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domingo, 17 de enero de 2016

Rebajas

   Como Adela no era nada tonta, decidió ser objetiva con lo que iba a buscar en la tienda y no ponerse a ver cada una de las prendas, como lo hacía siempre la gran mayoría de las mujeres. Le hubiese gustado, no podía negarlo, pero era la época de rebajas y todo estaba relleno de gente y con un calor que no provenía ni de la calefacción ni del clima. De hecho, a fuera el viento parecía venido directamente desde la Antártida. Entrar a cada tienda tenía entonces una parte buena y una parte mala. A ella le daba un poco lo mismo: tenía que aprovechar la época pues sus ahorros no eran demasiados pero los tumultos nunca habían sido su fuerte. Detestaba ir a conciertos o discotecas o mercadillos pues no se podía no respirar y ella se sentía ahogarse.

 Lo primero que necesitaba eran unos jeans nuevos, unos que incluso pudiese ponerse para el trabajo. Así que se abrió paso entre el mar de gente, seguramente codeando a más de una señora atravesada, y llegó a la zona de los jeans. Era gracioso como allí no había tanta gente pues la gran mayoría de los jeans rebajados y los otros estaban mezclados y la gente prefiera estar donde supiera que estaba lo más barato. Con paciencia, y gente pasándole por detrás a cada rato, se puso a mirar los pantalones que había. Pero la verdad era que ninguno le gustaba mucho y los pocos que veía con la cintilla de rebaja estaban horribles o no eran de su talla. Sin embargo encontró algo de ropa interior de colores, su favorita, y algunas medias pues las que tenía daban lástima.

 Se alegró al llegar a la caja y ver que su modesta compra era más barata de lo que había pensado. Pagó y salió al frío de la calle, donde dos corrientes de gente fluían, uno para cada lado. Era increíble ver la cantidad de personas que podía haber juntas en un sitio. Fue tal el impacto que Adela se quedó allí parada como tonta y solo reaccionó cuando una mujer bajita le pegó en una pierna con su bastón. Miró a la mujer de mala manera pero seguro ni se dio cuenta y desapareció rápidamente entre la gente y Adela, después de masajearse el lugar atacado, decidió que era mejor hacer lo mismo.

 Era como subirse a una de esas pasarelas que había en los aeropuertos, que se supone aceleraban la velocidad del viajero si necesitaba conectar de uno a otro avión. En este caso no había pasarela, era solo la tromba de gente que llevaba a Adela, casi sin sentir que caminaba. En un momento, le dio por revisarse los bolsillos y verificar que tenía todo lo que había traído con ella. Siempre en esos lugares había ladrones o pervertidos o quién sabe quién. Por fin vio el siguiente almacén que pensaba visitar y salió como pudo de entre el grupo de gente. Sintió la piernas normales de nuevo y entró en el recinto determinada a encontrar unos jeans y algunas blusas de las más baratas que hubiese.

 Y las había. Tanto así que dos mujeres se estaban peleando por una bonita blusa color salmón que al parecer una de ellas había descubierto pero la otra había agarrado primero. Seguramente era la última talla. La sección de rebajas era enorme y había mesa tras mesa tras mesa de artículos mezclados y desordenados con cintillas de color rojo. Había de todo allí y casi había que excavar para poder encontrar algo. Adela se puso a la tarea y sacó bastantes cosas que se quería probar. Incluso había debajo de las mesas unos zapatos deportivos con unos dibujos muy bonitos que le hubieran gustado comprar, si la rebaja hubiese sido mayor.

 Jeans encontró, pero ahora tocaba hacer la fila para los probadores y parecía algo de nunca acabar. Debía ser, pensó ella, que nadie venía a la tienda fuera de temporada pues el recinto para probarse la ropa era muy pequeño y eso que estaba en la sección de mujeres. A los hombres entonces les tocaría probarse los pantalones en un rincón. Era absurdo. Además había montones de ropa que la gente se había probado y había dejado y Adela apostaba que la gran mayoría iba a ver cosas y probárselas para al fin comprar una o ninguna.

 Pasó una hora entera cuando por fin pudo entrar a probarse la ropa que tenía en las manos, que menos mal era mucha o simplemente lo hubiera dejado todo y se hubiera ido. Ya con la cortina cerrada, aprovechó y sacó del bolsito que llevaba una pequeña botella de agua. Bebió la mitad del contenido y respiró lentamente, tratando de recuperar su compostura. La verdad era que no se sentía bien, el tumulto le venía mal y ponerse a hacer filas con la música electrónica a todo volumen, los gritos de la gente, los empleados casi echándose encima de los compradores. Tuvo que dejarse caer al piso e inhalar y exhalar con calma.

