jueves, 4 de febrero de 2016

Rubí

   Rubí subió al escenario y el público simplemente enloqueció. Era ya una estrella en el lugar y todos los que venían a ver el show de “drag queens” la venían a ver a ella. No solo era porque era simplemente la más graciosa de todas, con una fibra cómica tan sensible que cada persona se podía sentir identificada, sino que también su maquillaje y presencia hacía olvidar que se trataba de un hombre disfrazado de mujer. Solo la sombra de una barba rompía el encanto o tal vez hacía de Rubí un poco más atractiva a su público.

 Cuando terminó su presentación se reunió con el resto de chicas en los camerinos y bebieron algo a la salud de todos por otro gran espectáculo. La discoteca hacia poco había venido en declive y había decidido tratar de irse con un evento inolvidable y ese último evento fue un show igual al de aquella noche. Pero de eso ya habían pasado dos años, pues el espectáculo había sido un éxito y por eso dos días a la semana había show y todas las chicas aparecían con sus personajes o con nuevos, haciendo rutinas siempre distintas, siempre graciosas.

 Rubí se les había unido hacía solo seis meses y todas le tenían mucho respeto. Eso era porque de día Rubí no seguía con su personaje, como si lo hacían otras, sino que se transformaba en otro ser humano, un hombre llamado Miguel que no tenía nada que ver con esa persona que existía en el escenario. Y lo más particular de Miguel, al menos en ese contexto en el que se desarrollaba como artista, era que era heterosexual. Era algo muy particular pues incluso les había contado una noche a algunas de sus compañeras que tenía una hija pequeña y que antes de empezar a trabajar en la disco había estado casado.

 Eso era otro mundo para los demás. Le preguntaron como era, como lo manejaba, pero ni él ni ella hablaban nada del caso. De hecho, a él casi ni lo veían pues siempre salía cuando nadie lo veía, por la puerta de atrás del lugar. En cambio a ella era difícil perderla de vista, siempre con algún vestido en el que se veía despampanante y joyas que brillaban por toda la pista de baile. Él siempre se quedaba un poco más a beber algo, hablar con Toño el barman y ver a los chicos bailar y relacionarse.

 Ni Rubí ni Miguel juzgaban a nadie. Sentían que no tenían ni la autoridad ni el derecho de hacerlo. Obviamente siempre se le cruzaban cosas en la cabeza, pensaba que de hecho puede que fuera gay o que de pronto eso de vestirse de mujer no era algo que pudiese hacer para toda la vida. A veces se convencía a si mismo que era la última noche que lo haría. Pero entonces Rubí destruía ese pensamiento en el escenario, encendiéndolo con todo su sabor y entusiasmo. Simplemente no se podría alejar de aquello que le daba alas.

 Su ex sabía bien que Miguel se disfrazaba de Rubí. Él mismo había decidido contarle pues, cuando habían terminado, no habían quedado odiándose ni nada parecido. De hecho los dos se sentían culpables pues sabían que habían fallado pues nunca se habían molestado en conocerse, en hablar y en compartir como lo debería hacer una pareja de verdad. Así que cuando Miguel le contó lo que hacía, ella no reaccionó mal. De hecho lloró, pues se dio cuenta que en verdad nunca lo había conocido.

 A él ese momento le dio mucha lástima. No solo porque su pequeña hija vio a su madre llorar y pensó que él había sido el causante, sino porque la verdad Rubí era un personaje que Miguel había inventado porque se sentía más seguro siendo ella y estando en un escenario. Simplemente fue algo que descubrió pero no era algo que hubiese estado allí siempre. En su matrimonio lo pensó un par de veces, pero nunca con las ganas que lo hizo después del divorcio. Y tampoco quería hacer de ello su vida. Era un hobby que le daba dinero y alegría, una combinación perfecta.

 O casi perfecta, pues la gente siempre tiene problemas cuando los demás se comportan como quieren y ellos solo se comportan como la sociedad quiere que lo hagan. No era extraño que al bar se colaran idiotas que entraban solo a lanzar huevos al espectáculo o a gritar insultos hasta que los sacaran. Y como sabían bien que nadie haría nada pues ninguno quería ir a la cárcel y salir del anonimato de la noche, pues tenían todas las cartas necesarias para ganar.

