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miércoles, 26 de octubre de 2016

Modelo de...

   Desde siempre, lo llamaban para lo mismo. Ha pesar de tener una rutina bastante intensa de gimnasio, el trabajo para el que lo llamaban siempre era el mismo.  Se había esforzado por mucho tiempo para ser el mejor en lo que hacía, para poder presentar más de una cara de si mismo. Pero, por alguna razón, siempre lo contrataban para exactamente lo mismo. Como así era, trabajaba medio tiempo en un pequeño restaurante como ayudante de cocina pues esa era su profesión desde un comienzo, tiempo antes de intentar otros caminos.

 Raúl era inusualmente alto para el lugar donde había nacido y desde siempre la gente lo había mirado de manera diferente. No como si fuera un gigante ni nada parecido, sino porque sus movimientos eran algunas veces lentos y torpes. No era inusual que tuviese accidentes tontos con un frecuencia mucho más alta de lo normal. Lo único que hacía en esos casos era disculparse y tratar de que no sucediera de nuevo pero era bastante difícil evitarlo, en especial cuando muchas veces sentía que no tenía control sobre su cuerpo.

 Aunque la cocina había sido su primera pasión, la verdad era que hacía mucho tiempo había perdido el interés en ella. Al menos así había sido desde que, en un viaje al extranjero, un hombre lo había detenido para decirle que tenía pinta de modelo y que le encantaría tomarle algunas fotos para definir su perfil. En ese entonces viajaba con una novia a la que le pareció todo el encuentro muy gracioso y pensó que el hombre era o un charlatán o simplemente le estaba tomando del pelo a Raúl. Él fingió pensar lo mismo.

 La verdad era que la idea le había quedado sonando en la cabeza y por el resto del viaje estuvo mirando la tarjeta que el hombre le había dado. Al final, casi tenía el número memorizado. Pero no tuvo nunca un espacio de tiempo para poder ir a hablar con el hombre. Su ex estaba siempre encima de él, como si le diera miedo despegarse. Así que nunca fue a su cita con el hombre de la agencia de modelaje y su viaje terminó en una pelea por otra cosa con su novia. Poco después terminarían y una de las razones sería la poca fe de ella en él.

 Aunque se le daba bien lo de cortar y cocinar, desde ese viaje a Raúl se le había metido en la cabeza que sí podía ser modelo y que quería intentarlo pues sería un ingreso más de dinero que no le vendría nada mal. Eso era lo que se decía a si mismo pero la verdad era que quería saber si en verdad era tan guapo como para ser modelo. Nunca se había sentido especialmente atractivo y, aunque ahora se mataba en el gimnasio tres horas al día, no sentía que estuviese más cerca de su meta que cuando el tipo le ofreció su tarjeta la primera vez.

 Después de una búsqueda exhaustiva, Raúl decidió lanzarse e intentarlo. Buscó una agencia y pidió una cita. Tenía que pagar para que le tomaran fotos y lo consideraran, no era al revés. Ese día tuvo muchos nervios y se había asegurado de ejercitarse lo suficiente antes de asistir. Sus músculos estaban tensos y aún dolían del esfuerzo físico. EL fotógrafo no dijo nada al respecto. Las únicas veces que le dirigió la palabra fueron para decirle como posar, que hacer para la siguiente toma y nada más. Todo fue menos interesante y fascinante de lo que él esperaba.

 A la semana siguiente volvió para recoger sus fotos y para reunirse con un hombre que le diría cuales eran sus puntos fuertes y sus puntos débiles y si de hecho servía o no para el modelaje. Cuando llegó a la cita, se decepcionó mucho al ver que ya no hablaría con un hombre sino con una mujer. No era que Raúl fuese sexista ni nada por el estilo, sino que le intimidaba mucho más oír criticas de su físico de parte de una mujer que de un hombre. De alguna manera se sentía como si estuviese, una vez más, en una de sus relaciones fallidas.

 Sin embargo, la mujer no pudo ser más amable. Le comentó que en efecto su altura lo hacía bastante interesante para una gran variedad de proyectos, sobre todo en un país donde la gente era bastante pequeña. El inconveniente es que tendría que modelar ropa diseñada casi que para él o sino se vería como un tonto. Hablaron también de su físico y la mujer le confesó que aún le faltaba mucho por hacer en ese aspecto pero eso siempre se podía mejorar trabajando duro en el gimnasio con algo más de intensidad, lo que parecía ser casi imposible.

