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viernes, 1 de septiembre de 2017

El amor es un unicornio

   Nos veíamos cada que podíamos, más que todo en mi casa. En la suya era prácticamente imposible, puesto que su pareja trabajaba allí. No tenía una vida de oficina como la de la mayoría de la gente sino que redactaba sus artículos en una mesa que solo vi una vez, el día que fingí ser alguien del trabajo de Esteban. Ese día le vi la cara a Nicolás y tengo que decir que no sentí nada más sino alivio de que, por alguna razón, yo llevaba un sobre en la mano cuando abrí la puerta.

 Por eso nunca vamos a su casa. Nicolás puede que salga por unas horas pero siempre regresa más rápido de lo que uno cree, eso dice Esteban. Cuando me lo dice, y siempre lo hace, tiene una cierta melancolía en la voz, como si estuviese hablando de una vida pasada o de alguien que recuerda de su más tierna infancia. De esa manera sé que ama a su pareja y nunca lo va a dejar. Por mí, todo está bien. Cuando conocí a Esteban jamás busqué algo serio, no estaba de ese humor.

 De hecho, nunca lo he estado. Llevo quince años felizmente soltero y todavía sigo sin sentirme cómodo con la idea de despertar todos los días con alguien al lado, compartir un alquiler y el pago de las facturas y soportar los horarios de otra persona. Simplemente no tengo la paciencia para eso y creo que he hecho bien. No voy a engañar a nadie: la he pasado muy bien así como estoy. Y eso que no ando buscando sexo en lugares oscuros, al menos no tan seguido como antes.

 Mi carrera me ha dado lo suficiente para llevar una vida agradable, con las comodidades que quiero tener: puedo comprar las películas y videojuegos que quiera, cambiar el televisor o el celular si se daña e incluso regalarme uno o dos viajes de precio medio al año. Creo que no está nada mal y así es como disfruto mi vida, sin problemas. Por eso lo único que sentí cuando conocí a Nicolás fue un profundo alivio de que las cosas no cambiaran para mí. No quiero líos por tonterías.

 Sí, la paso muy bien con Esteban. Casi siempre que viene lo recibo con un beso, toco todo su cuerpo y después tenemos sexo un buen rato hasta que nos cansamos. Lo extraño viene después, cuando estamos desnudos y pedimos algo para comer y hablamos de la vida, de cosas que nos pasan, discutimos nuestras opiniones, incluso sobre religión y política. Nos llevamos bien en todos los sentidos y por eso siento que Esteban es alguien especial. Pero me niego a confesar que sienta algo por él porque cuando lo veo lo primero en lo que pienso es en tocarle el trasero.

 Nos conocimos en el gimnasio que queda cerca de mi casa. Voy allí una hora todas las noches, más que todo para relajarme. No me mato en clases o en máquinas como todos esos otros desesperados. Solo me ejercito escuchando música y poco o nada me importa lo que piensen los que están alrededor. Solo hago lo que hago y una de esas cosas es mirar por ahí, a ver a quién veo de interesante. Por eso no puedo decir que solo haya conocido a Esteban así, sería mentir.

 Me protejo y a los demás y creo que esa es la regla general para llevar una vida así, de libertad sexual. El resto ya va en cada persona y la verdad es que muchos hombres son bastante promiscuos. No les importa acostarse con una persona distinta todas las noches y no exagero. Muchos creen que eso es sucio pero la verdad yo siempre me siento con más energía después de tener relaciones con alguien, como que libero muchas de las cosas que quieren joderme la mente.

 Con Esteban sí hay un cambio y es que, desde que nos conocimos, él ha comenzado a pensar en mí como un amigo y no solo como su amante. Al comienzo se iba tan pronto el condón terminaba en el cesto de la basura. Pero ahora se queda por horas, incluso le habla a Nicolás cuando está al lado mío en el sofá, viendo alguna película. Le dice que soy una de sus amigas o que está en un sitio público o cualquier otra mentira. Eso es algo que me sorprende en ocasiones.

