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martes, 27 de octubre de 2015

Cosa de una noche

  Todo había ido bien hasta que decidió recostarse en mi pecho. Me abrazó con suavidad y se quedó ahí, con los ojos cerrados, como si no fuera moverse de ahí nunca más en su vida. Sinceramente, eso me asustó. Yo estaba listo para decirle que ya podía irse he incluso había revisado el horario de los buses para decirle cual le servía y en donde podía tomarlo para que llegase pronto a su casa. Pero no, él decidió recostarse en mi pecho y quedarse ahí toda la noche. Por un buen rato, quedé como de piedra y no me movía, como si hubiesen hecha miel por todos lados y no quisiera untarme pero pasado un tiempo tuve que relajarme y acomodarme como mejor pude para dormir. Él parecía auténticamente dormido y solo ajustó su cuerpo cuando me moví.

 Al otro día, me di cuenta que había dormido más de la cuenta. Era sábado, así que no importaba, pero no me gustaba dormir demasiado porque después el día parecía ser demasiado corto. Él ya no estaba recostado en mi pecho y lo agradecí. Me desperecé y salí de la cama al baño, a lavarme la cara y verme en el espejo. Se me notaban las cervezas y el estomago me gruñía como un perro por haber tomado, además, esa botella de vino. Esperaba que no me hiciese daño, como ya había pasado, porque planeaba un sábado familiar y no podía decepcionar a nadie al no ir. Decidí ducharme de una vez para estar listo más rápidamente. Allí dentro borré el recuerdo del hombre dormido en mi pecho y solo pensé en que había sido una buena noche, tal y como había querido.

 Normalmente yo no hacía nada los viernes por la noche. Había ocasiones en las que mis amigas me invitaban a tomar algo o a bailar pero no era algo muy frecuente pues ellas también tenían sus vidas, parejas y familias y otros amigos y no podía ser algo de todas las semanas. Así que de resto, era solo yo viendo y tomando cervezas que me ayudaban a dormir después de una semana de trabajo en la que seguramente el sueño había sido escaso. Pero ese viernes me entraron ganas de hacer más cosas y, por internet, di con ese personaje, con el que ya había salido hacía mucho tiempo pero que solo quería ver una vez más y no precisamente para recordar los viejos tiempos. Podía haber sido un error.

 Cuando salí de la ducha, me sequé rápidamente y dejé la toalla de lado para elegir la ropa que me iba a poner. Estaba concentrado eligiendo los calzoncillos cuando pegué un grito digno de una princesa de cuentos al ver por el rabillo del ojo que Juan, el que se había quedado dormido sobre mi pecho, había entrado a la habitación con una bandeja llena de cosas para comer. El grito no lo escuchó o fingió no escucharlo. Yo automáticamente tomé la toalla y me cubrí. Este sí que le pareció gracioso e hizo un comentario, que ahora no recuerdo cual es pero algo tenía que ver con lo que había cubierto.

 Le pregunté porque no se había ido a casa y me contestó, todavía sonriendo, que había querido darme un sorpresa al prepararme el desayuno. Me pasó la bandeja y vi que había ido a la panadería a comprar cosas porque mi cocina estaba más bien vacía. Lo miré a los ojos y no podía decirle otra cosa que no fuese gracias. Le dije que me tenía que preparar para salir con mi familia a lo que él respondió, sin pensarlo al parecer, preguntando si podía ir. Por un momento no dije nada, pensando que se iba a dar cuenta de su propio error pero como no dijo nada le contesté que no podía llevar a nadie. Para darle gusto, me tomé el jugo de naranja y me comí un pan con chocolate que había en un platito. Le dije que el resto me lo comería luego pero que primero necesitaba que fuese a casa.

