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viernes, 27 de enero de 2017

Ama de casa

   Cuanto tuvo todo listo, Gloria contempló la mesa con orgullo. Sin embargo, no se sentía tan contenta como en otras ocasiones. Se había pasado prácticamente todo el fin de semana cocinando para su familia pero no se sentía como antes, cuando ansiaba verlos comer y saber cuales serían sus reacciones. Ahora que veía la mesa llena de fuentes y cuencos con comida, sentía un vacío extraño en su interior. Era como si algo que siempre había estado allí, de repente se hubiese esfumado.

 Apenas sus hijos y su esposo llegaron, trató de concentrarse en preguntar como les había ido buscando los últimos regalos que faltaban comprar. No estaban muy contentos. Se limitaron a decir que el centro comercial estaba lleno de gente y que casi no se podía caminar. Ella les preguntó si habían conseguido lo que faltaba pero ninguno de ellos le dijo nada más, cada uno yendo a un sitio distinto de la casa. La cena era por la noche y, al parecer, no querían ver a nadie hasta entonces.

 La gente empezó a llegar después de las siete. Fue la misma Gloria quien los recibió, después de ponerse el vestido que había comprado para la ocasión, de pelear con su marido porque él no quería vestirse de una vez y de calentar la comida que necesitaba estar a una buena temperatura. Fue recibiendo a amigos y familiares hasta que hubieron unas veinte personas en la casa. Supuse que por el ruido y las voces, sus hijos y su esposo por fin habían decido bajar a unirse a la fiesta.

La cena como tal empezó a las nueve, la idea siendo que terminarían hacia las once. Podrían entonces hacer una pausa, tal vez comer algo de postre y luego, después de medianoche, los regalos podrían ser abiertos. Había al menos uno para cada uno, Gloria había sido muy cuidadosa con ello, o al menos eso había hecho con la lista que les había dado a su esposo y a sus hijos. Quiso ir a revisar los regalos pero la gente le hablaba seguido a ella para pedir más comida o al ver que los demás no parecían tan interesados.

 La cena estuvo deliciosa. Todas las personas disfrutaron cada uno de los platillos, sin importar si eran ensaladas o algún tipo de carne. La mayoría de los invitados la felicitó por su sazón pero otros al parecer habían decidido no decir nada. A ella le gustaba pensar que se les había olvidado mencionarlo pero en su subconsciente sabía muy bien que no se trataba de eso sino de que no querían agradecerle a propósito. Trataba de no pensar en ello pero a cada rato veía algo que le indicaba que a ellos, a sus hijos y a su esposo, no les importaba mucho nada de lo que ella hiciera.

 A la hora de los regalos, la mujer casi pasa un momento de vergüenza pues uno de los niños pequeños de una familiar casi se queda sin regalo. Al parecer no le habían comprado el juguete para bebé que ella había puesto en la lista. No habiendo otra opción, se hizo la que iba al baño y entonces fue a uno de los armarios donde guardaban cosas viejas y encontró un peluche que su hijo ya no usaba. Se lo dio al bebé sin dudarlo y así pudo evitar un problema o eso creyó ella.

 Cuando fue momento de despedirse, su hijo mayor hizo un escandalo a propósito del peluche. Fue tan exagerado, que le ordenó que se fuera a su cuarto, lo que causó una airada pelea con su marido frente a los invitados que quedaban. Él había bebido demasiado y parecía estar buscando pelea, como si en verdad quisiera enfrentarse a alguien. Ella manejó primero lo de los invitados que quedaban, acompañándolos a la puerta y disculpándose en nombre de su esposo.

 Después de dejar la cocina limpia y ordenada, aprovechando así un momento lejos de su borracho marido y de sus hijos, Gloria volvió a su habitación para encontrar que su esposo se había quedado dormido encima de la cama, sin quitarse la ropa. En otro tiempo ella le habría quitado todo, puesto la pijama y acostado correctamente, pero esa noche simplemente no tenía ganas de hacer nada de eso. Estaba muy cansada y de más de una manera. Esta vez, las cosas tendrían que quedarse como eran.

