yo nunca se lo expliqué a nadie. No era algo de su incumbencia. Al y al cabo había sido un error porque si a alguien debí golpear era a él y no a mi. Porque odiarme a mi mismo cuando él había sido quien había hecho todo mal? Mi autoestima me había jugado una mala pasada pero decidí que eso se detendría. Era difícil pero no podía ser que me culpara y a mi aspecto de todo lo que sucediera. Si la decisión era entre estar bien conmigo mismo o tener novio, prefería lo primero toda la vida. Los hombres hay muchos y pocos valen la pena así que siempre será la primera la mejor opción.

 Algo que me relajó fue empezar a caminar por ahí, a veces tomando fotos. Es gracioso pero algo bueno había sacado de la toxicidad de la relación y era un aprecio por las imágenes. Claro que yo no hacía grandes producciones demasiado reforzadas sino que tomaba fotos de cosas que me gustaban en la calle. Algo así como postales personales. Hacerlo y caminar, me dieron un respiro, como si hubiera abierto una válvula de escape que dejara que todas mis preocupaciones y frustraciones salieran con tranquilidad y sin herir a nadie. En el trabajo parecía que me ayudaba también porque ahora siempre entregaba todo a tiempo y tenía así más tiempo de planear otras cosas para hacer que antes no había querido hacer o no había tenido el tiempo.

 Lo más destacable fue conocer a Freddy. Era un personaje la verdad y de esos que te hace pensar más de una vez. Lo conocí en un parque mientras tomaba fotos y empezamos a conversar. Fue allí cuando me di cuenta de que yo no era el mismo de antes pues jamás habría mirado a un hombre como él: musculoso, tatuado, rapado. No dudé en decir que sí a su solicitud de ir a su casa donde tuve el mejor sexo de mi vida. Nunca había sido así con el fotógrafo, con tanta pasión y sin nada de compromisos ridículos que frenaran nada. Freddy era divertido, gracioso, amable y hasta cariñoso. Y además era bueno en la cama. Lo mejor de todo, sin embargo, era que yo no sentía nada por él, excepto un aprecio enorme.

 Mi vida se fue renovando así, lentamente, sin yo hacer nada consciente pero teniendo por fin la varita para dirigir mi propia vida. Ya no tenía la cabeza llena de estupideces, de amores imposibles y sueños ridículos. La tenía llena de aventuras, de posibilidades y ganas de sentirme bien conmigo mismo. Hacía cosas que siempre había querido hacer como escalar o ir al zoológico. Por alguna razón siempre había pensado que eran actividades para hacer con otras personas pero no era así. Era divertido hacerlo solo. Obviamente a veces hubiese sido bonito compartir momentos con alguien pero para eso servían los amigos y mi nueva manera de ver las cosas me fue proporcionando muchos de esos.

 Daniela era una artista, más que nadie que hubiera conocido antes. Eso sí, ella no hacía cuadros ni esculturas sino tatuajes y eran incluso mejores que esos otros. La conocí cuando me tatué un símbolo personal en el brazo, hablamos mientras lo hacía y me di cuenta de lo interesante que era. Lo primero que hicimos juntos fue un asado donde conocí a su novio, su hermano y varios otros amigos. Eran personas diferentes a las que había conocido en mi vida pero eso me gustaba y su manera de ver el mundo, al fin y al cabo, no era tan distinta. Al cabo de unos meses podía considerarlos mis amigos y por fin tuve con quién compartir esos momentos que antes había disfrutado en solitario.

 Con Freddy seguimos teniendo sexo hasta que él tuvo que irse de viaje, pues le habían ofrecido un trabajo mucho mejor. Yo me alegré mucho por él y esa vez el sexo fue más romántico, si se puede decirlo así. Le hice un regalo y él me dijo que lo cuidaría siempre, pues muchos de los momentos que habíamos compartido habían sido de los mejores para él en los últimos meses. Debo decir que cuando me lo dijo, no lo creí. No creí que pudiera hacer impacto, como fuere, en la vida de alguien. Nunca pensé que alguien… Casi lo digo. Me sorprendió y me alegró el día. Fui a su fiesta de despedida donde conocí a su familia y amigos y me di cuenta de las dimensiones de la vida y porque vale la pena aprovecharla.

