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lunes, 9 de abril de 2018

Sin ropa

   Sin ropa, completamente desnudo, me he podido dar cuenta de quién soy. Puede sonarle extraño a aquellos que se ocultan detrás de su ropa, detrás de sus vidas programadas y de lo que saben y quieren y conocen. Pero para mí, estar sin ropa es una manera de volverme más fuerte porque no hay nada que me puedan quitar fisicamente cuando no tengo nada puesto. Es como un escudo que se activa solo cuando estoy desnudo, como un poder secreto que me gusta creer que tengo, como uno de esos héroes de las películas.

Me gusta quedarme desnudo un rato después de salir de la ducha.  Me acuesto en la cama boca arriba y miro el techo como si mi vida apareciera allí, hecha película, proyectada a un ritmo vertiginoso. Me pongo a pensar en todo lo que me hace dudar y en todo lo que he hecho que está mal. No soy una persona perfecta, de hecho creo que soy exactamente lo contrario. He cometido muchos errores, incluso sabiendo que los cometía y más de una sola vez. No tengo disculpas en la mayoría de los casos.

 Sin embargo, no creo que nadie pueda juzgarme por eso. Todos hacemos cosas y tal vez lo que yo haya hecho sea peor pero no puedo torturarme todo el tiempo por las estupideces que hago. Simplemente nadie puede vivir así o sino respirar se haría tan dificil que cualquier día de estos se amanecería muerto en esa misma cama donde a veces se duerme de una manera tan relajada. Aunque otras… Otras noches no son tan tranquilas y cerrar los ojos se convierte en una tarea monumental.

 Cuando estoy sin ropa, la verdad siempre tengo los ojos abiertos. Además, trato de sentir todo lo que tengo alrededor, cada roce, cada brisa y cada recuerdo o pensamiento que parece materializarse a mi lado. Es algo muy extraño y no pretendo que todo el mundo lo comprensa, pero es algo que me ha ayudado por mucho tiempo y no pienso dejarlo de lado ahora. No ahora que necesito estabilidad más que nunca, no en momentos como estos en los que todo parece no dejar de moverse.

 Es en esos momentos, después de limpiar mi cuerpo, en los que analizo varios cosas relacionadas al hecho de estar desnudo en mi habitación. Una de esas cosas es que mi relación con mi cuerpo ha cambiado constantemente a lo largo de mi vida. Algunas personas creen que lo que hago es solo exhibicionismo y que lo único que deseo es que la gente me mire y me ponga atención. ¿Y saben qué? Tal vez tengan razón. Pero la verdad es que es algo más complejo, que no se puede explicar en una conversación de café. Toma más tiempo y un interés que nadie nunca ha mostrado.

 Muchos creen que me encanta mi cuerpo o mi manera de ser, solo por el hecho de tomarme fotos así desnudo, tapando las partes claves para no ser expulsado de todas partes por las armas vivientes de la moral y las buenas costumbres. No, no tengo el cuerpo de aquellas estrellas de las películas para adultos ni soy ese con el que quisieran amanecer, ni uno ni muchos días en el año. He oído palabras amables a lo largo de mi vida pero la mayoría son solo eso, palabras que tratan de alterar una verdad muy rigida.

 Este es un mundo en el que cada persona sabe muy bien si entra o no en los parametros de belleza preestablecidos, no es un misterio de la vida ni algo imposible de descifrar. Y no estoy diciendo tampoco que esté de acuerdo con todas esas reglas estupidas que muchos, al final del día, ignoran olimpicamente. El punto es que entre hombres homosexuales, como yo, es innegable el hecho de que la apariencia física es uno de los factores más importantes a la hora de encontrar una pareja.

 Cuando digo pareja me refiero a cualquier tipo de interacción, sea sexual o romántica o ambas. El punto es que entre hombres que gustan de hombres, el físico es más importante y eso incluso entre los que tienen gustos que se salen de las normas de la belleza dictadas por revistas y personas que tienen en mente solo sus gustos personales y no los de las personas que conforman el diario vivir como lo pueden ser ustedes o lo puedo ser yo, o la cajera del supermercado o el conductor del bus.