 Se acostó como pudo al lado del cuerpo inerte de su esposo y, menos mal, pudo quedarse dormida casi al instante. Al fin y al cabo estaba cansada de todo su trabajo del día. Empezó a tener un raro sueño con un insecto gigante cuando se despertó de repente en la mitad de la madrugada. Parecía que iba a amanecer pronto. Su esposo al parecer se había ido a la sala y tenía puesta música a todo volumen. Ella estaba tan cansada que solo se puso de pie para cerrar bien la puerta de su cuarto y tomar unos tapones de oídos de su mesa de noche.

 No volvió a soñar con el insecto pero sí tuvo otro tipo de pesadilla, de esas que parecen repetirse una y otra y otra vez y no dejan que la persona se libere de ella. Cuando despertó, estaba visiblemente cansada, no sentía que hubiese descansado nada. Se levantó sin embargo para hacerle el desayuno a su familia pero ninguno de ellos estaba despierto. Su marido, de hecho, ni siquiera estaba en la casa. La sala estaba desierta. Decidió que no se iba a preocupar y se puso, de nuevo, a cocinar. Sus hijos, como siempre, se sentaron a la mesa sin decirle nada, ni siquiera un “Hola”.

La Navidad pasó y también el Año Nuevo. La vida para Gloria seguía como siempre, sin cambios demasiado pronunciados pero con ese gusto extraño que seguía insistente en su boca y en su mente. Cada día sentía con más fuerza que había algo que no cuadraba para nada. Era como si algo faltara pero podía ser también que había algo de más en su vida. Era muy difícil saber que era lo que le pasaba, por lo que fue a un psicólogo pero eso solo fue una manera de tirar el dinero.

 Intentó tener relaciones sexuales con su marido, haber si lo que le hacía falta era eso pero fue más complicado llevarlo a cabo que pensarlo. Su marido no parecía tener el mínimo interés y ella se dio cuenta entonces de dos cosas: lo primero era que ella tampoco tenía ganas de acostarse con él. Lo segundo era que así no era como había sido en el pasado. Antes no había tenido que rogar para que su esposo la tocara y eso era algo que, así no quisiera, no le gustaba para nada.

 Intentó ver si era que necesitaba mantenerse ocupada pero tenía tanto que hacer en la casa que estuvo segura en poco tiempo que esa no era la razón. Se la pasaba limpiando y cocinando, haciendo cosas para los niños y para su marido, yendo de un lugar a otro, haciéndoles comprar y recibiendo a cambio respuestas frías o desproporcionadas, como si ella adivinara que por alguna razón a su hijo ya no le gustaba nada el amarillo y que a su marido nunca le había gustado su carne al horno.

 Un día, se encontró desviándose de su ruta normal al supermercado para ir a un parque lejano que no conocía bien. Paró antes de llegar para comprar algo en una tienda. Llevó la bolsita que le dieron al parque y allí la abrió mientras miraba a la gente y a la naturaleza. Se había comprado un galón de helado para ella sola y también una botella pequeña de tequila. No sabía porqué pero eso era lo que había hecho y le parecía lo más natural del mundo. No tenía deseos de volver a casa y solo quería quedarse allí por un largo rato más, disfrutando del momento.


 Cuando llegó el atardecer, Gloria se dio cuenta de la hora y regresó a su hogar sin demora. Apenas abrió la puerta, recibió un regaño de su marido por no recordarle una reunión del colegio de los niños y estos se quejaban de nuevo por alguna otra cosa. Gloria, ya sin reacción aparente, subió las escaleras, y con toda la calma del mundo, metió la mayoría de su ropa en una gran maleta y luego la bajó, sin que ellos se dieran cuenta, al automóvil. Estaban tan ocupados ignorándola, que no vieron cuando subió al coche y se alejó de sus vidas para siempre.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Suicidio

   Con mucha paciencia, lo fue preparando todo. Arregló sus cuentas pendientes, sus deudas, habló con quien había que hablar y trató de disfrutar lo mejor que pudo del poco dinero que tenía. Era más que suficiente para darse algunos gustos durante ese último mes, como ir a comer a los mejores restaurantes y viajar un poco. Con cada día que pasaba, su determinación no se veía afectada en lo más mínimo. Pensaba igual que en el día en el que se le había ocurrido todo y no creía que hubiese manera para que las cosas se echaran de para atrás.