 Cuando por fin pude ver a mi familia, que vivía lejos, fue como un respiro para mi. Los extrañaba tanto y creo que no había caído en cuenta de ello. Eran la pieza que me faltaba para sentirme de verdad completo, de verdad curado de tantas cosas y no solo de la relación fallida con el fotógrafo. No le puedo echar la culpa pues mis problemas venían de antes y fue gracias a él, al fin y al cabo, que debo agradecerle mi nueva vida. Y eso fue lo que hice un día que estaba con Daniela en una galería y lo vi. Él tenía miedo, lo podía notar pero le sonreí, le agradecí y me despedí. No hice nada más y seguí mi vida, contento de haber hecho lo correcto.


 Lo que deparaba el futuro, no importaba. El futuro puede tener tanto de malo como de bueno. Pero el punto para mi fue hacerme un camino agradable hacia ese futuro en vez de amargarme la vida con nada, pensando en los demás y jamás en mi. Yo tuve que pensar en mi y no me arrepiento de haberlo hecho. Gracias a eso sufro menos, vivo más y tengo mayores posibilidades de ser alguien que me sorprenda cada día más. Y que mejor que eso?

domingo, 3 de mayo de 2015

Lo que pasó y lo que no

   Su foto era lo único que seguía existiendo, pero él ya no estaba aquí y yo no podía traerlo de vuelta. Era un caso perdido, un momento de mi vida que nunca volvería a tener y no podía permanecer allí. Tenía que avanzar. Pero como se avanza cuando has olvidado las razones por las que lo hacías? Ya no tiene sentido seguir adelante o ir de para atrás. Para que? Si siempre va a pasar lo mismo: las cosas van a salir mal o medianamente bien, por un tiempo, hasta que dejan de ser y luego todo es una mierda, una masa amorfa sin sentido que nadie quiere experimentar ni sentir.

 No lo amaba, no todavía, pero lo hubiera podido hacer. Era de esas personas con las que se sentía que se podía hacer algo además de tener sexo y besarse sin sentido. Se podía conversar y ser amigos, algo que jamás había sentido que yo pudiera ser con otro hombre. Siempre me había sentido menos que cualquier otro hombre y de pronto era por eso que evitaba, a toda costa, involucrarme mucho con alguno. Pero justo con el que sí hubiera querido involucrarme, ese se fue y no dejó rastro.

 Para qué conservaba su foto? No tenía sentido hacerlo y sin embargo la miraba cada cierto tiempo. De ningún modo me había enamorado de él pero me hacía sentir bien el hecho de tener un prospecto, una posibilidad de vivir algo por fin distinto, diferente y que tuviera la capacidad de cambiarme la vida. Por eso él había sido tan importante. No era porque no pudiera vivir sin él o algo por ese estilo. No, podía manejarlo todo muy bien si compañía. Pero siempre pensaba en lo que podía haber sido y eso era tortura suficiente.

 Me siento joven, más joven, pensando así. Como empezó todo esto? Ah… No lo recordaba. Con ese joven hace tanto tiempo, cuando ni siquiera entendía nada pero yo creía entender algo. Era alto y delgado, eso lo recuerdo. Lo malo era que no me conocía, solo de vista. Fue en los últimos días allí que me di cuenta que sus invitaciones a jugar deportes podían haber sido máscaras para algo más. Sencillamente era yo muy tímido para atreverme a decir “sí”, así fuera quién era.