 Por lo visto, él lo tomó como preocupación mía por él y por eso me hizo caso. Es obvio que yo no tenía la menor preocupación por él sino de él pues tenía miedo que pudiese forzar su presencia en un evento familiar como el que iba a tener. Apenas salió de mi apartamento, cerré la puerta con fuerza y me arrepentí de mis arranques nocturnos. Además porqué había tenido que ser él? Aunque, recordando el pasado, yo no recordaba que él fuese un personaje tan obsesivo y francamente de miedo. Debía de haber sido algo que había pasado en el tiempo que no nos habíamos visto, que habían sido varios años. Seguramente alguna experiencia lo había cambiado o se estaba haciendo el loco. Quién sabe?

 Yo terminé de vestirme, comí las tostadas que Juan había hecho y salí de mi casa pues estaba con el tiempo justo. La celebración era el cumpleaños de mi abuela, la única de su generación que nos quedaba en la familia. Obviamente era algo que celebrar, más aún cuando en su vida ella no había celebrado mucho que digamos su cumpleaños. Su familia era humilde y no tenían para esas cosas, además que en el pasado solo los ricos se preocupaban por cumplir años, los pobres tenían mejores cosas que pensar que esas. Así que ella estaba entre entretenida y amargada, pues la idea era confusa en su mente y no era para menos si de ochenta cumpleaños solo te han celebrado una cuarta parte o menos.

 Hubo torta, hubo mucha comida y todo se hizo en un espacio alquilado por uno de mis tíos, una finca hermosa con el prado salvaje y perros corriendo por un lado y otro e incluso algunos animales de granja. La idea era darle un toque del campo, así fuera la parte más comercial de este. Yo comí y la pasé bien pero a cada rato, exactamente cada hora, recibía un mensaje de voz en mi celular de Juan. Me deseaba buen día y buena suerte en todos pero también agregaba comentarios más privados, los cuales yo trataba de escuchar alejado del resto de mis familiares. Hubiera sido bastante particular si oyeran algunos de los comentarios de Juan.

 Mientras comíamos y demás, y después de recibir otro mensaje con línea para adultos, me puse a pensar en él y traté de entender que era lo que pasaba. Sería que en serio yo le gustaba? Pero desde cuando? Cuando salimos hace años él no mostró tanto interés y la verdad era que yo no estaba nada acostumbrado a este nivel de atención. Que no era el mejor tipo de halagarme, es cierto, pero era mucho más de lo que yo recibía normalmente de los hombres, con lo que salía y con los que no. Mucha gente cree que por tratarse de hombres que salen con hombres las cosas son más sensibles y la verdad es que no. Normalmente no tengo que decir “Vete de mi casa” ya que cuando lo pienso ya lo están haciendo. Es en parte lo que no me gusta de todo el asunto.

 A veces esas caricias, esos besos y hasta el sexo mismo se siente artificial, como que no hay nada detrás de todo eso, que todo es una actuación espectacular de dos actores que han decidido compartir una genial obra entre los dos. Se pasa bueno, claro que sí. Pero también se siente muy vacío a veces y puede llegar a cansar. Además, no estoy acostumbrado porque nadie nunca me había dicho lo que él me decía y por eso es que ese día escuché los mensajes completos, así me fastidiaran un poco. Es extraño pero me sentía extrañamente bien de oír su voz, así supiera que si seguían las cosas igual tendría que detenerlo para explicarle que yo relaciones sentimentales, no busco con nadie.

 El día con mi familia fue simplemente espectacular. Vi a muchas personas que no veía hace muchos años y pude pasar el tiempo con mis hermanos y mis padres, que veo seguido pero que no me canso de ver. Además jugué con los perros y hablé con mi abuela junto a los animales. Allí me contó que todo le parecía muy gracioso, pues ella jamás había tenido dinero para tener tantos animales en un mismo sitio, aunque los hubiese tenido de haber podido. Pero ella apreciaba el gesto y yo aprecié que me contara eso y más confidencia de su vida que debí guardar mejor porque mi memoria es débil y son historias dignas de contar, ya sea en un libro o una película o en lo que sea.