 El punto es que sé quién soy y no me miento a mi mismo acerca de ello. Me hace gracia los que se ofenden y se indignan al oírme decir cosas de este estilo, como si todo fuese producto de una alucinación mía causada por el hecho de que nunca he tenido una relación estable o incluso de que mi busqueda infructuosa de trabajo me tiene tan mal que empiezo a decir una sarta de estupideces por pura falta de oficio. Y no, no lo dicen así pero a veces las acciones y actitudes hablan por si solas.

 Además, lo he vivido. Tanto hombres promedio como hombres que entran en las normas de belleza actuales, todos ellos siempre elijen la segunda opción si pasa que yo soy el primero en la lista de solo dos. Me ha pasado y lo he visto en mi cara, y por eso me ofende cuando alguien no cree que sea algo que suceda de verdad. Tal vez es porque la gente no se da cuenta lo ofensiva que puede llegar a ser o de pronto es que las personas, los hombres homosexuales, simplemente no quieren que se creen más estigmas a su alrededor, no cuando ya se tienen tantos y tan negativos.

 Pero mi lucha personal no tiene nada que ver con que me gusten los hombres y suceda que yo tengo un pene en mi calzoncillos. No tiene nada que ver con el hecho de que uso mi cuerpo, me uso a mi mismo, para probar que este empaque imperfecto sí tiene una importancia en la vida y la ha tenido en la mía. Y es cierto que la actitud cambia la manera en como la gente te percibe pero a veces ni la personalidad más explosiva es cambiar de contrarestar lo que nunca va a cambiar, por mucho que se intente.

 El que dijo eso de que la belleza interior es lo que cuenta, seguramente era ciego o vivía una vida muy recluida. Todo entra por los ojos en este mundo y más aún ahora, en este mundo moderno en el que todo es visual y no se puede escapar a que nos quieran vender algo, sea un producto real o una idea abstracta de lo que tal vez queramos para nuestras vidas. Abran los ojos y vean quienes usan para meternos todo por los ojos, sean toallas para el baño o unos suspensorios para usar en el gimnasio.

 Sí, tengo problemas con mi aspecto físico. No sé si todos los tengamos pero dudo que así sea. Solo los que quieren contentarse dicen eso pero la verdad es que hay unas personas que obviamente jamás tienen que preocuparse como se ven, no es algo que ocupe su mente. Para otros, en cambio, es muy diferente porque siempre tienen que estar pendientes de lo que se ponen, de lo que tienen encima. ¿Como no tener problemas con mi aspecto físico si todo lo que veo a mi alrededor me dice que no soy suficiente?

 Y antes de que me recomienden ir a un sicologo, el médico que vive de sacarle dinero a los idiotas, les aviso que esos problemas nunca desaparecen. No es que un día, después de años de terapia intensiva, se deje de pensar de golpe que se está muy gordo o muy feo o muy débil o lo que sea. La vida no funciona así y menos aún en este planeta, es esta sociedad en la que vivimos todos y a la que no podemos escapar, hagamos lo que hagamos. Es algo con lo que hay que vivir y hay que saber manejarlo.

 Por eso me desnudo, por eso tomo las fotos que tomo, por eso hago lo que hago a veces. Simplemente intento hacer lo mejor que puedo con lo que tengo y eso abarca todo lo que soy, no solamente lo físico. Pero este cuerpo, esta carne con huesos y grasa y piel, todo eso es lo que ve la gente cuando me acerco, cuando estoy en una entrevista de trabajo o quiero convencerlos de que tengan sexo conmigo. Esto es lo que ven y lo que sea que haya en mi interior, toma tiempo conocerlo y es igual con cualquier ser humano medio complejo.