 Yo nunca he mentido y creo que eso también hace parte de lo extraño que me sentí la vez que vi a Nicolás en su propia casa: yo prácticamente nunca le miento a nadie. Mis amigos saben como soy y por eso nunca aparecen de la nada en mi casa. Siempre me llaman antes y aunque no pregunta directamente, sé que lo hacen para saber si hay alguien conmigo. Les digo que vengan y listo, saben que la persona ya se fue o simplemente no hubo nada en ningún momento de ese día.

 Mentir sí me hace sentir sucio. De pronto más que mentir, es el hecho de no ser sincero conmigo mismo y con otros acerca de quién soy en realidad. Desde joven empecé un proceso largo y difícil de aceptación que culminó en la creación de una personalidad bastante práctica: solo me preocupo cuando las cosas de verdad se ponen difíciles, cuando de verdad hay un problema a la vista. Lo de Esteban, eso de decirle mentiras a las personas a diestra y siniestra, es algo que yo nunca haría. Sinceramente, creo que si me planteara ser pareja de alguien, eso sería algo que ver.

 La verdad es que no he visto a Nicolás una sola vez. Nunca se lo he contado a Esteban pero hace muchos años, en la universidad, vi a Nicolás yendo de la mano de una chica. Cuando lo vi en el apartamento de Esteban me acordé de esa imagen como si fuese una película vieja. Recuerdo que era la plaza principal de la universidad y la chica era una de esas de las que todo el mundo habla porque ha sido reina de belleza o modelo o algo parecido. El caso es que yo no era el único mirándolos.

 Siempre he querido preguntarle a Esteban si sabe de ese aspecto de la vida de Nicolás. No es algo que me incumba, así que nunca lo he planteado en nuestras conversaciones post-sexuales. Además, se me tiene prohibido hablar de él, dicho explícitamente por el propio Esteban. Cuando me lo dijo, con una cara de enojo y miedo, me reí en su cara. Se enojó tanto que salió como una tromba de mi apartamento y no volvió sino hasta una semana después, cuando tuve que taparle la boca porque sus gemidos podrían molestar a mi vecina.

 Esa es otra cosa que me hace reír. Habla por teléfono con Nicolás de ir a reuniones familiares y a fiestas con amigos de no sé donde. Es más joven que yo, por un par de años, y ya tiene una segunda vida completa. Me he preguntado también si soy el único en su vida alterna pero siempre me respondo a mi mismo que es lo más probable. Esos gemidos me lo dicen así que como el hecho de que se pasa la vida en el trabajo, en su casa y en la mía. No tiene tiempo para más.

 Me hace feliz que el placer sexual que siente conmigo es evidentemente mayor que el que siente con Nicolás. Sin embargo, me he encontrado a mi mismo preguntándome sobre las habilidades en la cama de ese otro personaje. ¿Será que es tan malo como haría parecer Esteban con sus actuaciones o es simplemente una persona distinta, que gusta de hacer las cosas de una manera diferente? ¿No lo sé y eso sí que nunca se lo preguntaré a Esteban. La razón es que la verdad no me interesa.

 En algún momento Esteban saldrá de mi vida porque todas sus mentiras se concentrarán en un solo punto y harán que su cabeza explote de la tensión. Es solo cuestión de tiempo y espero no estar demasiado cerca cuando ocurra, con una llamada será suficiente.


 Y yo me moveré a otros territorios y seguiré siendo el mismo de siempre. No, no creo que me enamore nunca porque no creo que en ese animal fantástico. Me quedo con el tacto, con los gemidos en mi habitación, con el calor humano y con las conversaciones casuales.

viernes, 7 de julio de 2017

La casa junto al mar

   Cuando mi camiseta empezó a subir, los pequeños vellos de todo mi cuerpo se erigieron al instante. En el lugar no había un solo ruido, a excepción de las olas del mar que crujían contra las rocas a solo unos metros de la ventana, que ahora estaba cubierta por una cortina roja rudimentaria, hecha con una tela que se amarraba a un gancho en el techo. Estaba claro que aquella residencia no podía ser nadie más sino de un artista. El color azul de las paredes y el desorden eran otros indicios.