 El día indicado, inició su día como siempre, excepto que salió muy temprano y su apartamento parecía listo para una mudanza. Se puso su mejor ropa, aunque no sabía muy bien si eso tenía sentido, y salió de su casa caminando con seguridad. De camino al punto elegido, pensó en todo lo que dejaba atrás, en todas las personas y en todos lo que nunca tendría la oportunidad de experimentar. No era que se estuviese echando para atrás sino que era casi imposible no tener un pequeño momento de reflexión momentos antes.

 Al llegar al lugar, lo hizo sin miramientos, sin dudarlo un segundo. No había cambiado de parecer, sus razones seguían siendo para él demasiado fuertes para no hacer las cosas como terminó haciéndolas. Trepó la barrera del puente con agilidad y algunos ocupantes de automóviles que pasaban por allí se dieron cuenta cuando estaba y de pronto ya no era así. Incluso hubo uno que frenó y salió del carro, corrió a la baranda metálica y miró hacia abajo como esperando un milagro. Pero nada parecido podía haber pasado. El hombre estaba muerto.

 El cuerpo fue recuperado del agua varias horas después de que el conductor llamara a la policía. Si hubiesen llegado al instante, tal vez lo hubiesen salvado aunque eso hubiese significado una vida de esas que no es una vida de verdad. Suena raro pero era mejor que estuviese muerto, como lo estaba. Pronto notificaron a la familia y todos sufrieron lo que debían sufrir pues así sucede siempre cuando alguien decide que este mundo es demasiado o muy poco para ellos. La familia organizó todo de forma rápida y muy privada de modo que muchos solo supieron de la muerte meses después.

 La policía tenía la obligación de hacer una investigación pero fue cerrada meses después porque jamás se encontró nada. No había nota suicida ni ningún indicio en redes sociales ni nada por el estilo que indicase que el hombre iba a cometer semejante cosa. Lo único era el pequeño apartamento listo para mudanza. La razón real para eso es que había dejado todo, legalmente, a su hermano menor. Nadie nunca lo había sabido pero eso tenía muchas razones, la principal siendo que él no quería tener nada que no fuera suyo.

 El apartamento había sido propiedad de sus padres pero ellos se lo habían dado un año atrás, para que viviera solo y así tratara de conseguir un trabajo. Ellos se encargarían de los gastos del lugar mientras él lograba ganar dinero, luego lo haría él como pasa con cualquiera. Pero el problema fue que nunca consiguió un trabajo. Iba a todas las entrevistas que podían existir pero jamás lo elegían para nada ni lo volvían a llamar. Era como si estuviese maldito o algo por el estilo. El caso es que el apartamento nunca se sintió como suyo y por eso quiso cederlo.

 La verdad era que él no sentí que se hubiese ganado nada en la vida. Había logros que había alcanzado, claro, como cualquier otro ser humano. Pero habían sido logros alcanzados por medio del dinero y no por su calidad como profesional ni nada por el estilo. Nunca había sido reconocido por su talento ni por su personalidad y, de un tiempo para acá, se dio cuenta de que ya no quería vivir a punta de mendigarle a sus padres o a cualquier otra persona. Simplemente no quería una vida en la que siempre fuera un fracaso evidente.

 Por eso había hecho lo que había hecho. Y estuvo seguro hasta el último instante. La policía cerró el caso sin mayores razones que asegurar por el lugar del hecho que había sido un suicidio. Pruebas como tal no existían pero, para ellos, no eran necesarias. Lo que había ocurrido era bastante evidente y era común no insistir demasiado en los suicidios pues la familia siempre estaba con mucho dolor y prolongar la investigación solo hacía que ese dolor fuese mucho más intenso de lo normal. Así que lo mejor era dejarlo así.