 Tal vez todo esto solo sea aire para la mayoría pero dije lo que dije y aquí está.

lunes, 20 de julio de 2015

Desde el borde

   Siempre ha habido alguien al borde de todo. Alguien que no estaba con el grupo, que tenía que quedarse al margen para no comprometer a otros y a sí mismo. Eso es lo que hace el odio y la ignorancia y no podemos decir que sea cosa del pasado. Se ha avanzado bastante en todo lo relacionado con la igualdad y la aceptación pero eso no quiere decir que ya todos seamos iguales para todo el mundo. Las cosas no funcionan así porque siempre habrá quién no entienda, no acepte o simplemente no quiera pensar de la misma manera que los demás y, si se pone uno a pensar, tienen todo el derecho de no estar de acuerdo. No podemos imponerle ideas a nadie, así sepamos o creamos que son las correctas.

 Una vez, todo fue porque Iris y Jorge se tomaron de la mano. Era una ciudad pequeña, no hace mucho tiempo, así que cualquiera se hubiera podido imaginar la reacción de la gente. Iris era una mujer negra y no hay porqué decirlo de otra manera. La gente se ofende con palabras que dicen la verdad porque tienen miedo de que lo que es sea tomado como insulto, cuando solo son palabras. Iris era muy hermosa y había trabajado en la compañía de telefonía de la ciudad por varios años. Cuando llegó Jorge, hacía poco que ella había terminado una relación de varios años. Jorge era blanco y, para ser sinceros, nada muy especial. Es decir, no era un hombre feo pero no era ningún galán de cine. Eso nunca le impidió, sin embargo, conseguir mujeres con frecuencia.

 Jorge era un mujeriego y con Iris se conocieron una noche y tuvieron relaciones horas después. Todo fue relativamente rápido pero con la debida protección y entre dos personas que no tenían compromisos con más nadie. Los dos pensaron que nunca más se verían pero resulto que Jorge no podía dejar de pensar en ella ni Iris en Jorge. Cada vez que podían, durante los seis meses que Jorge vivió en el pueblo. Lo hicieron sin pensar y cuando se dieron cuenta una tarde, todo el mundo los miraba como si tuvieran la peste. Por gente chismosa se entero la familia de Iris quienes le prohibieron verse con Jorge pero lo peor fue que se enteró el tipo con el que ella había estado saliendo.

 El tipo era enorme y un día, cuando estaban comiendo algo los dos, llegó al lugar y los interrumpió golpeando a Jorge en la cara y reclamando que Iris era de su propiedad y que él solo la había dejado ir por unos días para que ella se diera cuenta de que era a él a quién ella necesitaba. El tipo estaba más que loco y Jorge, aunque peleó, no pudo con él. Lo otro fue que nadie ayudó a nada, nadie lo detuve e incluso la policía del lugar no hizo nada. Jorge resultó con cuatro costillas rotas y otras fracturas menores. Lamentablemente el amor no fue tan fuerte y él simplemente nunca volvió. Se dio cuenta que nada valía la pena si había que morir para conseguirlo. Así que Iris quedó sola y nunca más tuvo nada con nadie.

 Algo parecido pasó con Ricardo y Gabriel. Se conocieron en una discoteca y también tuvieron relaciones, estas sin protección, esa misma noche. Esto fue en una ciudad grande y con dos personas ya de la edad suficiente para decidir sobre sus asuntos. Ricardo era algo nuevo en todo el concepto de salir a discotecas y la verdad era que, con excepción de haber conocido a Gabriel, el asunto no le había gustado nada. Gabriel en cambio salía con frecuencia y conocía todos los sitios y a casi todos los gays de una ciudad tan grande como en la que vivían. Ricardo se reía de sus apuntes porque en verdad parecía conocer a todos y cada uno de los que allí bailaban o tomaban algo.

