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miércoles, 17 de septiembre de 2014

Mi Versión de los Hechos

Adrenalina pura. Eso era lo que sentía cada vez que cometíamos algún crimen. Sentía por mis venas esa energía, esa ganas casi descontroladas por salir corriendo, por gritar, de ver la acción realizada, exitosa.

Al comienzo todo parecía que iba bien. En esos tiempos era mucho más optimista, aunque me había unido a la rebelión por ser un realista, alguien que veía como nuestro país se despedazaba lentamente bajo el tirano que hoy llamábamos presidente.

Esa bestia, ese hombre horrible que había tirado de las cuerdas hacía tanto tiempo, había vuelto al poder y ahora no se molestaba más en fingir lo que era evidente.

Sus leyes se aprobaron por estrechas mayorías que el mismo pueblo había votado. Lo triste de nuestra Historia, era que la mayoría lo había puesto allí. Y ahora él imponía sus reglas, duras y desgastantes que buscaban convertirnos en una nación servil, fabricando y haciendo para que otros lejos pudieran ganar su guerra, ahora frontal, contra quienes habían decidido contradecirlos.

Pero esto, la historia que hoy les relato, fue antes que la policía y el ejercito tomaran las calles y vigilaran todo como si nada fuera nuestro, como si todos hubiésemos sido condenados como ladrones y las prisiones fueran nuestros hogares.

La rebelión tenía más rango y yo alegremente me les uní. Sin pudor ni vergüenza puedo decirle a quien quiera que asesiné, por propia mano, a más de diez hombres y mujeres. No me enorgullece haberlo hecho, jamás podré estar contento por ello. Pero me niego a sentir pena por haber extirpado graves cánceres del corazón de un país que cada vez más se sumía en el odio que siempre había estado gestando.

Una de tantas misiones para la rebelión me había llevado a la más grande manifestación que se hizo nunca contra el nuevo regimen. Más de un millón de personas se habían agolpado en la plaza principal y, según decían, lo mismo pasaba en otras ciudades. No había duda de que esta era nuestra oportunidad, el todo o nada.

Tres compañeros tenían la misión de crear una distracción para darme entrada a la catedral, situada a solo unos pasos del Senado. Desde ese lugar tenía que, por inverosímil que pareciera, disparar con un arma de largo alcance al presidente. No, no era la primera persona en la que habían pensado para hacerlo pero finalmente lo hicieron ya que nadie creía que fueran a sospechar de un ciudadano que, hasta su mejor entendimiento, era ejemplar.

Fue así como mis compañeros iniciaron un amotinamiento, haciendo que la gente se sintiera cada vez más enojada. El presidente, dentro de unos momentos, pasaría de un lado a otro del senado por un corredor de altas columnas. Ese era mi momento de lucirme.

La gente empezó a lanzar objetos contra la policía y en apenas segundos todos los agentes de seguridad de la zona se agolparon contra los manifestantes, muchos de los cuales ya tenían sus blancas camisetas manchadas de sangre.

En esa masa de gente, nadie vio cuando mis compañeros lanzaron la primera "papa bomba" que voló la cabeza del personaje cuya estatua había estado siempre en el centro de la plaza. Todos, como una ola, se movieron hacia ese lado para tumbar lo que quedaba del monumento.

Fue entonces cuando forcé la entrada de la catedral, un candado bastante simple, y entré en su inmensidad, con un maletín a la espalda. Habiendo investigado previamente, me dirigí hacia una puerta en el costado opuesto. No había nadie en el recinto ya que se había cerrado al publico por el día.

Me pareció extraño no encontrar a nadie ya que esperaría por lo menos a un sacristán o al mismo padre pero no había nadie. Crucé por un solitario despacho y, detrás de otra puerta, estaban las escaleras hacia la torre de la catedral, donde estaban las campanas.

Subí rápidamente pero fui detenido en el primer descanso por una visión macabra: el cuerpo de un anciano estaba tirado en el piso, ensangrentado y golpeado. Era el sacristán. No sabía que hacía allí así pero no podía parar. En pocos minutos llegarían los tanques y el momento habría pasado.

Llegué a las campanas pero allí me recibió un fuerte golpe en la cara que me tumbó al piso. Había tres hombres armados con pistolas y al parecer me estaban esperando.

Por un rato discutieron que hacer conmigo, no sin antes golpear de nuevo en el rostro y patearme en el estomago. Sangrando, vi como uno de ellos cargaba su arma y se disponía a matarme. Pero eso no sucedió. Tres disparos simples retumbaron por el recinto y los hombres cayeron muertos cerca mío.

Como pude me puse de pie y vi que la multitud, la ola, otra vez cambiaba de dirección, estaba vez hacia el Senado. Me puse de pie como pude, ignorando la pregunta de quien me había salvado la vida, mientras sacaba el rifle de largo alcance de mi maletín.