 Era gordito para mi edad, en ese entonces pero no lo pensaba así. De hecho ni lo pensaba, creo que no era algo que tuviese en mente en el momento. Yo solo quería estar en paz y que me dejaran jugar mis juegos y hacer lo mío, aparte, sin interrupciones. Por eso las invitaciones del chico alto me molestaban tanto. No solo era timidez sino que lo sentía como una interrupción a mi vida desprovista de amigos verdaderos. Creo que los amigos de verdad solo se hacen cuando uno ya tiene peso en el pantalón, como dicen las mamás, cuando ya se sabe quién es uno o al menos se tiene una mejor idea.

 Perdí esa oportunidad. De pronto era muy pequeño o de pronto no pero lo cierto es que nunca sabré que hubiese pasado. Años después empezaría a salir, a ver a otras personas, a tratar de empezar ese eterno ritual de conocer personas y tratar de reconocer algo en ellas que me hiciese acercarme más y de pronto vivir nuevas experiencias.

 Mi primera cita fue en un parque. Fue extraño: me sentía incomodo y todo el tiempo quise salir corriendo. Era pequeño todavía y solo mucho tiempo después entiendo que me vi con alguien que era inadecuadamente mayor que yo. No, no era un señor hecho y derecho pero de todas maneras no era lo correcto. Menos mal no pasó nada y fue otra de esas personas con las que dejé de hablar. Después de eso, un par de años creo, fue que todo empezó, perdí mi virginidad (si es que se puede hablar de eso en el genero masculino) y empecé a conocer personas que valían el tiempo que pasaba con ellos y otros que no.

 Nunca sentí nada real con ninguno, solo las situaciones dramáticas y el poder de cambiar las cosas a mi favor. Sí, siempre he tenido un sentido bastante calculador de las cosas, porque sé que puedo torcer el sentido de todo a mi favor cuando quiero. Pero no siempre quiero y me aburrí pronto de las situaciones tontas y sin sentido en las que me vi envuelto en ese tiempo. No solo el sexo casual, que podía ser tan divertido como extremadamente aburridor. También el potencial romance, inexistente y estéril.

 No creo que sepa que es el amor. No sé si siquiera crea en el amor. La cosa es que tuve un par de oportunidades en las que pude haberlo experimentado pero no estoy seguro de que eso fuese lo que debía sentir y, si eso era el amor, me decepcionó bastante con el tiempo. Hubo personas que quise, mucho. No sé porque y de pronto las razones no fueron las mejores pero sé que mi cariño era verdadero. Era amor? No, no lo creo. Y, de nuevo, si lo era, que desperdicio.

 Fueron unos tres años, o tal vez dos, bastante activos para mi. Entonces ya era mayor de edad y tenía más idea de lo que quería de la vida o, al menos eso pensaba yo. El futuro me tenía sorpresas en ese frente pero el caso es que tuve una vida social extrañamente activa por un tiempo. Ya tenía los amigos verdaderos de los que les contaba antes y buscaba tener esa experiencia de la que todo el mundo se jacta, esos amores que cambian vida y duran y son tantas cosas y nada al mismo tiempo.

 Pero nada. Nunca apareció ese amor juvenil que es extraordinario y perfecto, a su manera. Esa juventud, siento, que ya pasó. No es que sea viejo pero la juventud es una etapa tan bien marcada que cualquiera sabe cuando empieza y cuando termina y a mi ya me dejó ese tren. Esto último que pasó fue ya habiendo terminado la juventud y tal vez por eso lo asumí de manera distinta. Si me hubiera pasado lo mismo hace unos años estoy seguro de que hubiera perdido la razón y hubiera llorado como loco por horas o días.

 En cambio, esta vez solo me dio rabia. Y me dio rabia porque fui la mejor persona posible y eso no fue suficiente. No estaba triste ni me culpé a mi mismo, no por el fracaso al menos. Solo tenía rabia porque las personas jamás pueden ser completamente decentes, siempre tiene que haber una manera de que te decepcionen y siempre lo hacen, tarde o temprano. De pronto él no era tan maduro o yo no lo era. No lo sé, las vidas siempre son tan diferentes que las medidas de la madurez pueden ser inútiles. Cada uno es un mundo, dicen por ahí.