 A diferencia de Iris y Jorge, Ricardo se quedó esa noche en la casa de Gabriel y empezaron ahí mismo una relación que tenía más de una lado que de otro. Estaba claro que Ricardo era más inocente y por lo tanto sus sentimientos eran más verdaderos. Para Gabriel tomó más tiempo, pues él estaba acostumbrado a vagar por el mundo sin tomar en cuenta cosas en las que no creía como el amor. El caso fue que tan solo seis meses después de conocerse, los dos no podían dejar de verse por mucho tiempo. Para Ricardo era casi como respirar estar con Gabriel y para este era lo mejor estar con Ricardo en casa y solo hablar y compartir cosas que le gustaran fuera de la fiesta y el alcohol. De hecho, todo eso lo fue dejando.

 Cumplieron el primer año juntos y se dieron cuenta que jamás se habían tomado la mano en la calle y, una noche que salieron a comprar víveres, decidieron hacerlo pues el camino no era muy largo y quería ver que se sentía pasearse con total libertad. Lo que nunca consideraron fue que el barrio donde vivían era uno de muchas vertientes tanto políticas como sociales y siempre había alguien mirando a los demás. A solo dos calles de su casa, cinco hombres se les atravesaron y empezaron a insultarlos, diciéndoles nombres ofensivos y escupiéndoles a sus pies. En ningún momento Gabriel soltó a Ricardo y confiaron que alguien los ayudaría pero nunca llegó nadie. Incluso vieron una patrulla a lo lejos pero no se acercó.

 Los tipos los golpearon, primero con puños en el estomago y luego con patadas en ese mismo lugar. Y con el pasar de los minutos se volvieron más violentos y sus insultos más fuertes y más hirientes. Cuando se dieron cuenta que ya habían hecho demasiado, tomaron de los brazos a Ricardo y lo apartaron. Otros dos hicieron que Gabriel se arrodillara y empezaron a pegarle, primero con puños y patadas, luego con un tubo que había por ahí. Cuando terminaron, los dejaron allí tirados. Ricardo, como pudo, gritó varias veces pero nadie vino. Llamó a una ambulancia y llegaron tarde, cuando ya Gabriel había dejado de respirar y todo se había terminado. Ricardo se fue de la ciudad y nunca volvió.
 Aunque no todo termina mal. Hay historias que aunque empiezan con obstáculos, terminan mejor de lo que uno espera. Así fue la historia de Pedro que siempre quiso que lo llamaran Samantha. Resulta que desde pequeño, Pedro siempre tuvo un gusto claro por lo femenino. Sus padres nunca le vieron nada de malo, tal vez por que sus padres habían sido hippies. El caso es que Pedro tuvo muñecas y jugaba con maquillaje y demás utensilios femeninos de juguete. También le gustaban, a veces, los carritos y cosas así pero nada se asemejaba a cuando recibía una muñeca nueva o cuando podía ponerse un vestido en Halloween. Y los vecinos y demás tampoco decían nada porque para ellos era probablemente una fase así que no tenían nada que decir al respecto, con tal de que no fuera algo permanente y no se lo “pegara” a sus hijos.

 Pero no fue una fase. Cuando llegó la adolescencia, Pedro se dio cuenta de que él no se sentía bien con su apariencia ni con su situación como ser humano. Sus padres lo enviaron al psicólogo quién no supo que decirle a los padres y les aconsejó tratar de forzar a Pedro a que tuviera gustos más definidos. Desde ese momento se sintieron decepcionados de la psicología y buscaron ayuda en otras partes. La madre de Pedro era la más preocupada, tratando de entender lo que pasaba. Y él se sumía cada vez más en la depresión, sintiéndose sin salida y sin posibilidad alguna de entender que era lo que estaba pasando. Un día decidió suicidarse pero afortunadamente no lo logró.