 Mi camiseta aterrizó en el suelo y se deslizó algunos milímetros por encima de los periódicos y demás papeles que había por todas partes. La habitación era la más grande de la casa y tenía varias ventanas, todas cubiertas a esa hora del día. Por un momento, mi mente salió del momento y se preguntó que pensarían las personas que pasaran por allí de una casa con ventanas cerradas a esa hora, en esa época del año. Pero no muchas personas caminaban por allí, a menos que dieran un paseo por la playa.

 Aún así, no verían mi cuerpo erguido sobre el suyo ni escucharían mis gemidos suaves que mi cuerpo exhalaba solo para él. Mi mente volvía a estar alineada con mi cuerpo y eso era lo que yo quería, sin lugar a dudas. Sabía lo que estaba haciendo, sabía en lo que me metía y quería estar allí. No había más dudas que resolver ni miedos que superar. Ya vendría eso después, si es que era necesario. En ese momento solo quería disfrutar de su tacto, que sentía recorrer mi cuerpo.

 Los cinturones cayeron al mismo tiempo al suelo, causando un pequeño escandalo que asustó al gato blanco que se paseaba por todas partes. En otro momento seguro me habría importado el pobre animal, pero no entonces. Sus largos dedos abrían mi pantalón y estaba sumergido en tal éxtasis que no supe en que momento el gato rompió un jarrón lleno de flores, que había estado allí desde la última vez que los propietarios habían visitado el lugar. No me importaba nada.

 Lo único que estaba en mi mente era acercarme a él y besarlo con toda mi energía. Quería que supiera que no había dudas en mi mente, que no me importaba nada más sino estar ahí. Habíamos flirteado por meses hasta que por fin habíamos tenido la valentía de actuar. La primera vez que lo hicimos fue después de una de sus clases, cuando él mismo me propuso como modelo para la asignatura que daba a los alumnos de la maestría. Yo acepté sin dudarlo. Me arrepentí luego al darme cuenta de que solo había aceptado por él pero nunca me retracté.

 El jueves siguiente estaba en su clase, en la tarde, en uno de esos salones donde hay una pequeña tarima y la gente se sienta alrededor. La luz entraba como cansado por el tragaluz. Yo me quité la bata sin mucha ceremonia e hice caso a sus instrucciones, a la vez que trataba de no mirarlo porque sabía que si lo hacía perdería toda intención de hacer lo que estaba haciendo por el arte y no por él. Al fin y al cabo, yo estaba totalmente desnudo ante él y de eso no había reversa.

 Amablemente, me quitó los pantalones. Sentí una ráfaga de calor por todo el cuerpo, tanto así que me sentí en llamas. No solo mis partes intimas sino todo mi cuerpo estaba ardiendo en deseo por él. Tal vez ayudó que el día se despejó y no hubo más nubes por dos días completos en la costa. Los bañistas apreciaron esta gentileza del clima, así como los pescadores. Y los amantes como nosotros también celebraron, con más besos y caricias y palabras amables y halagadoras.

 Seguí siendo su modelo hasta que, una tarde cuando me había ido a cambiar detrás de un biombo instalado solo para mí, se me acercó sigilosamente y tocó uno de mis hombros desnudos. Esa vez también me recorrió el cuerpo un escalofrío y más aún, cuando cerca de mi oído, pude escuchar su dulce voz pidiendo que lo dejara pintarme por un rato más. Y allí nos quedamos, un par de horas más. No hicimos el amor, ni nos tocamos ni nos besamos. Pero fue uno de los momentos más íntimos de mi vida.

 Y yo seguía siendo su alumno. Lo seguí siendo por lo que quedaba de ese semestre y lo seguí siendo el siguiente semestre, mi penúltimo en la universidad. Por mi estudio y otras responsabilidades, no pude seguir siendo su modelo, aunque yo lo deseaba. No nos vimos tan seguido ya, y creo que en eso se quedaría nuestra relación, si esa palabra es la correcta. Me sentí triste muchas noches, pensando en lo que podría haber sido y en lo que yo podría haber hecho.