 Le dijo, además, algo que le pareció inusual y fue que sus manos y sus piernas eran ideales también para el modelaje. No eran excesivamente peludas y eran torneadas y bien definidas, con una piel suave y de un color bastante agradable que no era blanco pero tampoco de un moreno que no le quedara a su complexión. Le mostró varias de las fotos que le habían tomado para que viera lo que ella quería decir pero la verdad es que eso a Raúl le daba un poco lo mismo. Él lo que quería era ser modelo comercial y nada más.

 La reunión terminó con unas palabras de aliento y la entrega de las fotos. La mujer estaba segura que Raúl podía tener un futuro brillante en el mundo del modelaje si sabía aprovechar sus atributos y si se esforzaba mucho más en el trabajo de su cuerpo. Le dijo que enviaría copias de sus fotos a varios conocidos para ver si alguno de ellos estaría interesado en él como modelo. Al final le dio la mano y Raúl la estrechó con una sonrisa tensa: la verdad era que no sabía que pensar de la reunión.

 Días después, mientras cortaba montones de cebollas para la hora del almuerzo en el restaurante, Raúl recibió una llamada en su celular. Era la mujer de la academia que le contaba que un par de empresas estaban interesadas para trabajar con él. Raúl se emocionó bastante y la mujer le pidió que la visitara lo más pronto posible para contarle todos los detalles pues estaba algo ocupada y no podía contarlo todo por el teléfono. Él aceptó y casi no pudo dormir esa noche de la emoción. Parecía que su sueño estaba cada vez más cerca.

 Sin embargo, al otro día, su ánimo bajó de golpe cuando la mujer le explicó que el trabajo era para una empresa que hacía medias. Eran medias para todos los usos y le tomarían varias fotos. La paga era buena pero no increíble ni nada por el estilo. Ella le explicó que la mayoría de planos serían cerrados pero que era posible que un par de las fotos fueran para vallas y revistas, donde un cuerpo entero tenía mucho más sentido. Raúl lo pensó un momento pero la mujer lo convenció de que, para un primer trabajo, estaba mejor que bien.

  La sesión de fotos fue el fin de semana siguiente y Raúl se enamoró de todo lo que tenía que ver con el modelaje desde el primer momento. Le encantaban las luces, el sonido del obturador de la cámara y el silencio del fotógrafo con el que parecía establecer una conexión especial a la hora de posar. Eso sí, todas sus poses tenían que ver con sus piernas y con la gran variedad de medias que la empresa que lo había contratado hacía. Para las fotos, se puso todo ese día al menos unos cuarenta pares de medias, casi siempre sin zapatos.

 Fue divertida como primera experiencia y supuso que mucho más pasaría. Y así fue pero no de la manera en la que él lo estaba esperando. Lo primero es que la compañía de las medias lo siguió contratando con frecuencia pues estaban muy contentos con él. Siempre era para modelar en planos cerrados de sus piernas, pocas veces de cuerpo entero. Lo otro es que todas las ofertas que recibía eran para lo mismo o para zapatillas deportivas o zapatos de varios tipos. Pagaban muy bien y él aceptaba y se dejaba tomar todas las fotos pero su cara no aparecía en ninguna de ellas.


 En parte estaba orgulloso de si mismo pues había logrado convertirse en modelo y, al menos parcialmente, poder vivir de ello. Pero aumentar su rutina a cuatro horas diarias parecía no haber tenido efecto. Lo más cercano a su sueño fue cuando le tomaron una foto sin camiseta para unas zapatillas deportivas pero la foto nunca se publicó. En todo caso, siguió intentando pues sabía que lo tenía todo para triunfar. Había llegado hasta allí y nadie le iba a impedir seguir avanzando, no después de todo lo que había superado.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Modelo a seguir

Era increíble que tuviera miles y miles de fotos guardadas en su computador. Estaba seguro que había limpiado su disco duro recientemente pero aparentemente ese no era el caso. Había fotografías de hacía pocos días, muchas desenfocadas, o mal tomadas o con errores tontos.

Carpetas y carpetas marcadas solo con la fecha y se supone que tenía que encontrar una sola, la que la modelo quería para presentarla ante un agencia. La mujer era insoportable pero le había hecho tantos favores a Luis, que hubiera sido una vergüenza no ayudarle.

El fotógrafo de unos 35 años buscó y buscó. No fue fácil porque ese mismo día había visto por lo menos a seis modelos, así que había seis carpetas, cada una llena de fotos. Y tenía que revisarlas todas porque cabía la posibilidad de que la foto deseada estuviera mal ubicada.