Fueron segundos. Disparé pero alguien se había atravesado. Era una mujer que no pude identificar. Cayó rápidamente al piso y todo fue un caos. De algún lado oí otro disparo de un arma similar pero tampoco acertó, volándole un gran pedazos a una columna.

Parpadeando varias veces pude aguzar la vista y ver que quién me había salvado estaba en el edificio de enfrente, el de la Alcaldía. Era otro edificio fantasma por estos días pero estaba seguro que el disparo había venido de allí.

Viendo mi fracaso, salí rápidamente del lugar, cojeando y con la respiración entre cortada. La multitud estaba siendo empujada por la policía y los gases y tanques habían llegado al lugar. Me tapé la cara y atravesé la multitud como pude hasta llegar al otro lado de la plaza. Pude ver a alguien corriendo por la calle lateral y traté de seguirlo pero la multitud escapaba por todos lados y alguien me había empujado. Eligiendo mi vida, también escapé. Llegué a casa poco tiempo después.

Enterré el arma en mi patio y le dije a mi familia que los dejaría por un tiempo. La verdad es que debía unirme por completo a la rebelión.
Poco tiempo pasaría para que supiera el nombre de mi salvador: Eric.

Esto lo escribo después de cinco años y ese es un nombre que jamás podré borrar de mi mente, pues fue él la única persona que pude querer en mi vida y, creo, que querré nunca.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Carta Para Mi (Parte 3)

Querido tú (o yo),


Siento preocuparte, posiblemente sin necesidad si no recuerdas nada, pero los últimos días han sido de lo peor y con graves consecuencias para ambos.

Te escribo desde un pequeño parque al que vine bajo el pretexto de trotar un poco. Le dije a Susana que sentía que me estaba creciendo la panza y salí sin mayores explicaciones. La verdad no tengo el menor interés en saber si me creyó o no.

Esta semana en la oficina ha sido como los primeros días: sin problemas. He conocido mucha gente que al parecer ya conocía y a otros que nunca había visto esta versión de nosotros. Nada importante con eso a excepción de lo que pasó en uno de los almuerzos a los que tuve que ir.

Fue en un museo, en un elegante y pequeño restaurante donde comimos poco y cerramos algunos tratos con otro banco. En un momento tuve que ir al baño por lo que crucé frente a la librería del lugar. Por lo que sé, en esta realidad no soy muy adicto a la lectura pero creo que sí lo era en la otra... El caso es que me detuve al ver la portada de uno de los libros en la vitrina.

No, no había una foto nuestra. Solo pasó que reconocí el título del libro: "Atardecer bajo los olivos". Entré al lugar y leí que el autor era un colombiano con un nombre que no me recuerda a nadie. Pero por alguna razón sentí que sabía algo de ese libro, como si lo hubiera leído muchas veces.

Tanta fue mi sorpresa que compré una copia y empecé a leerlo en mis momentos libres. No te lo vas a creer pero el personaje principal es muy parecido a lo poco que recuerdo de nuestra vida pasada: un escritor solitario que vive aventuras en Europa y otros exóticos lugares. Siento que conozco esos lugares... Cada vez más creo estar loco.

El otro suceso extraño ocurrió ayer viernes, en la noche. La pequeña Linda se me acercó y me dio, una vez más, uno de sus dibujos. Tal vez porque había estado muy distraído o por lo cansado que llego del trabajo o por el hecho de sentir que me estoy enloqueciendo, no había puesto nunca atención a los dibujos de la niña, de mi hija.

En el que me entregó ayer antes de cenar, había un pequeño personaje. Estaba en un balcón viendo hacia un acantilado. La casa donde estaba el personaje estaba rodeada de muchas otras casas blancas y azules. El mar era azul y el personaje, se me olvidaba decirte, no estaba solo. Había otro muñeco al lado.

- Quienes son? - le pregunté a mi hija.
- Este eres tu. - me dijo señalando al personaje que estaba apoyado en la baranda del balcón.
- Y el otro.
- Es tu amigo.

Eso me dejó desconcertado. Que hace mi hija dibujándome con otro hombre en lo que parece una isla paradisiaca?

Después de la cena revisé los otros dibujos y había varias escenas: en una el personaje, siempre vestido de gabardina negra, estaba en la playa con un edificio en forma de vela detrás de él. En otro dibujo estaba escribiendo en un pequeño cuarto, con la torre Eiffel a la vista por la ventana. El más más extraño de todos era uno en el que solo se me veía de espaldas, frente a una ventana enorme. Del otro lado se veía una avenida, con algunos buses y personas circulando por ella.

Le pedí que me dijera de donde había sacado tantos lugares y a otros personajes, pero solo dijo que se los había imaginado. La verdad es que no le creo nada aunque tal vez eso sea porque cada vez que miro los dibujos me estremezco, se me pone la piel de gallina.

Ah, se me olvidaba un detalle. Resulta que el personaje del libro del museo tiene varias escenas parecidas a los dibujos! Por eso mi reacción fue bastante notoria e incluso Enrique se lo hizo ver a Linda y Susana en la cena. Tuve que decir que era por el estrés del trabajo pero no creo que se lo hayan creído mucho.