 Nunca le dijo a sus padres, ni a nadie en realidad, que él no sentía que fuese capaz de trabajar. No podía hacer nada que requiriera un contrato con un salario y reglas de juego establecidas. Mucho menos si el trabajo requería de su presencia en oficinas mejor construidas para gallinas que para seres humanos. Nunca sintió que su lugar estuviese en ninguno de los trabajos para los que se postulaba. Solo lo hacía porque sentía que esa era su responsabilidad como ser humano. Pero jamás estuvo ni ligeramente interesado por ninguno de esos puestos.

 Eso lo habían notado todas las personas que lo habían entrevistado en ese año durante el cual estuvo intentando ser contratado: a veces era demasiado sincero y a veces abiertamente hipócrita. A veces era muy tímido y otra intentaba tanto ser extrovertido que pasaba por alguien con serios problemas mentales. Además estaba su aspecto que jamás iba a ser ni remotamente parecido al de todos los demás hombres que tienen un trabajo estable como esos para los que se presentaba.

 Para cualquiera que hubiese querido ver las señales, allí estaban. Pero la verdad fue que nadie se interesó porque tenían sus propias vidas y porque pensaban que las cosas no podían ponerse peor. Ese siempre ha sido el error de muchos, al creer que todo es estable y siempre seguirá igual hasta el fin de los tiempos y obviamente las cosas no son así. Siempre hay señales o indicios, siempre hay alguna palabra o actitud o incluso la falta de ciertas cosas. No se trata de culpar a nadie sino de darse cuenta que siempre se puede prevenir.

 Pero de seguro el jamás se lo hubiese perdonado a nadie si lo hubiese “salvado” de ese destino. Como se ha dicho en varias ocasiones, él estaba muy seguro de lo que iba a hacer. Ese día caminó con determinación y no dudo ni por un segundo. ¿Como se hace para detener a alguien que no tiene ninguna duda de lo que está a punto de hacer? Tal vez sea algo posible pero no hay certeza acerca de si se puede detener y mucho menos de si se debe hacerlo. Porque siempre pensamos desde nuestro punto de vista pero jamás desde el de la persona que se suicida.

 No es algo simple, al contrario, es algo complicado que siempre será difícil de entender para la gente que está viva. Pero si en verdad se conoce a la persona, al difunto mejor dicho, de seguro se sabrá llegar al mismo lugar en el que estuvo esa persona para decidir lo que decidió, para vivir su vida en sus últimos días como él lo hizo. No es algo complicado ni supremamente imposible de entender. Se podría incluso decir que es uno de esos hechos de la vida, que suceden y simplemente no hay control sobre ello porque solo somos seres humanos.

 Él quería escapar del dolor, de la vergüenza, del cansancio y de muchas otras cosas que lo estaban presionando. Los ignorantes dirán que no tuvo la fuerza ni el empuje necesarios, dirán que fue débil y que escogió el camino de los cobardes. Muchos dirán que no hizo lo suficiente y que debió ser más fuerte de lo que era, entrenarse incluso para ser una persona diferente, si es que se había dado cuenta que ser él mismo no servía de nada. Algunos cambian así para evitar un desenlace igual al de él pero la verdad es que no saben nada.


 A veces hay personas que no pueden ser nadie más sino ellos mismos. A veces hay personas que simplemente no pueden lidiar con el mundo como es y no pueden ponerse un velo frente a los ojos como para que no duela tanto. Hay personas que no tienen la habilidad de mentirse a sí mismos, no pueden pelear cuando saben perfectamente que van a perder. Algunos toman el camino más difícil porque morir es de todos pero elegir la muerte jamás será de débiles sino, tal vez, todo lo contrario.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Superhéroes

   Todo el mundo recordaba con claridad el día en que los superhéroes decidieron quitarse sus máscaras y revelar sus identidades. Fue algo increíblemente chocante pues sucedió casi al mismo tiempo en cada rincón del mundo. Al parecer, lo habían planeado así para que pudiesen estar todos untos en semejante momento tan difícil para cada uno de ellos. Al fin y a cabo, era su identidad la que estaba comprometida. Al revelar sus identidades, sabían bien que ponían en peligro a las personas que más querían en el mundo.