 Sus manos rozaron mi cintura y, con cuidado, fueron bajando mi ropa interior hasta los muslos. En ese momento nos besábamos con locura y yo solo quería que ese momento durara para siempre. Creo que jamás voy a olvidar todos los sentimientos que recorrían mi cuerpo, desde la lujuria más intensa hasta algo que muchas veces he comparado con el amor. Los rayos de sol que atravesaban la cortina roja nos daba un color todavía más sensual y el sonido del agua contra las rocas era perfecto para lo que estaba sucediendo. Era mi sueño hecho realidad.

 Cuando empezó mi último semestre, me lo crucé en la recepción de la universidad. Era la primera vez que nos veíamos y creo que los dos nos detuvimos en el tiempo por un momento, como apreciando la apariencia del otro pero, a la vez, viendo mucho más allá. Cuando se me acercó, me dijo que ya casi seríamos colegas y ya no docente y estudiante. No sé si quiso decir lo que yo pensé con eso, pero no dejé de pensarlo y de revivir mis deseos más profundos.

 Así de simple, la relación volvió a cobrar el brillo que había perdido. De hecho, pasó a ser algo mucho más intenso. Como yo ya había cumplido con casi todo los requerimientos para graduarme, solo debía asistir a tres clases muy sencillas y eso era todo. Mi proyecto de grado estaba listo desde hacía meses, pues le había dedicado las vacaciones a hacer el grueso del trabajo. Así que estaba completamente disponible. Y él lo sabía porque al segundo día me invitó a tomar café.

 Los días siguientes bebimos mucho café, conversamos hasta altas horas de la noche y nos hicimos mucho más que docente y alumno, más aún que colegas. Me atrevo a decir que nos hicimos amigos de verdad, conociendo lo más personal de la vida del otro. Y fue entonces cuando surgió de la oscuridad un obstáculo que yo no había previsto. En el momento no reacción, tal vez porque estaba vestido de amigo, pero tengo que decir que lo pensé una y otra vez en los días siguientes.

 Pero bueno, eso no cambió nada. Seguimos tomando café y hablando de todo un poco. Me presentó a muchos de sus amigos artistas y un fin de semana me invitó a la casa de la playa. Esa fue la primera vez que la visité, sin imaginar que tan solo una semanas más tarde estaría en la habitación más grande, besando al hombre que se había convertido en una parte fundamental de mi vida. Caminamos por la playa esa primera vez y nos besamos también por primera vez. Un día feliz.

 Por mi cuerpo resbalaba el sudor. A veces cerraba los ojos para concentrarme en mi respiración, en hacer que el momento durara más, cada vez más. Cuando los abría, veía sus ojos hermosos mirándome. Y no solo había deseo allí sino un brillo especial.


 Estaba tan ocupado disfrutando el momento, que no oí la puerta del auto que acababa de aparcarse frente a la casa. Tampoco oí la risa de dos niños de los que no había sabido nada antes de ese día, ni la risa de su esposa inocente y tonta. La puerta se abrió, como sabíamos que pasaría alguna vez.

viernes, 7 de agosto de 2015

Gracias por el cambio

   Yo siempre había tenido llaves del apartamento. Nunca las había pedido sino que él me las había dado por si se necesitaba algo con urgencia o algo por el estilo. Habían sido útiles cuando me había pedido que le recogiera algunas de sus fotos o algo de comer para que no muriera de hambre en el estudio. Los fotógrafos parecían ser una especie aparte, dedicados pero descuidados al mismo tiempo. Yo la verdad prefería no tratar de entender todo lo que hacía porque, al fin y al cabo, me sienta contento de estar con alguien como él. Físicamente se veía como un modelo de revista y su personalidad era muy interesante, sabía mucho de la vida y del arte y con eso había caído rendido a sus pies. Era todo un partido y yo, tan simple como soy, me lo había quedado.