 Después de todo eso sí tuve problemas pero no con otros sino conmigo mismo. Inconscientemente, este impasse me había llevado a pensar, allí dentro de mi cerebro, que en efecto no era capaz de nada. Ni de encontrar trabajo, ni de tener una vida “para mostrar” (y eso es lo que buscamos si somos honestos), ni podía mantener a alguien cerca de mí. Fue una depresión auto-diagnosticada porque dudo que un doctor pueda decirme mejor que yo mismo lo que sentí.

 Fue horrible y no quiero volver a ese momento y por eso mismo no puedo aferrarme a momentos. Borró esta foto de mi vida para no volver a situaciones que no me ayudan en nada, para no estar de nuevo en esos espacios que solo me amarran al suelo pero que no me dejan ir hacia delante. Y  reconozco que soy yo quién más impido mi propio avance, mi propio vuelo.

 Pero que puedo yo hacer? Que puedo hacer cuando todo parece depender de los demás? Que puedo inventarme para que el mundo me vea a mi y no a los demás? Porque eso es lo que pareciera que pasa. Y ya lo sé, y lo aprendí hace tiempo, que no tengo las fuerzas suficientes para luchar, para esforzarme más allá de lo normal. No puedo y la verdad es que tampoco quiero porque no creo que deba hacerlo. Porque tengo que ser yo el que vaya más allá cuando otros no hacen nada y sin embargo viven la vida que quisiera para mi?

 Lo sé. Sé que hay privilegiados y otros que no pero la verdad es que eso poco o nada me importa. Solo quiero cambiar, estar en otra parte, incluso en otra piel muchas veces. A veces odio mi propio aspecto y quisiera terminar las cosas pero… No, eso fue antes y no quiero volver allí. No voy a volver! Cada uno tenemos nuestra manera de caminar al abismo final y creo que todavía me queda mucho para descubrir el mío. Desafortunadamente no me ha tocado como a los demás, que parecen navegar por la vida como si tuviera el mapa para hacerlo con los ojos cerrados desde que tenían apenas cinco años de edad.


 Como sea. Ese no soy yo. Yo no soy ese ser perfecto, al menos en apariencia. Soy un ser de defectos, grandes y pronunciados pero nadie nunca dijo que yo, o la gente como yo, no tuviéramos derecho a atrevernos a más y, lo más importante, a soñar. Porque a veces es lo único que tenemos, así nos quite algo de fuerzas a través del tiempo. Prefiero eso… Lo prefiero a cualquier otra cosa.

jueves, 12 de marzo de 2015

Sentir

   No sientes a veces que es difícil volver? Volver a ese momento exacto en que fuiste interminablemente feliz, en que experimentaste la más grande paz que jamás haya nadie sentido en esta vida? No importa si fue realidad o si fue un sueño o incluso algo entre los dos. No, lo que importa es que estuviste allí, lleno de esperanza o de miedo, de excitación o de asco. Sentiste y no hay nada más hermoso que eso.

 El miedo es un gran aliado, por ejemplo. Nos deja saber que hay peligro y nos mantiene a salvo, a expensas, muchas veces, de nuestra salud e incluso de nuestra reputación. A veces cuando respondemos al miedo se nos tilda de cobardes o miedosos. Y que? Y que si lo somos? Orgullosos deberíamos de estar de ser unos cobardes que responden a la química básica de la naturaleza que, en su gran sabiduría, quiso que tuviéramos formas de escapar y de seguir viviendo. De pronto creyó que valía la pena mantenernos vivos aunque, a diferencia de dios, la naturaleza nos hizo y luego nos dejó en paz, a nuestro suerte, sin mirar atrás.