 Su madre entonces habló con él y descubrieron que era lo que ocurría: Pedro no se sentía bien siendo hombre y siempre había querido ser mujer aunque no era consciente de ello. Cuando pequeño, había sido muy joven para entenderlo pero ahora lo entendía. Pedro nunca se había sentido como Pedro sino como alguien más. Fue así, durante un proceso largo y bastante difícil, que Pedro fue transformándose en Samantha. Fue duro para sus padres pues nadie los apoyó y todos pensaban que estaban apoyando a su hijo de la manera equivocada, que debieron ser más duros en su juventud para imponer “lo que era correcto”.

 Pero Samantha surgió y vivió la vida que siempre quiso. Totalmente mujer, por fin sintió que la vida era tan hermosa como siempre había escuchado que podía ser. Y con el tiempo conoció un hombre que la aceptó por quién era y no por lo que otros creían que debía haber sido. Además Samantha era una guerrera y se había enfrentado, incluso a los puños, con quienes la trataban de engendro o de demonio. Al graduarse de la escuela, se quedó en su ciudad y se casó. La gente nunca cambió y de vez en cuanto oía comentarios o insultos pero lo gracioso era que ella ahora era inmune a todo eso. No le importaba pues su vida había sido lo que ella quería y sabía que toda esa rabia también era por envidia. Porque ella sí sabía quién era.


 La ignorancia puede ser brutal, puede acabar con vidas y destruirlas sin siquiera terminarlas. Pero cuando la gente que está en el borde pelea y aguanta, se vuelven más fuertes y son quienes en verdad se dan cuenta del valor de la vida y de quienes son y porque son, cosas que la mayoría de las personas no saben. En el borde las cosas tienen mayor perspectiva y por eso es posible que nunca estemos con los demás, porque para qué perder esa vista de las cosas que nos hace ver el potencial que tenemos?

sábado, 14 de marzo de 2015

El tiempo

   Todos los hemos pensado alguna vez en la vida: que pasaría si pudiésemos volver al pasado y cambiar algo que hicimos bien por lo que ahora pensamos que deberíamos haber hecho? Y si pudiéramos tener una segunda oportunidad siempre, para enmendar nuestros errores o para hacer las cosas de un modo más favorable para nosotros? El tiempo es algo que nos atrapa y ni nos damos cuenta y nos frustra cuando vemos que es una de esas cosas que no podemos controlas y sobre las que nuestra humanidad es completamente inútil.

 Sé que yo lo he pensado alguna vez. Desde tonterías como tener más tiempo para responder mejor a un insulto o un piropo hasta detenerlo, para poder guardar el momento de una manera más especial, más segura. Después de todo estamos obsesionados con el concepto de “perfección”, un concepto que de hecho es inexistente ya que, por definición, todos los seres humanos somos deficientes en una u otra manera. Incluso aquellos que nacen con cuerpos cien por ciento funcionales o un aspecto físico que responden a los cánones de belleza imperantes, tienen imperfecciones que van más profundo que la superficialidad de la belleza.

 Lo queremos todo bello, bonito, hermoso. Pero eso porque sabemos que el mundo en realidad simplemente no es así. El mundo también es asqueroso, desagradable y enfermizo. La vida es ambas cosas y negar va en directo detrimento de la otra. Cuando deseamos para el tiempo o cambiar lo que hicimos, con frecuencia tiene meta hacer de nuestras vidas algo más ejemplar, algo más nítido y pulido. En otras palabras, algo perfecto. Lo irónico es que si hay algo imperfecto en el mundo, es la vida humana.

 Estamos hechos para equivocarnos. Si no lo hiciésemos, no seríamos humanos sino algo más que no hemos descubierto porque no existe. Y sin embargo, seguimos buscándole ese quiebre al tiempo, una manera de ganarle por lo menos una vez. Esa es la razón por la cual las personas han buscado, durante mucho tiempo borrar las marcas del tiempo de sus cuerpos. Las arrugas, manchas y demás “anomalías” son sistemáticamente borradas, como si se tratase de un libro que hay que ir corrigiendo con el paso de los años.

