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lunes, 4 de febrero de 2019

Gente del mar


   Cuando se dieron cuenta, el faro ya no estaba ahí.  Había sido destruido  por los vientos del huracán que había barrido la zona durante al menos dos días completos. El faro  era uno de los edificios más importantes de toda la zona:  había sido allí que había empezado el comercio de pescado. Durante al menos tres siglos los pescadores habían obtenido todo lo necesario para sus vidas en el fondo del mar: ostras, peces, langostas, cangrejos y otros muchos animales. Las perlas eran vendidas en los mercados cercanos.

 Las mujeres ricas de las grandes ciudades se habían ataviado durante generaciones con las hermosas perlas pescadas en esa región. Ellas solo preguntaban el nombre del sitio, les parecía muy exótico y luego  lo olvidaban  para siempre. A nadie le importaba recordar el nombre o el aspecto de las personas que vivían allí. A la larga, no eran nada importante para ellos. Lo único que querían saber eran cuantas perlas podían pescarse el año. Todas las otras consideraciones eran irrelevantes.

 Claro que no era así para la gente de la región, para ellos las ostras y sus perlas no eran sino una de las riquezas del mar. Lo que más les gustaba a los hombres era desafiar su fuerza pescando algún gran pez como un atún o un tiburón pequeño. No eran los presas más recurrentes pero eran aquellos que garantizaban un gran reconocimiento por parte de la comunidad. Lo que más anhelaban las mujeres eran las conchas diferentes tamaños y formas. Las usaban para crear artesanías que usaban en sus propios cuerpos.

 El evento más grande en la comunidad era el festival honrando a los dioses  del mar. Armaban barcos enormes adornados con flores y conchas del mar. Quienes remaban hacia el interior del océano en los botes eran las mujeres, los hombres en cambio tenían el deber de construir las barcas.  Su tarea consistía en hacerlas resistentes a todo:  el mar,  su sal y los vientos fuertes que castigaban la región constantemente.  La idea era que los hombres garantizaran el retorno de sus mujeres a  casa, a ellos y a sus hijos.

 El festival podía durar una semana, dos e incluso se había sabido que podía durar incluso un mes. Todo dependía del mar, de lo que estuviera dispuesto a dar y recibir de la gente. A veces las tormentas impedían cualquier interacción con  el agua. En cambio, otros días el sol brillaba en lo alto y el mar era calmo, como un animal que quiere que lo acaricien. Era una relación particular entre los seres de la tierra y aquellos que vivían en el océano. Por generaciones se cultivó esa relación, se hizo más fuerte y se garantizó su existencia, a través de ritos, supersticiones y diferentes medios religiosos.

 Sin embargo, el mundo había cambiado de manera drástica. Después de tantos años, las cosas habían cambiado para siempre. El clima allí siempre había sido variado, pero lo conocían y sabían predecirlo, a pesar de todo. Ya no es así.  La naturaleza ya poco quería tener algo que ver con el hombre. La destrucción es clara y ya no hay manera de echar para atrás. Muchos creen que todavía había tiempo pero ese tiempo ya se acabó. O mejor dicho, se acabó hace ya mucho rato sin que nadie se diera cuenta.

 Los hombres de las ciudades quisieron ayudar a las comunidades de esa remota región pero su misión fue un fracaso. Único que podían hacer era remediar algunos pocos daños ya hechos. Se podían plantar arboles, se podía detener a los pescadores que trabajaban en zonas prohibidas e incluso se podía ayudar a algunas especies a no morir inmediatamente.  Pero para aquellos que ya no existían, ya no había ninguna salvación. Pasarían a ser una hoja más en la larga lista de especies desaparecidas para siempre.

 Muchas de esas especies habían sido compañeras por generaciones de los hombres y las mujeres de esa región. Habían estado allí con ellos cuando su modo de vida apareció por primera vez. La leyenda decía que habían venido del otro lado del mar, de un lugar lejano bañado por el sol, lleno de arena blanca y frutos del mar abundantes. Pero un cataclismo los hizo salir de sus tierras para siempre buscando un nuevo lugar donde asentarse. Esa era la región que ahora muere, lentamente.

 De alguna manera los hombres y las mujeres sabiendo que iba suceder. Sabían que en algún momento la naturaleza se cansaría de ellos o que ellos si cansarían de ella. Algo pasaría que cambiaría por completo su concepción de la vida misma y qué haría qué todo lo que habían conocido, sus ancestros y ellos mismos,  se convirtieran en puros recuerdos. Cosas bonitas en el cerebro pero inútiles a la hora de salvarse.  Era una relación hermosa pero condenada al más grande fracaso. Lo habían esperado así.