 El problema era que, desde que habían surgido hacía ya algunos años, la gente había empezado a perderles confianza, al punto de preferir no ser rescatados por ninguno de ellos, pues en muchas ocasiones la cantidad de daño que hacían era muy superior a la cantidad de ayuda que proporcionaban. Por supuesto, no era algo que hiciesen a propósito. Lo que pasaba es que había cada vez más héroes jóvenes y esto significaba que tenían menos experiencia de campo. Muchas veces no sabían muy bien que hacer y entonces ocurrían las tragedias.

 Los gobiernos fueron quienes se reunieron, a puerta cerrada, y decidieron que la única manera de que la gente estuviese a salvo todo el tiempo era manejar todo lo que tenía que ver con los superhéroes. Es decir, que ellos dejarían de involucrarse por su cuenta y pasarían a ser enviados especiales de cada uno de los gobiernos. Serían los cuerpos gubernamentales quienes asignarían a cada uno de los héroes a situaciones delicadas. De esta manera enfocarían sus esfuerzos y poderes en las situaciones donde más los necesitaban.

 El problema que veían los héroes era que, de esa manera, no podrían ayudar a la gente en misiones pequeñas y urgentes como alguien ahogándose o cosas por el estilo. Esperar a ser autorizado para actuar podría ser para muchos la diferencia entre la vida y la muerte. Además estaba el punto del registro, en el que los gobiernos instaban a los héroes a revelar su identidad para así eliminar el factor “vigilante” y tener una situación de confianza total entre las personas, los gobiernos y los superhéroes. Estos últimos, no estaban nada convencidos.

Hubo algunos que decidieron retirarse en ese mismo instante. Es decir que jamás ayudarían a nadie más porque no deseaban quitarse la máscara y revelar quienes eran. La mayoría de los que hicieron eso tenían razones de peso: durante sus muchos años de peleas, habían logrado establecerse en alguna parte y formar una familia, algo que la mayoría de héroes no se planteaba ni remotamente. No querían sacrificar algo que les había resultado tan difícil de conseguir y menos por un sistema que tenía más fallas que soluciones, según ellos.

 Los que no se retiraron de todas maneras eran bastantes. Muchos eran jóvenes y, o no entendían el alcance de lo que les pedían o simplemente no tenían nada que perder. Era algo trágico pero había muchos de ellos que no tenían familia. Sus poderes habían surgido de situaciones difíciles y algunos ya habían perdido todo lo que hubiesen querido conservar. Veían lo de revelar su identidad como un paso más y no como un problema o una solución. Mejor dicho, les daba igual.

 El día que revelaron sus identidades, la gente se sorprendió con muchos de ellos y con otros la reacción fue de apenas sorpresa. A muchos se les notaban sus cualidades de superhéroe pero otros en verdad fueron una sorpresa porque no parecían del tipo de persona que se sacrificaría por otros. Durante semanas se le puso atención a la noticia y casi todos los días se hablaba en los medios de alguno de ellos, sin su permiso. La excusa era acercar los héroes a la gente pero lo único que querían era vender periódicos y revistas a costa de otros.

 Los gobiernos acordaron premiar a cada uno de los héroes con medallas de servicio a la comunidad. De esa manera, pensaban que podían ponerlos completamente de su lado y tratar de opacar los comentarios que hacían en los medios de cada uno de ellos. En todo el mundo sucedió lo mismo y se notaba que no era algo que fuese a terminar en un futuro próximo. De la nada, la gente estaba obsesionada de nuevo con los superhéroes ahora que sabían quienes eran. Querían hacer parte de la discusión y por eso todos contaban sus historias que tuviesen que ver con uno de ellos.