Al abrir la cuarta carpeta, después de revisar sin éxito otras tres, se pegó un autentico susto. Eran las fotos de un joven modelo que, según Luis recordaba, estaba empezando en el mundo de las pasarelas y publicidades y quería fotos donde se pudiera notar su rango.

El joven era bastante guapo y era un modelo nato, no había nada que se le pudiese criticar. A excepción de lo que encontró Luis en la carpeta: varias fotos del modelo desnudo, en posiciones bastante sugerentes y provocadoras.

Luis no podía negar que se veía igual de bien sin ropa que con ella, pero se preguntaba en que momento habían sido tomadas las fotos. Obviamente no había sido él y se supone que su asistente revisaba las tomas cuando las pasaba al disco duro.

Tomó su celular y llamó a Vanessa, su asistente. La joven parecía estar en un lugar con mucha ruido ya que Luis tuvo que retirar el celular de su oído. Como pudo, le preguntó sobre si recordaba al modelo y si había visto las fotos de ese día.

La memoria de Luis era un desastre: resulta que ese día ella había tenido que irse temprano, así que él mismo había pasado las fotos. Ella preguntó el porque de la llamada pero Luis prefirió no elaborar mucho sobre el tema y colgó pronto.

Recostándose en su silla, Luis se esforzó por recordar. No, no se acordaba de haber pasado él mismo las fotos. Seguramente lo hizo automáticamente y ni se fijó. De lo que sí se acordó fue de que había tenido que salir por unos minutos del estudio y había dejado solo al joven, por unos diez minutos máximo. Al parecer el chico había tomado ese momento para tomarse las fotos.

No eran más de 10 fotografías y, por los datos de fecha y hora, habían sido tomadas en un corto lapso de tiempo.

En todo caso, Luis no se explicaba porque el modelo había decidido tomarse esas fotos y dejarlas allí guardadas. Era obvio que quería que alguien las viera. Vanessa no había estado ese día, entonces no eran para sus ojos. Eran para los de Luis, obvio.

Había otra cosa, algo más extraño que las fotos, si es que puede decirse. Luis recordaba, y viendo las fotos también, que cuando el chico había entrado se le había hecho conocido. Esto era extraño porque él no recordaba conocer a un joven como ese. Era la primera vez que lo veía, y no había manera de haberlo visto antes en algún evento ya que el mismo joven había dejado claro que no había participado en desfiles ni ninguno de los eventos a los que Luis iba como invitado.

De pronto se dio cuenta de algo: en una de las fotos, el joven sostenía un papel. Por la luz lo escrito era apenas visible pero, con su habilidad con varios programas, Luis pudo mejorar la imagen al punto de hacer más visibles los números que estaban escritos en el papel. Era un número de celular.

Sin dudarlo, Luis marcó el número y esperó. Los nervios eran bastantes, y él no entendía porque.

 - Aló? - dijo él cuando contestaron.

La voz del otro lado rió.

 - Pensé que nunca me ibas a llamar.
 - Apenas hoy supe tu numero. Porque me lo dejaste?

El joven dudó en hablar por un segundo pero entonces preguntó:

 - No te acuerdas de mí?

Luis, por raro que parezca, sentía algo extraño y no le gustaba.

 - No.
 - Llámame cuando lo recuerdes.

Y el joven colgó. Y esa acción hizo que Luis recordara: la voz, la cara familiar, las fotos. Todo cuadraba.

El recuerdo que vino a su mente era de un día de lluvia, durante sus años de trabajo en empresas. De eso hacía casi siete años. Ese día estaba en cama pero no solo sino con un joven que había conocido en un concierto. Tenía apenas 18 años y soñaba con ser un gran cineasta.

Luis recordó que hablaron de la fotografía. Discutieron porque el chico pensaba que los modelos eran una herramienta para manipular a la gente y Luis decía que no había nada más hermoso que un modelo masculino.

Se vieron por varios meses, durante los cuales discutieron bastante sobre sus diferentes visiones de la moda y de la belleza. Hasta que un día el chico desapareció. Luis entonces tendría una relación de varios años con una fotógrafa y no se acordaría más del joven.

Lo llamó después de tomar un café. Pero el chico ya no contestó. Luis intentó al menos una vez cada día por varios días pero nunca pasó nada.

Solo un día, meses después, Luis recibió por correo una revista que no había pedido. Era un catalogo de ropa de lujo y el modelo era el chico de las fotos. Aquel que él había rechazado, que solo había sido un compañero sexual para él, no más que alguien con quien tomar, fumar y, más que todo, solo tener sexo.