 Con el tiempo fueron dejando que hombres y mujeres de otros lugares vinieran a ayudar e Incluso que vinieran a disfrutar de lugar como si fuera un patio de recreo. Tenían que sobrevivir de alguna manera y si la naturaleza iba a cambiar, ellos tendrían que cambiar con ella.  No había manera de que las cosas quedaran como siempre habían sido pues ese mundo ya no existía.  El mundo que veían ahora era uno muy diferente, uno que ninguno de sus ancestros podía haber imaginado jamás. Pero allí estaban y tenían que sobrevivir, era su obligación con los espíritus que los protegían.

 Con el tiempo fue imposible seguir viviendo allí. Uno de los huracanes más potentes de la historia de la humanidad arrasó con fuerza la costa, arrancando árboles, levantando piedras y destruyendo todos los edificios que aún quedaban por ahí. Quienes no murieron,  le exigieron al gobierno,  por primera vez en sus vidas, que les ayudara de alguna manera.  Esto por supuesto tuvo una larga demora. Al fin y al cabo, los hombres de las ciudades no eran conocidos por su rapidez. Pero el caso es que ayudaron.

 Fue así que la gran comunidad del mar, como se había nombrado a si mismos durante generaciones, se fue dispersando por un lado y por el otro. Algunos habían ido dar a la capital,  otros a ciudades mucho más pequeñas y algunos, incluso, nunca volvieron a ver el mar salvo en la televisión y en las películas. La relación que habían tenido con este aspecto de la naturaleza desapareció para siempre al mismo tiempo que sus casas y sus creencias más profundas. A todo se lo fue comiendo la arena empujada por el viento.

 Sin embargo,  los más ancianos trataban de ir una vez más en la región que los había visto nacer antes de morir. Sentían que era su deber pedirle perdón al mar así como a la naturaleza para haber salido corriendo de allí, por haber dejado que otros hicieran con ella lo que quisieran.  Se sentían culpables pues creían que podían haber hecho algo para detenerlos, para aconsejarles que dejaran sus fábricas, que dejaran en paz a la naturaleza. Era muy tarde para lamentarse pero aún así lo hacían, al menos por un tiempo.

 Los hombres de las ciudades trataron de convertir el lugar en uno de sus centros de entretenimiento falso, de esas que están llenos de hoteles, de juego, de placeres sexuales y de todo lo que pudiera querer una persona. Pero no les funcionó por mucho tiempo: las tormentas parecieron quedarse allí para siempre, a pesar de que había algunos días soleados y todavía amables. Era muy caro mantener esas construcciones con tanto viento y tanta lluvia atacándolos a diario.  Pronto sólo hubo ruinas.

 Lo mismo pasó con el resto del mundo. Todo fue desapareciendo, cambiando o evolucionando hacia algo que el ser humano jamás había visto. Eran los resultados de sus acciones, los resultados de no haber querido ver la realidad que nuestra relación con nuestra verdadera creadora.

sábado, 27 de junio de 2015

The Land of Always Sun

   The tribe of the Jaqqaras had one principal concept, one that governed their entire idea of religion, society and politics. It was a simple notion that, against all odds, had helped them survive wars, harsh weather and even almost total extinction. The tribe believed that a land nicknamed by them the Land of Always Sun, laid beyond the horizon and that it was a perfect place, where everything was just and possible. They had adored this place for centuries and would honor it at least once a day. It was the cornerstone of their belief system and many viewed it more important than their god, who was very similar to all the other gods of all other religions. The place was the one who got all the temples and all praising and the one people thought before going to bed.

 The Jaqqaras lived in a steep valley, not far from the ocean where they sailed to catch fish for the community. The thing was that the Jaqqaras where very territorial, even between themselves. Envy was always present and no one could give someone else a gift without upsetting someone in the village. This sounds like a very dire, even dangerous situation, but it was exactly like that. The tribe was not confrontational but rather passive, choosing the words before actually hurting someone physically. They just thought their world was flawed and that there was no point in trying to fix it because that proved impossible. They rather lived as they could and at night they would praise the Land of Always Sun, often by prayer but also with drawings and cultural demonstrations.

 People would gather once a week, often on Sundays, to celebrate what was traditionally called the Forever festival. It wasn’t a big thing because the Jaqqaras were not many and lacked manual skills but they would all gather in their main town’s square and would perform different pieces in honor of the Land of Always Sun. There were dances and poetry and reading of beautiful literature. The children showed their drawings and the elderly shared their experiences, often-incredible tales about how when they were young they thought they had seen the Promised Land. The elderly were actually very respected as it was thought that when a Jaqqara died, his soul would travel across the sea to the Land of Always Sun and live free and happy for the rest of Time.