 Otros viven constantemente con la cabeza metida en el pasado. Están obsesionados con lo que hicieron o dejaron de hacer. A veces incluso están tan decepcionados del presente que preferirían, con seguridad, vivir en un momento pasado en el que el caos fuese menor. Es fácil entender el porqué de la fascinación con el pasado, con lo que ya ocurrió. Se trata, después de todo de un momento en el cual, a pesar de que ciertas cosas ya pasaron, hay otras que no y que podríamos evitar o simplemente solucionar de esa manera. La obsesión del hombre con volver al pasado en obras de ciencia ficción es simplemente porque no aceptamos nuestros errores. Estamos tan adiestrados para ser perfectos, para aspirar a serlo, que cualquier cosa que nos recuerde lo defectuosos que somos nos hiere fuertemente.

 Como hay los unos, los hay de los otros, los que están con la cabeza en el futuro. Esto es sin duda un poco más difícil de comprender ya que no se entiende como alguien puede estar obsesionado, con la mirada fija en acontecimientos que no han tenido lugar. Se trata de aquellas personas que todo lo planean, que tienen una lista y una estructura predeterminada para todo. Son personas que olvidan que la vida biológica de un ser humano no se rige por reglas o por la exactitud. Solo somos y nada más. No somos de una manera determinada ni definida y los que miran el futuro seguido lo olvidan.

 Otra razón es que son personas con mucha fe y esperanza. La mayoría de personas religiosas tienen siempre una parte de su cabeza en el futuro, ya que aspiran siempre a que sus creencias se cumplan. Esperan ver a su dios después de morir o esperan ser salvados de cualquier accidente porque creen que hay alguien que los cuida. Incluso si la vida les demuestra seguido que estamos solo como humanidad, ellos siguen creyendo que en el futuro estarán reunidos con su dios en los cielos o que serán recompensados por sus actos de bondad. Los no religiosos que ven al futuro son simplemente aquellos incansables optimistas, que jamás ven nada de malo en el mundo a pesar de que sin lo malo, lo bueno no existiría.

 El tiempo es calificado sistemáticamente como un enemigo ya que no tenemos herramienta alguna para enfrentarlo. No existe ningún arma o táctica para hacer que se detenga, para hacer que cambie su manera de ser. Porque lo que pasa es que el tiempo solo pasa y sigue, y nada más. Algunos podrían decir que el tiempo es un fragmento de lo que compone nuestro espacio vital, pero otros dirían que el tiempo es solo una línea infinita a la que, como seres mortales, estamos unidos para siempre.

 Para la gran mayoría, el tiempo es un castigo. Que es lo que más impacta en las cortes cuando condenan a alguien? No el lugar de la reclusión o las razones tal cual sino la cantidad de tiempo que es personas estará allí, encerrada. Cual es una de las primeras cosas que preguntamos a alguien nuevo? Su edad. Incluso muchas personas se ofenden si se les hace la pregunta de un momento a otro. Porque ven la edad como algo que los hace cada vez menos perfectos, menos eficientes.

 Es gracioso, si se ponen a pensarlo, ya que el enemigo número uno de la humanidad es el tiempo y, sin embargo, toda nuestra vida la enmarcamos en ese tiempo. Hace mucho nos dimos por vencidos y simplemente dejamos de desafiarlo cada vez que podemos. No encontramos otra forma de manejar nuestras vidas y desde el primer momento de la inteligencia humana sometimos todo lo que sabemos y somos a esa infinita línea del tiempo que nos amarra y simplemente no nos deja ir, ni siquiera cuando ya dejamos de ser parte de este mundo.

 Pero el tiempo no siempre es cruel. Para una mente abierta, liberada de las enajenaciones de la sociedad imperante en el mundo, el tiempo puede ser un aliado implacable. Porque el tiempo pasa pero somos nosotros, después de todo, quienes decidimos que hacemos con él. El tiempo se mueve y no se detiene pero nosotros podemos usarlo para aprender. Porque esa es la razón para la vida humana. Aprender y nada más. No estamos aquí para reproducirnos ni para querernos. Estamos para comprender el mundo y darle algo a cambio. Nuestro intelecto tiene la gran capacidad de usar el tiempo de la mejor manera posible: se trata de crear.