 Cuando llegué a mi casa, lo primero que hice fue quitarme la ropa y cepillarme los dientes. Era tarde y la verdad estaba cansado, sin hambre, solo con unas ganas increíbles de estar en la cama y dormir. Me metí entre las sabanas y me acomodé de la manera que más me gustaba pero entonces me di cuenta de algo y no me pude dormir al instante. Tuve que tomar mi celular y escribir un poco porque sabía lo que necesitaba. No pasaron veinte minutos y llegó él. Nos acostamos en la cama y lo abracé. No quería saber lo que pasaría luego o si era un error. Era lo que necesitaba en ese momento y no creo que eso sea algo malo. Sus pies estaban tibios y le besé la nuca a Juan antes de quedarme dormido.

lunes, 31 de agosto de 2015

Quiero perderme...

   Cuando me desperté, me di cuenta que no tenía ni idea de donde estaba y mucho menos porqué estaba allí. El cuarto era pequeño y las cortinas algo amarillentas por el paso del tiempo y el mugre. Sentí un movimiento atrás mío y algo de brisa. Fue justo después que me puse de pie lentamente y me di cuenta que no tenía los zapatos ni las medias puestas. Estaban en un rincón de la habitación. Tenía mi chaqueta puesta y en ella estaban mis objetos personales. Con poco equilibrio, caminé hasta los zapatos y las medias y me los puse rápidamente. Sin mirar mucho más, salí de la habitación con cuidado. Traté de no hacer ruido alguno, pues por la luz que entraba por la ventana era evidente que era muy temprano.

 Me fui acercando hasta la puerta principal y entonces me quedé paralizado allí pues escuché a alguien tosiendo en algún lado y algunos pasos. Como pude, abrí la puerta principal y la cerré rápidamente tras de mi. Corrí por el pasillo hasta unas escaleras y las bajé con rapidez, aunque esto me causara un dolor de cabeza del tamaño de una casa. Por fin llegué al primer piso, donde apenas saludé al portero, quien me abrió la puerta y yo salí de nuevo corriendo hacia la avenida más cercana. Al comienzo no tenía mucha idea de en que parte de la ciudad estaba pero menos mal solo tuve que caminar dos calles para salir a una avenida que reconocía. Me revisé los bolsillos y saqué mi tarjeta del bus. Poco tiempo después estaba de camino a casa, sin tratar de recordar nada, solo con apuro de estar allí.

Apenas entré, dejé mis llaves, la billetera, la tarjeta del bus y mi celular sobre mi mesa de la sala. Mi apartamento era de apenas algunos metros así que no había mucho espacio para nada. Para lo que sí había ganas y espacio era para la cama. Me desnudé por completo y me metí bajo las sabanas y cobijas sin pensar nada. Era una mañana fría, por lo que di un par de vueltas entre las sabanas y en unos segundos me quedé profundamente dormido. A pesar de mi falta de equilibrio, evidentemente por consumo de alcohol, no tuve malos sueños ni tampoco uno bueno. Fue una mañana en blanco y me desperté hacia la una de la tarde, todavía un poco perdido en cuanto al tiempo y la ubicación.

 Por un momento, pensaba que me había despertado de nuevo en el apartamento de las cortinas sucias o que nada de eso había pasado y todo lo había soñado. Pero el dolor de cabeza al levantarme y mi ropa con olor a cigarrillo me decían que nada de eso había sido un sueño, más bien una noche bastante agitada de la cual no recordaba nada. Fui a la cocina y me serví algo de jugo y cereal y mientras lo hacía traté de recordar algo de la noche anterior. Pero nada se me venía a la cabeza. Lo último que recordaba era que había salido con amigos del trabajo a tomar una cerveza. Lo siguiente era despertar en el cuarto, casi seguro de que alguien se había levantado antes que yo.