 Era de esperarse que la participación de héroes en enfrentamientos o en misiones de salvamento se redujo considerablemente. Los gobiernos limitabas de manera tajante la participación de ninguno de ellos a menos que de verdad fuese necesario. Por eso cuando uno ellos ayudaba las cosas se ponían difíciles pues la gente se amasaba para tomar fotos y pedir autógrafos y no dejaban que el héroe en cuestión hiciese lo que debía hacer en el momento. Las personas siempre habían sido una distracción pero ahora era cada vez peor.

 Además estaba el acoso fuera de los campos de batalla. La gente se obsesionaba con los súper y lo que hacían era averiguar donde vivían y que hacían en su vida diaria. Aparecieron en internet miles de fotos de muchos superhéroes en varias situaciones, la mayoría una clara evidencia de invasión de privacidad. Muchos de ellos denunciaron el hecho pero los gobiernos les respondían que ahora eran propiedad del estado y también del pueblo por lo que no había nada de malo en que tuviesen seguidores, por muy insistentes que fuesen.

 El verdadero problema vino cuando grupos de personas que siempre habían odiado a los superhéroes se reunieron y decidieron actuar. Aunque de esos grupos había en todas partes, uno en particular debía ser notado. Eran más que todo hombres de zonas alejadas, no urbanas, que creían que los seres con poderes extraños eran algo así como acólitos del diablo. Por eso decidieron buscar en sus regiones a cualquiera de ellos y encontraron a un joven que solo había participado en algunas misiones pero que no tenía la experiencia de los héroes más conocidos.

Sin embargo, eso no le importó a la turba enfurecida. Lo rastrearon sin que él supiera nada y una noche invadieron su casa, ataron a sus padres y se los llevaron hacia el bosque. Durante toda la noche lo patearon, lo golpearon y lo azotaron con ramas para obligarlo a revelar sus poderes. Ellos no entendían, o no querían entender, que sus poderes eran de la mente como leer pensamientos y cosas por el estilo. Ni siquiera podía influenciar las mentes porque no tenía tanta práctica. La turba lo acosó hasta que el chico no resistió más y reveló un poder que no sabía que tenía.

 Algunos de los secuestradores resultaron heridos pero eso no fue lo más grave. El jefe del grupo se asustó terriblemente y lo primero que pensó, y que luego hizo, fue apuntar al chico con una pistola y dispararle toda una ronda de balas. Por supuesto, el joven con poderes murió al instante. Sin embargo el grupo se dio cuenta de que eso había sido mucho más de lo que se habían propuesto hacerle. Ellos solo querían acosarlo y hacer que se fuera de su región.

 Dejaron tirado el cuerpo en la mitad del bosque, esperando que nadie lo encontrara. Sin embargo, la familia fue encontrada amarrada y ellos denunciaron a la policía que uno de los suyos no estaban en la casa. No demoraron mucho en encontrarlo, todavía lleno de sangre y casi irreconocible por la cantidad de disparos. Al llegar la noticia a los medios, hubo revuelo instantáneo, sobre todo de los héroes que ahora vivían expuestos a que todo el mundo supiese quienes eran. Exigieron protección del gobierno y garantías pero los gobiernos eran lentos.


 Muchos decidieron volver al anonimato o renunciaron por completo a su carrera como superhéroes. Se perdieron entre los miles de millones de personas en el mundo y nunca más se supo de ellos. Lentamente empezaron a morir más personas por todas partes, pues nadie los rescataba de desastres naturales o ataques humanos. El mundo de los superhéroes ya no existía pues la misma gente lo había querido así- Y ahora se arrepentían pero eso ya no servía de nada. Era muy tarde pues esos seres especiales habían entendido que no eran más que ciudadanos de segunda clase.

viernes, 7 de octubre de 2016

Paz

   Toda la gente sonríe. Es de los más extraño que he visto. Saludan de buena manera y se nota que no lo hacen por compromiso o porque les tocará por alguna razón. Lo hacen porque de verdad parecen estar motivados a hacerlo. Suena raro decirlo y puede que los haga parecer como monstruos pero es que la mayoría de veces las cosas no son así. O al menos no era así hasta hace unos meses en los que todo dio un vuelco bastante importante y ahora parece que todo el mundo siento en lo más profundo de su ser un compromiso con la calma.