 Cuando se sintió mejor, empezó a probarse la ropa. Se demoró casi otra hora en ello porque pensó que si por fin había podido entrar a los probadores, pues era mejor aprovechar bien el espejo que había y elegir con inteligencia. Todas las blusas que se probó, unas cinco, decidió llevárselas. Estaban muy baratas y prefería llevárselas de una vez y no ponerse a pensar en otros sitios. Los jeans, de nuevo, no la convencieron. No estaban mal pero había algo que no le gustaba. También se probó un pantalón rojo muy bonito que le venía bien cuando saliera con sus amigas o algo así. O para cuando fuera, ya decidiría.

 La fila de la caja pasó rápido y pagó todo en un momento. El cajero trató de convencerla de comprar algunos de los artículos de la caja, tonterías hechas en alguna maquila asiática, pero ella se negó de tajo, tomó su bolsa y salió de allí como alma que lleva el diablo. Afuera, se sentía un poco mareada y tuvo que buscar un lugar donde sentarse.

  Pero no había donde sentarse así que se hizo contra una edificio por donde no pasaba nadie ni olía muy a feo, y se dejó caer ahí. De lo que quedaba de la botellita solo se tomó la mitad. La otra mitad se la echó por la cara, pues sentía un calor inmenso a pesar del viento de la noche. Aparentemente se veía peor de lo que ella pensaba pues un policía, quién sabe salido de donde, se le acercó y le preguntó si se sentía bien. Ella solo asintió, se puso de pie como pudo y se fue caminando, como para probar que de verdad sí estaba bien.

 Pero no lo sentía así. Caminó un poco aturdida y menos mal vio una de esas cafeterías de cadena y entró. Pidió un jugo frío y un café caliente fuerte. También compró un pedazo de cheesecake de limón para con lo demás. No era una compra que hubiese previsto y sabía que después tendría que ver como hacía con sus finanzas, pero no le importaba mucho. Así no pudiera comprar nada más, prefería dejar las bolsas a un lado y tomar el jugo casi de un solo sorbo. El sabor frío del durazno o pera o lo que fuese se sentía como un elixir de vida.

 Cuando terminó, ella se quedó mirando la botellita de vidrio donde había estado el jugo y recordó que desde hacía mucho lidiaba con se problema, con sentirse a veces abrumada con la cantidad de gente y las voces y el calor que producían. Solo pensarlo la mareaba más y por eso tomó un poco del café, que le quemó la lengua pues todavía estaba caliente. Probó el cheesecake pero no le puso mucho atención al sabor porque seguía recordando tonterías.

 Recordaba, por ejemplo, los varios momentos en los que sus amigas la habían invitado a bailar a sitios, a conocer chicos y demás, y ella en más de una ocasión se había desmayado de las maneras más embarazosas posibles. Bueno, es que no había manera de desmayarse y que fuera algo espectacular, siempre era raro y la primera reacción de la gente no era tener consideración y ayudar sino siempre juzgaban primero y luego sí alguno que sintiera algo de culpa se agachaba y la ayuda a ponerse de pie. Eso pasó hasta que la dejaron de invitar.

 Eso la había alejado mucho de una vida social normal y por eso se la pasaba trabajando o leyendo o haciendo cosas que no tuvieran que ver con más gente. Si acaso podía salir con sus amigas a beber algo pero si no eran demasiados y era una cafetería como en la que estaba ahora. Era algo triste pero decidió no sentir pesar por sí misma pues eso no se lo podía permitir. No quería ser una víctima para nadie y mucho menos para sí misma. Alguna manera encontraría de tener una vida más o menos normal, sin venirse abajo por la cantidad de gente.


 Entró solo una tienda más y lo hizo porque estaba más vacía que las otras. El jean que compró ahí ni le fascinó ni le disgustó. Estaba apenas para el trabajo. Zapatos no compró, lo haría otro día en otro lado. Caminó por una calle solitaria hasta la avenida en la que pasaba su bus. Allí se sentía más a gusto pero no había ni un alma para ver la triste sonrisa que se le dibujaba en la cara.