 Así que comprenderán mi sorpresa el día que decidí ir a su casa por unos folletos que se me habían olvidado. Se los había mostrado para ver que opinaba pero la conversación no pudo ser pues él me invitó a otro de sus cócteles en alguna galería de la ciudad y nunca tuve oportunidad de decir nada. Los necesitaba con urgencia y decidí pasar de camino a la oficina. Al fin y al cabo, lo más probable era que no estuviera pues me había dicho que trabajaría desde temprano. Así que yo, muy tranquilamente ingresé al edificio y subí al ascensor feliz, pensando en la relación tan perfecta que tenía y en lo mucho que me había recompensado la vida con ella. Me acerqué a la puerta y la abrí de golpe, ignorando lo que mis otros sentidos querían advertirme.

 Allí, no podían ser más de tres metros, estaba la persona que había amado por el último año. Pero no estaba solo o haciendo yoga, que según él le encantaba. Estaba desnudo por completo, teniendo relaciones sexuales con una mujer. Ella fue la primera que me vio y tengo que confesar que nunca he reaccionado más lentamente a algo. Ella se asustó y gritó que era un ladrón. Obviamente no tenía idea de nada, como yo. Él alcanzó a verme antes de que mis pies respondieran y me sacaran corriendo del lugar. Bajé por las escaleras y cuando me di cuenta estaba en el auto, saliendo del sótano del edificio. A veces existen esas lagunas y las agradezco pues no podría haberlo enfrentado.

 Cuando me llamaron del trabajo les dije que había perdido los folletos impresos y que los llevaría al día siguiente ya que me sentía algo mal del estomago. Con eso, nadie preguntó más nada. Yo regresé a mi casa y me quería morir. Lloré pero después me dio rabia y me lastimé a mi mismo pegándole puños a la pared y a mi cara. Tuve que curarme esa noche y sentir, de nuevo, como la sombra de todo lo que me había aterrado en la vida antes se volvía a cernir sobre mi. Pero algo cambió respecto a veces anteriores y fue que no dejé que ese dolor me consumiera. Decidí que las cosas debían cambiar y cambiaron.

 Él trató de buscarme para explicarme lo que había visto, como si yo no supiera como funciona el sexo entre un hombre y una mujer. Un día le contesté el teléfono y él me dijo que yo debía oírlo porque era lo correcto. Yo lo mandé a la mierda y le dije que nunca más se atreviera a llamarme. Claramente se sorprendió por mi reacción pues no dijo más nada y, menos mal, no supe más de él. Como cosa rara, días después por comentarios de la gente y recuerdos míos más claros, pude entender con que clase de imbécil había tenido una “relación”. Estaba enamorado de si mismo, creyéndose lo mejor de lo mejor. Parecía que le caía encima a cualquier cosa que se moviera y con eso pude entender que no me había perdido de nada y que el que había ganado era yo.

 Nadie nunca me preguntó por los golpes en mi cara y yo nunca se lo expliqué a nadie. No era algo de su incumbencia. Al y al cabo había sido un error porque si a alguien debí golpear era a él y no a mi. Porque odiarme a mi mismo cuando él había sido quien había hecho todo mal? Mi autoestima me había jugado una mala pasada pero decidí que eso se detendría. Era difícil pero no podía ser que me culpara y a mi aspecto de todo lo que sucediera. Si la decisión era entre estar bien conmigo mismo o tener novio, prefería lo primero toda la vida. Los hombres hay muchos y pocos valen la pena así que siempre será la primera la mejor opción.

 Algo que me relajó fue empezar a caminar por ahí, a veces tomando fotos. Es gracioso pero algo bueno había sacado de la toxicidad de la relación y era un aprecio por las imágenes. Claro que yo no hacía grandes producciones demasiado reforzadas sino que tomaba fotos de cosas que me gustaban en la calle. Algo así como postales personales. Hacerlo y caminar, me dieron un respiro, como si hubiera abierto una válvula de escape que dejara que todas mis preocupaciones y frustraciones salieran con tranquilidad y sin herir a nadie. En el trabajo parecía que me ayudaba también porque ahora siempre entregaba todo a tiempo y tenía así más tiempo de planear otras cosas para hacer que antes no había querido hacer o no había tenido el tiempo.