 De allí, parece ser, que sale la esperanza. Esa amalgama de sentimientos que es la esperanza, que es tonta y pasiva, sentándose a esperar sin hacer nada más. Porque eso es lo que es, solo esperar y creer tontamente en algo que simplemente no va a ocurrir. La esperanza es el miedo, el amor y muchos otros mezclados en uno. La esperanza es algo que, al final, no sirve de nada porque no ayuda en nada. La mejor forma de luchar es con manos y dientes y nuestra mente, que son lo único que tenemos. Esperar a ver no sirve a menos que se trate de un tiempo de reflexión, algo muy distinto.

 La esperanza fue aquella tonta que inventó la religión, que no acaba de ser nada más que ponerse una banda sobre los ojos y confiar en lo que otros dicen o hacen respecto a nuestra existencia como seres humanos. Yo no creo en bandas. Creo en la liberación del espíritu y la esperanza no es liberación sino esclavitud de la mente a ideas que pueden o no ser reales. No, yo prefiero experimentar sentimientos de verdad.

 La felicidad es uno de esos, uno de los mejores y más simples. A diferencia de lo que muchos dicen, la felicidad es bastante fácil de conseguir. Lo difícil es conservarla porque, siendo seres egoístas como lo somos, queremos todo para siempre y a la mano, no nos queremos mover de nuestra comodidad, incluso si eso nos ayudase a vivir de verdad la única vida que tenemos. Pero a veces nos dejamos llevar y, acaso no somos mucho más felices cuando lo hacemos? Así sea por unos segundos, la felicidad puede llegar de acciones tan simples como el ver a otro ser humano. A veces con eso basta.

 Deberíamos aprender a disfrutar esos momentos, en vez de vivir quejándonos respecto a su efímera existencia. Lamentablemente los seres humanos no vivimos los momentos sino que nos desgastamos queriendo preservarlos, como si un sentimiento, un momento en el tiempo incluso, pudiesen ser encerrados en una caja de cristal para poder apreciarlos una y otra vez a lo largo de nuestra vidas. Pero sabemos que eso no es así. Una foto nos recuerda el sentimiento pero nada más. No nos lleva allí y nunca sentimos exactamente lo mismo al ver el recuerdo. Solo podemos estar allí siempre que los sentimientos ocurran, para vivirlos en el momento y dejar de pensar en atrás o adelante.

 El placer es otro de esos sentimientos que yacen muchas veces en el pasado y el futuro. Y de la forma más odiosa ya que, con frecuencia, se trata de comparaciones entre una persona y otra, entre un momento y otro. Comparar es algo detestable ya que estamos poniendo todo lo que vivimos en un mismo nivel y eso es simplemente ridículo. No hay una comida más rica que otra, no hay un viaje más placentero que otro ni hay un mejor beso que otro. Puede que con el tiempo la percepción cambie pero en el momento de lo ocurrido los placeres suelen estar al mismo nivel y satisfacen casi siempre igual.

 Obviamente existen las experiencias horribles e incluso asquerosas, no todo es una cama de rosas en la vida. Pero incluso esas experiencias no pueden clasificarse, porque son únicas a su momentos, a su manera de haber sido sentidas. A veces desechamos muy rápido las experiencias que repudiamos pero también de ellas se aprende ya que definimos quienes somos a partir de lo que nos gusta y lo que no.

 Precisamente por todo esto es que es una idiotez, del tamaño de una casa, el decidir olvidar algo o a alguien a voluntad. No hay nada más odioso e infantil que creer que con olvidar algo se soluciona la vida o el dolor es menos. Todos sabemos que eso no es cierto. Todos sabemos, así no lo hagamos, que lo que de verdad llena de calma nuestra mente es saber. Simplemente eso. Saber que ocurre a nuestro alrededor y tener todos los datos. Al final y al cabo somos seres curiosos, que todo lo que quieren averiguar y saber. Nuestra humanidad está basada en ese afán de saber cada vez más.