 The Festival was actually the only happy time or uniting time in the life of the Jaqqara people. Nothing else made them feel fulfilled as human beings, not even love or any other feeling. If a person from another part of the world would visit them, they would think that the Jaqqara were just lazy people who would rather believe in a perfect world than make their own And there had been some that had tried to change their community for the better but all those attempts failed because they were seen as disrespectful towards the Land of Always Sun and that was practically heresy.

 Those who believed that perfect world could be achieved in their actual lifetimes were often expelled from the community, thrown out of the main valley and every possession linking them to the tribe would be taken away from them. It hadn’t been unheard of that someone had been expelled and it was always the worst for their families, because they had to stay behind with the shame of having someone in their family that did not believe in the most essential piece of their beliefs. It was always hard for them at first, both the family and the expelled, but the wounds always healed fast. The person outside would find what they were looking for and the family would forget about said person.

 It had to be noted that the Jaqqara people were practical and never complicated themselves with nonsense. They didn’t like their lives to be disturbed because they preferred to be thinking about how perfect to World Beyond was. Most of them believed every person had a chance there. They all had beautiful grand houses and beauty was the norm. In the Land of Always Sun, everyone always had enough food for the day and they didn’t have to struggle with fishing or hunting. Food would just be there for the taking. They would also have money to trade stuff and stuff to trade and every single thing they could ever want would be just there, waiting for them to grab them.

 Beauty was actually a big deal in the tribe and people who were considered beautiful were the ones who often had more power than the rest. As in any other tribe, there were chieftains but the Jaqqara didn’t think their god chose them or anything like that. They actually chose them in a voting based on their looks. Of course, not everyone had the same criteria when choosing who was the most beautiful man or woman but they were always happy with the results and no one had ever contested any of the winners. They chose a man and a woman that would rule together. They would have to marry and would have to end any prior marriages to rule the tribe. People viewed this as an honor and if someone had to separate because of it, they would do it gladly and without resentment.

 Another big belief of the Jaqqara was that there was no use in doing any big things in the world, meaning that exploring of their region or of the sea was pointless. They would build houses in the place they needed and that was it. Some were healers and learned that trade but there was not other thing people could actually decide to learn or to pursue. They were all villagers who went fishing in the morning and that took care of some crops in the afternoon. They had reserves in land to eat when the fish was bad or to accompany fish when the Festival came, when they would eat more and make a little less boring.

 That was all their life and most of them were happy about it. But one thing that always happened was suicide. Seeing their belief system, it came as no surprise that many people just killed themselves in order to get to the Land of Always Sun faster. They would do it because they thought it was just stupid to live this silly life if they could be having a grandiose one with all the food they could have and beauty and all the fun and happiness in the world. For those who did it, often in the woods or in a boat in the middle of the water, it made perfect sense and it felt to them that that was the real meaning of their belief. And the rest of the tribe had nothing to say about it because, for them, suicide was not something bad at all.

 Most agreed that it was a natural means of control of the population, so they didn’t really say much about it. What they did say was that people who killed themselves to get to the Land of Always Sun, were just taking a shortcut and that their god, and this was the only real function he had, would most likely decide to put them in a special part of the land where they would be less happy than other. Actually, a full life of living in this flawed world would give a person all validity to have every single thing they wanted in the other life. In few words, they had earned it. A person that committed suicide hadn’t earned it yet so they wouldn’t really get the same treatment. Nevertheless, it kept happening.

 The Jaqqara lived in such a remote region that hey were never discovered by anyone else and that also meant that no other person had contaminated their conception of the world. Although some believed the first people of the tribe had come in canoes from the southern part of the world, no one knew for sure and that most have been at least a thousand years ago so it didn’t make any difference to them. They had decided to believe in that land and many even thought it was all a lie. But it was their lie and it kept them going, it kept them from destroying everyone else and everything in their sight. Those beliefs made them feel less alone and less small in a word that seemed enormous, especially when they were fishing.


 They were not pacifists or warmongers. They had just decided to live together and do what was necessary to survive and just live like that, with no other worries or problems. They thought it was unnecessary to complicate things because the best life one could live was one that could be honored when they died and their god decided what kind of life they would have in the Land of Always Sun. Because that was their beacon, that was the lighthouse that lit their lives and made them who they were. The thought of a place where they could be with whoever they wanted, where they could eat as much and whatever they wanted and where they could be who they were, was just to powerful and too beautiful to ignore.