 Lo más destacable fue conocer a Freddy. Era un personaje la verdad y de esos que te hace pensar más de una vez. Lo conocí en un parque mientras tomaba fotos y empezamos a conversar. Fue allí cuando me di cuenta de que yo no era el mismo de antes pues jamás habría mirado a un hombre como él: musculoso, tatuado, rapado. No dudé en decir que sí a su solicitud de ir a su casa donde tuve el mejor sexo de mi vida. Nunca había sido así con el fotógrafo, con tanta pasión y sin nada de compromisos ridículos que frenaran nada. Freddy era divertido, gracioso, amable y hasta cariñoso. Y además era bueno en la cama. Lo mejor de todo, sin embargo, era que yo no sentía nada por él, excepto un aprecio enorme.

 Mi vida se fue renovando así, lentamente, sin yo hacer nada consciente pero teniendo por fin la varita para dirigir mi propia vida. Ya no tenía la cabeza llena de estupideces, de amores imposibles y sueños ridículos. La tenía llena de aventuras, de posibilidades y ganas de sentirme bien conmigo mismo. Hacía cosas que siempre había querido hacer como escalar o ir al zoológico. Por alguna razón siempre había pensado que eran actividades para hacer con otras personas pero no era así. Era divertido hacerlo solo. Obviamente a veces hubiese sido bonito compartir momentos con alguien pero para eso servían los amigos y mi nueva manera de ver las cosas me fue proporcionando muchos de esos.

 Daniela era una artista, más que nadie que hubiera conocido antes. Eso sí, ella no hacía cuadros ni esculturas sino tatuajes y eran incluso mejores que esos otros. La conocí cuando me tatué un símbolo personal en el brazo, hablamos mientras lo hacía y me di cuenta de lo interesante que era. Lo primero que hicimos juntos fue un asado donde conocí a su novio, su hermano y varios otros amigos. Eran personas diferentes a las que había conocido en mi vida pero eso me gustaba y su manera de ver el mundo, al fin y al cabo, no era tan distinta. Al cabo de unos meses podía considerarlos mis amigos y por fin tuve con quién compartir esos momentos que antes había disfrutado en solitario.

 Con Freddy seguimos teniendo sexo hasta que él tuvo que irse de viaje, pues le habían ofrecido un trabajo mucho mejor. Yo me alegré mucho por él y esa vez el sexo fue más romántico, si se puede decirlo así. Le hice un regalo y él me dijo que lo cuidaría siempre, pues muchos de los momentos que habíamos compartido habían sido de los mejores para él en los últimos meses. Debo decir que cuando me lo dijo, no lo creí. No creí que pudiera hacer impacto, como fuere, en la vida de alguien. Nunca pensé que alguien… Casi lo digo. Me sorprendió y me alegró el día. Fui a su fiesta de despedida donde conocí a su familia y amigos y me di cuenta de las dimensiones de la vida y porque vale la pena aprovecharla.

 Cuando por fin pude ver a mi familia, que vivía lejos, fue como un respiro para mi. Los extrañaba tanto y creo que no había caído en cuenta de ello. Eran la pieza que me faltaba para sentirme de verdad completo, de verdad curado de tantas cosas y no solo de la relación fallida con el fotógrafo. No le puedo echar la culpa pues mis problemas venían de antes y fue gracias a él, al fin y al cabo, que debo agradecerle mi nueva vida. Y eso fue lo que hice un día que estaba con Daniela en una galería y lo vi. Él tenía miedo, lo podía notar pero le sonreí, le agradecí y me despedí. No hice nada más y seguí mi vida, contento de haber hecho lo correcto.


 Lo que deparaba el futuro, no importaba. El futuro puede tener tanto de malo como de bueno. Pero el punto para mi fue hacerme un camino agradable hacia ese futuro en vez de amargarme la vida con nada, pensando en los demás y jamás en mi. Yo tuve que pensar en mi y no me arrepiento de haberlo hecho. Gracias a eso sufro menos, vivo más y tengo mayores posibilidades de ser alguien que me sorprenda cada día más. Y que mejor que eso?