 Mientras comía, sonó mi celular y lo contesté torpemente, casi dejándolo caer al suelo. Era uno de mis amigos que me preguntaba como había pasado la noche. En todo jocoso le confesé que no recordaba nada de nada y que sería de gran ayuda si el lo ayudara a recordar. Mi amigo se rió un buen rato de mi, diciendo que la noche anterior había tomado mucho. Habíamos estado en un bar al comienzo pero después nos fuimos para una discoteca. Ellos estuvieron algo así como una hora y yo me quedé allí solo cuando ellos no quisieron estar más. Le pregunté si me había quedado solo y dijo que no sabía pero que yo les había dicho que iba a estar bien y que me iban a cuidar.

 Después de reírnos de la situación una vez más, colgué y me puse a pensar en mis propias palabras. Porqué había dicho “que me iban a cuidar”? Quien lo iba a hacer? A quien había conocido? No tenía ni idea y tratar de recordarlo solo me causaba un dolor de cabeza horrible así que apenas terminé mi desayuno me fui al baño, desnudo como estaba y abrí el agua caliente de la ducha. La fui temperando y estuve allí más de lo normal, tratando de quitarme la resaca de encima y de recordar lo que sabía pero que no venía a mi al instante. Odiaba cuando eso pasaba y no era que pasara mucho pues rara vez yo tomaba en tales cantidades. Algo había pasado que me había hecho tomar más de la cuenta y encima arriesgar mi vida.

 Me hubiese podido pasar algo más grave. Eso concluí mientras me secaba y me ponía cualquier cosa. Menos mal era domingo, pues hubiese sido un desastre tener que ir a la oficina así, sin idea de quién o que era por completo. Porque me sentía tan confundido que no sabía de que había sido capaz la noche anterior. Al fin y al cabo había despertado en un lugar extraño… Decidí llamar a mi amigo para preguntarle el nombre de la discoteca y me fui para allá sin dudarlo. Menos mal cuando llegué estaban limpiando y haciendo cuentas, así que pude hablar con el mismo dueño. Le inventé que me habían robado algo invaluable y que debía ver las cintas de seguridad para ver con quién o quienes había estado la noche anterior.

 El tipo fue más amable de lo que hubiese previsto. Me dijo que con el consumo que había hecho la noche anterior, tenía derecho hasta de ver los libros de cuentas. Esa afirmación me asustó y traté de poner una nota en mi mente para tener cuidado al ver el saldo de mi tarjeta débito. En los videos de vigilancia estaba con mis amigos y después con un chico pelirrojo. Se me hizo raro porque no me gustaban tanto los pelirrojos pero, a juzgar por las imágenes, el alcohol me daba facultades especiales para todo, tanto para besar a más de seis personas en toda la discoteca, así como para pagar botellas de whisky y bailar como un loco hasta que cerraron el bar a las tres de la mañana. Al parecer, salí de allí con el pelirrojo.

 Le di las gracias al dueño de la discoteca y salí de allí, más confundido que antes. Puede parecer una mentira pero yo jamás había hecho nada parecido. Jamás había conocido a nadie de manera espontanea en un lugar así y mucho menos bebiendo tanto, bailando tanto y, en general, gastando tanto. Pregunté en los locales aledaños para saber si se acordaban de mi pero nadie lo hacía excepto un indigente que se me acercó a pedirme monedas. Me dijo que me conocía pero que me contaría si le daba un billete grande. Tuve que hacerlo y entonces me contó que estaba con el pelirrojo cuando salí y que nos vio fumando marihuana y subirnos a un taxi. Estaba seguro que el lugar de dijimos al taxista era algo con “brisas” o “brisa”.

 En efecto, Recodo de las Brisas era el nombre del barrio en el que desperté, lo había averiguado en el celular. Y como así que había estado fumando marihuana? Yo jamás había consumido drogas. Entonces se me ocurrió que el pelirrojo me había echado algo en el trago y que por eso me había comportado de esa manera. Apenas caí en cuenta, volví a mi casa y revisé mi estado de cuenta de mi tarjeta. En efecto había comprado más botellas de trago de lo que era moralmente correcto pero no había nada más ni nada menos. No había pagado otras cosas, ni había retirado en un cajero. Entonces no me habían robado, como yo había pensado.