 Por eso mismo negarse a la realidad, a los hechos, es una ridiculez. Si sufriste, si te han herido, si hay algo que te atemoriza o que te desafía solamente aprende de ello. Hacer como cualquier científico o investigador es lo mejor y lo natural: aprender porque pasan las cosas y que es lo que pasa en realidad. Así se desprende todo en pedazos más pequeños, más fáciles de absorber por nuestra mente y es así como se encuentra un equilibrio mental más seguro, una paz de espíritu que nada más da sino saber, aprender y enfrentar la realidad.

 La valentía es otro de esos sentimientos. Y para ser tan real, tan físico, a veces parece que se trata algo imaginario o que nunca nos parece lo suficiente. Es efímero en muchas ocasiones y no sale cuando lo buscamos sino cuando mejor le parece. Casi nadie es valiente por decisión consciente sino por un impulso, más allá de su entendimiento, que lo lleva a hacer algo que otros pueden considerar como una acto de bondad arriesgado pero exitoso. Los que fingen ser valientes siempre lo que tienen es miedo de decepcionar y vale la pena decir que la valentía real nunca se relaciona, ni en lo más mínimo, con el miedo.

 En todo esto es cuando entra, con frecuencia, a jugar nuestros instintos más básicos. Se trate de procrear o de defender a nuestra familia, hay ciertas cosas que no decidimos que simplemente entran en juego porque somos seres biológicos, animales inteligente pero animales al fin y al cabo. Esa pasión que no para cuando vemos a alguien que nos gusta, cuando por fin podemos estar a solas con esa persona, ese es un instinto animal puro, un sentimiento ancestral que busca preservar nuestra especie.

 Lo cómico que tiene este sentimiento es que no hay manera real de controlarlo. Es más él que nos controla y se olvida de todo, incluso de las posibilidades reales que hay de procreación, con quien sea que estemos en el momento. Incluso si nuestra mente sabe que somos dos hombres, dos mujeres o que estamos con alguien que no puede procrear, la pasión elimina todas esas reflexiones y no deja más que l puro instinto animal, que reside muy profundo en nuestro subconsciente y que nadie, ni el más inteligente ni el más idiota, pueden controlar.

 La vergüenza puede entrar a jugar muchas veces cuando el placer se va y volvemos a ser nosotros, los que tienen dominio sobre sí mismos. Lo hermoso del placer verdadero, no del falso que muchas personas reclaman tener con cada persona que conocen, es que simplemente pone a un lado todo lo demás que pueda estar ocurriendo, todo lo demás que exista en el mundo incluso las inseguridades más latentes de cada uno.

 A causa de la evolución humana, nos hicieron avergonzarnos de nuestros cuerpos y es algo que hasta ahora estamos tratando de eliminar. Se nos implantó, a la fuerza, un sentimiento de culpa y miedo que terminó llamándose vergüenza. Se parece un poco a la esperanza en cuanto a que no es un sentimiento puro sino una mezcla de muchas cosas. La vergüenza, un poco como la esperanza, tiende a ahogar poco a poco la personalidad de las personas, cohibiendo ciertos comportamientos y amaestrándolos poco a poco, llevándolos a ser criaturas pérdidas.

 De ahí nace la creciente inseguridad que todos sentimos en el mundo de hoy. Y ese, ese un sentimiento oscuro y asesino. La esperanza y la vergüenza son juguetes para niños al lado de la inseguridad, aquella que crea miedos tan profundos que es imposible llegar a la persona detrás de todo los velos oscuros impuestos por un sentimiento que la sociedad, como grupo, impone en todo el mundo. Lo malo es que no todos saben como luchar contra ella. Nadie la elimina por completo pero la controlan o la ignoran. Otros, al contrario, se entregan a ella y dejan de ser. Y no hay nada peor que eso.

 Los sentimientos pueden ser nuestra perdición o nuestra más grande y hermosa realidad. Independientemente de cualquier cosa, hacen parte de quienes somos, nos hacen ser y nos hacen hacer. Gracias a ellos existimos y por ellos podríamos dejar de existir. Sentir es, sin duda, una experiencia demasiado buena para dejarla pasar.