 Al salir de la tienda también me doy cuenta de ello: la calle está llena de vehículos y, en otra época, todos estarían haciendo ruido como si este sirviera para empujar a los carros de adelante y hacer que el tráfico fluya. No, eso no pasa ahora. La masa de vehículos se mueven lentamente y en pocos minutos se diluye el tráfico pesado. Nadie hizo uso de su claxon ni de gritos ni de nada por el estilo. Era como ver una película de esas de los años cincuenta en que todo el mundo trata bien al prójimo. Excepto que los cincuenta fueron hace mucho tiempo.

 Aprieto mi mano alrededor de el asa de la bolsa de la tienda. Llevo algo de pan fresco, pasta, tomates y muchos otros ingredientes porque hoy soy yo el encargado de la cena. De hecho, comí algo ligero antes de venir a la tienda porque sé que va a quedar mucho para comer en la noche. Recuerdo esos tiempos en los que me cuidaba exageradamente haciendo mucho ejercicio de mañana y de noche. Ahora lo pasé todo a la mañana o sino no me da tiempo de hacer nada. Debo decir, con orgullo, que soy un hombre de casa y ese es mi oficio.

 Cuando pienso en eso siempre me da por mirar el anillo que tengo en el dedo anular de la mano derecha, la mano que ahora sostiene los alimentos. Peo no me distraigo por mucho rato porque o sino puede que me estrelle contra alguien o que tropiece contra algo. De hecho, como si fuera psíquico, me estrello contra un hombre gordo y voy a dar directo al suelo. Algunas de las cosas se salen de la bolsa y me pongo a recogerlas. Para sorpresa mía, una manos rojas me ofrecen mis tomates. Cuando miro su cara, es el hombre contra el que me he estrellado.

 Me disculpo y creo que soy yo el que está más rojo que nadie ahora. Le recibo los tomates y me disculpo de nuevo. Pero el hombre me dice que no es nada, que es algo que suele pasar y que tenga cuidado porque puede ser peligroso. Mientras el hombre se aleja, me le quedo mirando y pienso: ¿Qué le está pasando a la gente? Se oyen todos tan distintos, como a si todos los hubieran cambiado por unos muy parecidos pero mucho más calmados. Es casi la sinopsis de una película de extraterrestres. Sonrío para mi mismo y sigo mi camino.

 La tienda a la que voy me gusta porque vende los productos más frescos. Incluso la pasta está recién hecha ahí mismo. Lo único que no hacen son las cosas que ya vienen en envases pero de todas maneras es un lugar que siempre me ha encantado. Allí también me atendieron de la mejor manera el día de hoy y eso que antes había habido ocasiones en las que incluso la cajera parecía ignorar mi presencia frente a ella. Hoy, en cambio, una joven me siguió por todos lados recomendándome productos para usar esta noche.

 La verdad no sé que pasa pero sé que no me incomoda para nada. La gente solía ser grosera y cortante, como si todo el tiempo quisiera pelear con alguien, no importa si verbal o físicamente. De hecho, no era extraño oír discusiones en la calle o incluso en el mismo edificio donde vivo. En cambio ahora no se oye nada salvo las ocasionales risas o las alegrías y tristezas de los que ven los partidos de futbol, que no han cambiado en nada. En todo caso prefiero como son las cosas ahora aunque tengo que reconocer que no me acostumbro fácil.

 Mi hogar está bastante cerca de la tienda, a unos quince minutos caminando casi en línea recta. Siempre me ha gustado ver a la gente caminar por ahí, ver que hacen y que dicen y que hay en las calles en general. Me detengo siempre en varios locales para mirar lo que venden o para descansar un rato. No, no es que esté físicamente cansado sino que tengo tanto tiempo por delante que no quiero llegar tan rápido al apartamento. Es un día muy hermoso, de esos que casi no hay en una ciudad tan lluviosa y nublad como esta.