 Me di cuenta que lo mejor que podía hacer era dejarlo todo de ese tamaño y dejar de pensar en la noche anterior. Era cierto que había hecho muchas cosas pero sabía que yo no era así y estaba seguro que me habían hecho algo para que así fuese. Me dio miedo solo pensarlo, pero podría haber sido peor. Tenía todo conmigo y nada faltaba así que no me habían robado. Y tuve que recordar ir a médico porque estaba casi seguro que si había consumido drogas y alcohol con ese hombre, seguramente había tenido sexo con él y era mejor ver que todo estuviese bien con mi cuerpo. Me dio un sentimiento de culpa horrible, porque todo lo que había pasado era por mi culpa, por haber estado concentrado en otras cosas y no en mi propio bienestar.

 El resto del domingo lo pasé en casa, viendo películas y televisión. Pedí una pizza y de nuevo hablé con mi amigo y le conté todo lo que había averiguado. El se rió un poco menos y me dijo que debía alegrarme de estar bien. Tenía razón en todo caso. Cuando me fui a la cama, tengo que confesar que no pude dormirme rápidamente. Trataba de recordar que había pasado después de la marihuana, quería recordar su cara o su cuerpo o lo que fuese pero no había nada en mi mente. Al otro día en el trabajo, pensé algo menso en ello, procurando no perder la concentración y estar siempre en donde tenía que estar. El día fue normal hasta que cuando volví del almuerzo me dijeron que había alguien esperándome en mi oficina. Cuando llegué a mi puesto, vi la cabellera pelirroja.

Apenas dio la vuelta al sentir mis pasos, me di cuenta de que no lo reconocía pero pude apreciar su belleza al instante. Al menos no me había metido con alguien feo, pensé. Luego me recriminé por lo superficial de mi pensamiento. Me dijo que había recordado que yo le había contado donde trabajaba y que había venido a entregarme algo. Extendió su mano y me dio un sobre. Adentro había billetes. Me dijo que quería pagar su parte del trago que había gastado y que se disculpaba por haberme dejado gastar tanto. Pero decía que yo estaba tan contento, tan feliz, que no quiso decir nada en el momento. Me dijo también que esa noche yo le dije que quería perderme y entonces me di cuenta, sin recordar nada, que él no me había echado nada en el trago ni nada parecido. Todo lo había hecho yo solo.


 Se disculpó y se despidió pero yo lo detuve tomándolo del brazo. No podía dejarlo ir.

domingo, 19 de abril de 2015

El diario

   Era demasiado curioso. Demasiado curioso para darle el libro al mesero y dejar que todo terminara justo allí. Podía haberlo hecho pero prefirió tomarlo y empezar a leer allí mismo. El libro no era un libro común y corriente. De hecho, era un diario. No parecía tener historias interesantes ni relatos secretos sino más bien anotaciones aburridas del tipo “reunión a tal hora” o “No olvidar comprar leche”. Por lo visto el dueño del diario jamás había oído de los celulares o los computadores. Era increíble que alguien, a estas alturas del mundo, siguiera anotando sus compromisos y otras cosas.

 La letra era probablemente de un hombre, no era redondeada como la de la mayoría de las mujeres y muchos hombres. De pronto era el diario de un hombre mayor, era lo más seguro ya que quien más usaría una agenda de ese tipo? Jorge, quien había encontrado el diario, prefirió echarlo a su mochila y seguirlo mirando en su casa. Ya era muy tarde para devolverlo sin que fuese extraño y tenía que esperar a que hermana llegara para hablar de algo que no sabía bien que era.

 El mesero vino a tomar su orden pero Jorge solo pidió una limonada. Su hermana entonces lo llamó y le dijo que no iba a poder llegar y que deberían dejarlo para otro día. Aburrido de la actitud de su hermana, que creía que el tenía todo el tiempo de la vida para desperdiciar, decidió irse sin esperar la limonada. Tomó su mochila y solo salió, sin decir nada. No había caminando cinco cuadras cuando alguien lo haló por el hombro con fuerza. Al momento se sintió asustado y lo que hizo fue echarse para delante y tratar de soltarse. Lo logró y salió corriendo, sin ver quien era su atacante. Corrió unas dos calles hasta que sintió que no podía más. Para no parecer Entró entonces a una tienda y fingió que buscaba algo cuando en verdad solo buscaba recuperar su aliento.