 Es mentira que solo los dioses puedan crear. Cuando se dice eso casi siempre hablan de obras como crear todo un mundo o crear vida de la nada. Pero nosotros podemos hacer las dos cosas. En este momento de nuestra evolución y aunque con los típicos errores de seres imperfectos como nosotros, somos capaces de crear objetos nunca antes vistos, de modificar nuestro mundo para mejorar nuestras posibilidades de supervivencia y de generar vida donde antes no había nada. Personas que no estaban diseñadas para tener hijos, ahora los tienen y es posible que cada vez esto sea más fácil.

 Hay que tomar en cuenta que ya no somos los mismos de antes. Aunque seguimos sometidos bajo el martillo de la guerra, hemos sido capaces, de vez en cuando y en pequeños grupos, de avanzar juntos como una sola especie que somos. Porque al tiempo no le interesan nuestras diferencias. Al tiempo no le importa si eres hombre o mujer, negro o blanco, tu estatura, tu peso, tu preferencia sexual o el color de tus ojos. Eso simplemente no es de interés porque no cambia nada de cómo el tiempo no envuelve y nos afecta.

 Si pudiéramos entender ese simple hecho, podríamos por fin dejar de pelear contra el paso del tiempo y dedicar esos esfuerzos a hacer lo mejor posible con los segundos, minutos, horas y días que tenemos de vida. Porque, a pesar de todo, seguimos siendo tan mortales como lo fuimos en los primeros días de nuestra existencia. Seguimos muriendo, uno a uno, y eso no va a cambiar jamás, sin importar los muchos avances que tenga la ciencia. La muerte, ligada al tiempo es una realidad que tenemos que aceptar.


 Y así como el tiempo, la muerte no debería ser un enemigo nuestro ni tampoco deberíamos tenerle miedo. Porque tenerle miedo a algo que nos hace quienes somos? Porque tener miedo al momento clave de nuestras vidas, aquel en el que entregamos el manto de nuestra existencia. Podemos hacer de ese momento el punto culminante de una vida de la cual estar orgullosos, con errores, deficiencias y sentimientos puros y reales. Porque ni el tiempo ni la muerte son nuestros enemigos sino nuestros aliados más incondicionales.

martes, 9 de septiembre de 2014

Universos

Se han puesto a pensar, alguna vez, en las vidas de los demás? Sean honestos consigo mismos, en verdad lo han hecho? Y no estoy hablando de sus familiares o por breves momentos cuando ven el noticiero y el sentimiento más recurrente es la lástima.

No, yo hablo, por ejemplo, de cuando entran a un gran almacén. Sea una tienda por departamentos o una de esas grandes de utensilios y accesorios para la casa. Nunca han visto a la señora que compra tres o cuatro plantas artificiales porque lo hace y que vida lleva? Yo sí. Imagino que adora las plantas más que a cualquier cosa porque ellas no van a contradecir ni responder. Solo se van a dejar querer y hacer.

Raro pero cierto: todos tenemos nuestras locas patologías y no tenemos que ser psicoanalistas para saberlo. Cada uno de nuestros comportamientos tiene una razón. Lo mismo sucede con ese hombre, el que compra en solitario ropa de cama en una tienda. Yo creería que vive solo, ya que pocos hombres ven esa como una tarea propia, lo cual está claramente mal. Los que lo hacen muchas veces viven solos: se imaginarán dormir por fin con alguien en esas sabanas nuevas? Tal vez cambiar un poco su ambiente para sentirse menos atrapados en su soledad?