Será que somos un personaje de un libro? Eso suena ridículo pero a estas alturas nada se me hace muy extraño. La verdad es que no sé ya que explicación darle a todo esto.

Lo que sé es que no pertenezco aquí y también sé que ese pasado, u otra realidad o lo que sea, ya no existe si es que existió. Tal vez sí estoy loco y me lo estoy imaginando todo o tal vez solo sea un asunto de percepción.

Eso último me dolería. Sería bastante horrible no reconocer a mis hijos como propios, lo mismo con mi esposa. Pero la realidad es que así es y por eso quisiera que ellos no fueran en realidad mi familia.

No sé que hacer. Tuve que sacar una hoja (podrás ver lo arrugada) y un bolígrafo de la casa como si fueran drogas o algo por el estilo. Lo hice sin que nadie me viera y encontré este pequeño parque solitario para escribirme.

Lo seguiré haciendo tanto como pueda pero algo me dice que esto no puede durar mucho. Algo o alguien tiene que ceder, como oí decir por ahí.

Me despido ya. Deben estar preocupados. Revisaré de nuevo los dibujos y al parecer tengo que llevar al niño a un partido de fútbol o béisbol o algo por el estilo. En fin...


No te olvides de ti,

Alex.


P.S: Se me olvidaba contarte que el gato blanco no aparece. La niña lloró todo el jueves pero ya está más calmada. La desaparición de esa bola de pelos no ayuda mucho a esta confusión.

martes, 2 de septiembre de 2014

Letter for me (Part 2)

Hello you,


or should I say "me"? This is getting weirder and weirder. Yesterday I couldn't keep writing because I had to sign loads of papers and then go home and be with the family.

Not my family but the family. I still don't get how this happened. I've tried going over and over it but I keep forgetting things. Had to read yesterday's letter in order to remember about the dog! Not that anyone cares... I have a cat now, Snow or something like that. He's always very creepy appearing in weird places and looking straight at me as if he knew something I don't.

The work is not that bad though. It appears I have been a pretty good accountant and my position here seems to be very well respected. Everyone greets me when I come in the morning and they wave at lunch time. There's even a young woman that flirted with me on the elevator, by showing a little too much cleavage and biting her lower lip. It's weird but I don't think our past self likes that.

That's something else I've forgotten: I have no idea if we had a girlfriend, a wife or if we just lived alone in an apartment. I don't feel like a party boy but not like a husband or father either.

Actually, that's one of the upsides of this "reality", if you will. Linda is the tiny one. She's actually seven years old, not six as I first thought. She's a sweetheart and up to this moment she has handed me at least ten drawings done specially for me. Yesterday night I told her a bedtime story and for a moment I didn't even care about all of this. She looked so peaceful and happy...

Henry is the name of our son. He's 11 and looks more like Susan (wife) than like us. The girl is more like us, so that's why I think I like her better. The boy likes sports a lot: he was playing football with friends when I got home yesterday and Susan told me he had judo practice today. He didn't get it from me though, not past or present. I remember, and feel, that we never liked any kind of physical exercise. Furthermore, I've looked through some photo albums (telling Susan I felt like reviewing the past) and saw that in this version of us we have no interest for sports either.

Actually that move was kinda dangerous. Susan, who is quite beautiful and sweet, wanted to have sex when seeing the pictures of the wedding. To be honest, I wanted to keep watching them as I had no recollection of that ever happening. The saddest part is that I didn't recognize who Susan called "your parents". Two nice people smiling me from a picture and I have no idea of who they are...

No, I didn't have sec with her. I told her I had to get some things ready for work and just sprung out of bed. I spent almost all night wandering around my office (a fucking office in the house!) thinking of the pictures and those memories that I don't have.

I have a theory now and I want to share it with you. I believe someone has to have our memories. Probably the man that lived here woke up in our old life. I can't stop but hating him but I guess that, if he exists, he's really not to blame.

Almost no sleep is giving me a headache but it was just impossible. I've gone all through the house, the details of this life and I have no recollection of anything. I just don't know any of these people. I don't even know if we lived in this city or this country for that matter. I'm trying to teach myself how to behave and breath because I may go insane. I feel it.

Maybe that's another explanation? What if this is all a reality I've created after having a seizure or a breakdown? I think it's possible although is not a really nice thought.

To be honest, I can't say I want to go back because I keep losing more and more of that life and keep feeling obliged to do my part here. Susan, Linda and Henry have no fault in this and I can't keep but thinking about their reaction if I told them about this.

Man, I know your are me. But this is the only way to keep me sane. At least until I start to get all of this, at least a bit more.

Well, time to go. Some big shot invited me to lunch and I had to say yes. I guess that's what this guy is all about.


Keep it real,

Alex.


P.S: Don't you think it's weird we are named Alex in both versions? That makes me crazy.