 Cuando se pudo calmar, fue a salir de la tienda pero había un hombre parado afuera, apoyado contra un poste. Aunque no había visto a su atacante, ese hombre bien podría ser quien lo había halado y casi lo hace caerse de espaldas. Preocupado, se quedó paralizado allí pensando en que hacer. Pero como pasa seguido en la vida, a veces lo necesario ocurre sin que tenga uno que hacer nada. Alguien tratando de arrancar su automóvil, sufrió un desperfecto y el motor explotó con fuerza. No hubo nada que no volteara a mirar, incluido el tipo del poste.

 Jorge aprovechó la masa de chismosos que habían salido a la calle a mirar para salir con rapidez y caminar en sentido opuesto al hombre. Caminaba rápido y no vio la hora de llegar a su casa lo más pronto posible. Afortunadamente, le había pedido a su hermana que se vieran cerca de su casa, entonces solo estaba a un par de calles más. Cuando estuvo a punto de llegar, unos niños jugando con un balón se lo lanzaron al pecho y él hábilmente se los mandó de vuelta. Pero al hacer eso, tuvo que darse la vuelta y vio como el hombre del poste venía subiendo por su misma calle. Los niños caminaron hacia él, riendo y jugando pero Jorge casi tropieza con sus pies al darse la vuelta para salir corriendo hacia su edificio, que estaba en la esquina. Llegó hasta allí sudando y respirando acaloradamente, de nuevo. Su portero se le quedó mirando y le preguntó si le pasaba algo. Jorge le dijo que lo habían intentado robar y que el tipo parecía haberlo seguido. El portero se asomó por la puerta pero dijo que no veía a nadie. No importaba. Jorge le agradeció y se dirigió al ascensor, llegando a su pequeño apartamento momentos después.

 Sin pensarlo mucho, se echó en el sofá y exhaló, aliviado de estar en un lugar donde sí se sentía seguro. Se preguntó porque un ladrón lo seguiría durante tanto tiempo, como si no hubiera más personas a quienes robar. Pero entonces, entre soñoliento y despierto, cayó en cuenta que de pronto el tipo no era un ladrón sino el dueño del diario. Pero si lo era, porque no decirlo en voz alta? Todo hubiese sido más fácil así. No, seguramente era un ladrón que lo había visto entrar y por la mochila había pensado que tenía mucho dinero o algo de valor. Uno nunca sabe como actúan los ladrones.

 Solo para estar seguro, buscó el número de teléfono del restaurante y preguntó si alguien había estado hace poco buscando un diario. Mintió, diciendo que era de su hermana pero él lo había tomado para guardárselo. La persona que le respondió le contó que ninguna mujer había venido a buscarlo pero si un joven como de unos treinta años, con chaqueta negra y rapado. Jorge agradeció y su corazón dio un salto porque el hombre del poste era exactamente como la persona del restaurante había dicho. Entonces el tipo sí buscaba el diario… Pero no era de él porque entonces hubiese dicho algo. O al menos eso hubiese sido lo normal.

 Jorge se puso de pie, ya incapaz de pensar en nada más. Sacó el diario de la mochila y lo miró esta vez con detenimiento. Pasó cada página y leyó cada apartado pero no había nada que pareciera importante. Eran notas aburridas y, por como escribía su dueño, la personas debía no ser muy distinta a las notas que dejaba. Lo único extraño era que las tapas del diario eran de un cuerpo extraño y resultaban algo gordas, como muy rellenas para algo tan simple. Había visto cuadernos que podían ser diario en una papelería pero normalmente eran pequeños y de tapa delgada, con algún caucho para evitar que se deformara.