Sí, lo sé. no toda la vida es una tragedia. No hay nada más divertido que ver a un niño verdaderamente emocionado en una juguetería al ver el juguete que más le hace feliz, sea cual sea. Nos preocupamos mucho con lo que el niño elija o no pero todo debería estar enfocado en el nivel de felicidad. Si a una niña le hace feliz vestirse de Batman, quienes somos el resto de los humanos para decirle que está mal?

La felicidad, eso sí, siempre es relativo. Muchas veces caminamos por las galerías comerciales y los parques y vemos parejas tomadas de la mano. Este comportamiento no siempre indica un amor profundo, a veces es solo una costumbre adquirida como saludar a alguien de mano o de beso.

He visto parejas en los parques hablando y poniendo atención a lo que dice el uno y el otro. Son una pareja feliz, digo yo. Se entienden y se preocupan por el otro. Muchas veces pueden haber diferencias pero las personas aprenden, como en todo, a derrotar los problemas.

Es preocupante cuando ya ríen demasiado, solo uno de ellos ríe o, pero aún, una de las personas parece el guardaespaldas del otro. Y no, no hablo de esposos con el bolso de la mujer afuera de la tienda de ropa. Hablo de aquellas parejas que todo lo hacen con otros y uno de ellos se vuelve un protagonista secundario en su propia película. Cuando veo parejas así, no es difícil ver el dolor y/o el fastidio del personaje relegado.

Todos también hemos usado, alguna vez, un modo de transporte. Sea el avión, el taxi, el bus o el tren, es apenas humano ver que hacen los demás y sacar conclusiones: somos seres que nos adelantamos a los hechos y a lo dicho. Por mi parte, creo que esta cualidad es una de las mejores del ser humano: allí nace la creación de historias que pueden ser infinitas.

El joven que lleva una patineta y habla por celular: seguro habla con su novia y va en camino a verla. Tomarán un café, se darán besos y luego harán el amor en una de las casas, oportunamente solas, de alguno de los dos.
O ese señor que mira el reloj nerviosamente. Va de camino a una reunión importante y para él lo óptimo es que el tiempo esté de su parte. Tiene todo milimétricamente calculado para poder cerrar un negocio en un tiempo calculado al segundo por él.
Y no falta nunca la mujer mayor. Ella sí sabe de lo que se trata todo esto: mira a los demás pasajeros y, si eres de mucha imaginación y pocos dispositivos electrónicos, seguro cruzaran miradas cómplices cuando estén imaginando las vidas que tienen por delante.

Nuestra capacidad de imaginar es lo que nos hace únicos como raza y nuestra manera de comportarnos ante cada situación es lo que nos define como seres humanos distintos. La igualdad es un concepto puramente jurídico: la realidad es que ningún ser humano es igual a otro y jamás lo será. Cada uno somos un universo, algo pequeño e insignificante en el gran esquema de las cosas, pero único en todo caso.

Por eso algunos comportamientos que vemos en la calle son, muchas veces, incomprehensibles: dos personas tomadas de la mano y todos mirando como si fuera un espectáculo público, una mujer vestida provocadoramente que hace girar más de una cabeza o incluso un niño llorando porque ha perdido algo muy querido.

Lo cierto es que vivimos metidos en nosotros mismo, lo cual es comprensible y apenas obvio. Pero tenemos la capacidad de ser mucho más: de eso se trata la creación que no solo es divina sino muy humana. Quienes no usan esta cualidad lastimosamente quedan encerrados en cuatro paredes mentales y nunca aprenden de la inmensidad de universos que circulan alrededor.

No se trata de que todos seamos creadores todos los días: eso es casi imposible por las amplias limitaciones de nuestros cuerpos y mentes pero es un buen ejercicio diario el imaginar algo, cualquier cosa. Y que mejor que imaginar a partir de aquellos seres con los que compartimos este lugar día a día.

Esa es mi propuesta para todos: hoy, mañana o cuando vean el momento, imaginen la vida de alguien más. Dejen de lado sus atormentadas e importantes vidas y abran su mente al sinfín de posibilidades que nos da este pequeño mundo nuestro.