 Al sentarme en una banca, me doy cuenta del brillo del sol, de cómo acaricia el pasto y las caras de la gente. Es un sol gentil, no brusco ni invasivo. No me quema la cara sino que la acaricia con una suave capa de calor que a veces es tan necesario. De repente, a mi lado, se sienta una niña pequeña que lleva a su perrito amarrado con una cuerda rosa. Le sonrío cuando me mira y ella hace lo mismo. El perrito incluso parece sonreír también, aunque puede que eso sea más porque está cansado de caminar bajo el sol con su cuerpo peludo.

 Pasados unos segundos, me doy cuenta que la niña también descansa de su paseo. Y además me doy cuenta de otra cosa: está sola. Miro alrededor y no hay ningún hombre o mujer que parezca estar con ella. No hay nadie buscándola. La miro de nuevo pero esta vez está mirando un celular. Parece que mira un mapa o algo parecido. Trato de no mirar pero la situación es tan extraña que es casi imposible resistirse. Sin embargo, la niña se pone de pie de un brinco y empieza a caminar hacia la dirección opuesta a la mía. Sola, con su perrito detrás.

 Yo me pongo de pie poco después, cuando me rindo y dejo de tratar de entender como una niña tan pequeña puede estar por ahí sola, como si nada. La gente de verdad se ha vuelto loca o… O no. Ahora soy yo el que está siendo irracional. Ya en otros lugares del mundo he visto niños de esa edad con sus amigos o solos por la calle. Pero es aquí que me da pánico por ellos porque el pasado es así, nos somete a su voluntad incluso cuando, al parecer, no hay razones para temerle.

 Todavía me faltan unas cuadras más, en las que veo más personas. Hay ancianos que salen a aprovechar el hermoso sol de la tarde y mujeres embarazadas que hablan alegres con personas que aman. Hay más niños y grupos de hombre de corbata que hablan de algún partido y grupos de mujeres que hablan de lo que han leído en una revista. El chisme, al parecer, no es algo que muera tan fácil como las ganas de pelea. Supongo que la controversia siempre será atractiva, en su extraña manera. A mi no me interesa mucho que digamos.

 Mi edificio es alto y tiene dos torres. Cuando entro tengo que cruzar la recepción y luego un patio que separa esa zona de la torre donde vivo yo. En el patio hay juegos y en el momento que paso hay niños y niñeras. Todos me saludan, sin excepción. Yo hago lo mejor para ocultar mi sorpresa y saludar de la manera más alegre de la que soy capaz. No es que no pueda hacerlo sino que auténticamente sigo sorprendido por el cambio. Supongo que así somos los seres humanos, siempre tenemos esa capacidad innata de sorprender.

 Me subo al ascensor y justo detrás entra una mujer mayor. Ella vive en el quinto piso y yo en el décimo. En el viaje al quinto se pone a hablarme y me sorprende saber que ella también está contenta por el cambio. O sea que alguien más se ha dado cuenta. Me alegra de verdad saberlo y lo comento con ella y nos reímos. Pero el viaje se termina más rápido de lo previsto y me despido con una sonrisa verdadera y esperando que nos veamos pronto, ya que se siente bien saber quienes son los vecinos para poder confiar en ellos y no lo contrario.

 Cuando saco las llaves de mi bolsillo, oigo voces dentro del apartamento. Se supone que no hay nadie. Apenas entro, Andrés se me lanza encima y lo alzo en mis brazos, a pesar de que tengo la bolsa en la mano. Mientras nos abrazamos y él me cuenta algo de una película que estaba viendo, una mano toma la bolsa y me la quita. A él le doy un beso en los labios, más largo  que nunca. Me pregunta porqué estoy tan sonriente. Le digo que es un día muy hermoso y que no esperaba verlos tan pronto en casa. Anuncio la preparación de la cena. Antes de poner manos a la obra, los beso una vez más a cada uno, porque lo