 Dejó el diario en la mesa de la sala y se dirigió a la cocina. De la nevera cogió una lata de cerveza y la abrió, tomando casi la mitad de un solo sorbo. Al fin de cuentas estaba bastante cansado. Había corrido más de lo que había corrido en el último mes y las calles de su barrio eran de subida, lo que lo hacía aún más incomodo.  No era alguien que fuese al gimnasio y su trabajo como asistente en una firma de arquitectos no le dejaba mucho tiempo para ponerse a hacer ejercicio. Lo que más le gustaba era nadar pero casi no tenía oportunidad de hacerlo.

 De pronto, sonó el timbre de la portería y Jorge contestó. El portero dijo que había un hombre con un paquete para él pero que no podía dejarlo porque el destinatario, o sea Jorge, debía firmar para dejar en claro que había recibido la caja. Jorge le dijo al portero que ya bajaba pero este entonces dijo que había dejado al hombre del correo seguir. Jorge le dijo que nadie podía seguir así no más pero entonces se oyó un sonido raro, como un soplido o un silbido y el portero no hablo más. Alguien colgó el auricular y Jorge no oyó más.

 Preocupado, le puso seguro a la puerta y guardó el diario de nuevo en la mochila. Y a la mochila la metió a la nevera, el único lugar en el que pudo pensar, antes de que sonara el timbre del apartamento. Jorge cerró la nevera con cuidado y entonces se acercó a la puerta. De pronto no era lo más inteligente, pero  quería oír a ver si la persona del otro lado decía algo. Pensó que si se quedaba en silencio, el hombre se iría pensando que no estaba. Obviamente, era un pensamiento inocente e incluso estúpido. Después de timbrar varias veces, el tipo empezó a golpear la puerta con fuerza.

 Del otro lado, Jorge oyó que uno de sus vecinos salía y le pedía silencio a quien estaba justo frente a la puerta del joven pero entonces se escuchó el silbido de nuevo y una mujer gritó. Otro silbido y más golpes fuertes en la puerta, como si la quisieran tumbar. Jorge pensó en esconderse en su cuarto pero entonces el hombre partió la puerta a patadas. Obviamente no era ningún cartero, ni tenía una caja para él. Lo único que tenía en una mano era una pistola con silenciador, que apuntaba firmemente a la cabeza de Jorge.

-       - Donde está el diario?

Jorge estaba aterrado. No podía moverse pero tampoco podía emitir ningún tipo de sonido. El hombre tomó la pistola con ambas manos y, cuando se movió acercándose a él, Jorge pudo ver que en el pasillo había dos personas muertas y un charco de sangre.

-       - El diario!
-       - No sé de que me habla.
-       - No se haga el idiota. Usted lo cogió.

 Obviamente en el restaurante le habían dicho quien se había sentado en esa mesa después de que dejaran el diario tirado. Pero Jorge seguía pensando que era muy raro que alguien matara al menos dos personas para que le devolvieran su diario. Simplemente no tenía sentido.
El hombre se le acercó de nuevo y le puso la punta de la pistola en la frente. Estaba tibia. Le exigió que le diera el diario pero Jorge no podía hablar ni hacer nada bajo presión. Cuando vio el brazo del hombre flexionar, abrió la boca, a punto de decir donde estaba la mochila.

 Entonces se escuchó otro silbido y el hombre del poste cayó al piso, con un tiro en la cabeza. En el pasillo, afuera del apartamento, había una mujer. Le apuntó al ahora al hombre hasta estar segura de que estaba muerto y cuando lo estuvo, miró a Jorge.

-       - Tiene el diario?

 Esta vez Jorge asintió sin dudar. La mujer bajó el arma y le dijo que lo esperaría abajo. Le dijo que tomara lo necesario y el diario y que no se demorara porque la policía iba a llegar en un momento. Antes de que la mujer saliera de la habitación, Jorge le preguntó, casi sin aliento, si el diario era de ella. La mujer sonrió.

-       - No. Pero conozco al dueño.


Jorge pasó saliva.