 El peor momento fue cuando a Rubí se le ocurrió salir a fumar al callejón trasero de la discoteca, que en otros tiempos había sido una nave industrial. El caso es que estaba allí fumando, una mujer bastante alta con las piernas peludas y un vestido corto rojo y la peluca algo torcida. El calor de la discoteca y los tragos habían arruinado ya su disfraz y la noche no se iba a poner mejor.

 Ni siquiera supo de donde salieron pero el caso es que a mitad del cigarrillo vio cuatro tipos, todos con cara de camioneros desempleados o de payasos frustrados. O algo en medio. El caso es que con esas caras de muy pocos o ningún amigo se acercaron a Rubí y le quitaron el cigarrillo de la boca. Entonces uno le pegó un puño en el estomago. Ella trató de defender pero eran cuatro tipos borrachos y quién sabe que más contra un hombre en tacones. No había forma posible de que Rubí se pusiera de pie después del primer golpe.

 Fue gracias a Toño que sacaba una bolsa de basura, que los hombres huyeron, dejándolo adolorido en el suelo. Rubí pidió a Toño que no llamara a nadie, ni a una ambulancia ni a nadie de adentro. Solo quiso ayuda para levantarse y que le trajera sus cosas. Fue la primera y única que vez que tomó un taxi vestido de mujer y de paso fue la primera vez que entendió con que era que se enfrentaba al seguir con su personaje de Rubí. Podía ser que se liberase en el escenario, pero siempre habría gente como esos tipos y más aún en esa ciudad.

 Se bajó del taxi antes de su casa y se quitó la ropa en la oscuridad de un parque cercano. Le dolía todo y sin embargo rió pues pensó que sería muy gracioso que lo arrestaran por estar casi desnudo en un parque público, con ropa de hombre y de mujer a su alrededor. Esa hubiese sido la cereza del pastel. Pero no pasó nada. Llegó a su cama adolorido y se dejó caer allí, pensando que todo pasaría con una buena noche de sueño.

 Obviamente ese no fue el caso. Los golpes que le habían propinado habían sido dados con mucho odio, con rabia. Él de eso no entendía mucho porque era una persona demasiado tranquila, que solo lanzaría un golpe en situaciones extremas. Se echó cremas y tomó pastillas pero el dolor seguía y ocultarlo en su trabajo fue muy difícil. Era contador en una oficina inmobiliaria y debía caminar por unos y otros pisos y hasta eso le hacía doler todo el cuerpo. Más de una persona le preguntó si estaba bien y debió culpar a un dolor de estomago que no tenía.

 Al final de la semana tuvo que ir al medico y este se impactó al ver lo mal que avanzaban las heridas de Miguel. Lo reprendió por no haber venido antes, le inyectó algunas cosas, le puso nuevas pastillas y le recomendó no hacer ningún tipo de ejercicio ni actividades de mucho movimiento. Por una semana estuvo lejos del escenario y se dio cuenta de que casi muere pero por no poder ir a hacer reír a la gente, ir a hacerlos sentirse mejor, sobre todo a aquellos que iban allí a sentirse menos ocultos.

 Para él fue una tortura permanecer quieto, haciendo su trabajo desde casa. A veces miraba sus vestidos de Rubí y se imaginaba algunos chistes y nuevos movimientos que podría hacer. Y entonces se dio cuenta que ella jamás dejaría su vida, siempre estaría con él pues era siendo Rubí que se sentía de verdad completo, un hombre completo. Era extraño pensarlo así pero era la verdad. Rubí era como un amor que le enseñaba mucho más de lo que él jamás hubiese pensado.

 Cuando entendió esto, su manera de ser cambió un poco. La primera en notarlo fue su hija, que le dijo que se veía más feliz y que le gustaba verlo así de feliz. Con ella compartió todo un día y fue uno de los mejores de su vida. Solo los dos divirtiéndose y siendo ellos mismo, tanto que Rubí apareció en el algún momento.


 Por eso la noche de su regreso nadie lo dijo, pero la admiraban. Rubí era para todas las chicas y los chicos del espectáculo un ejemplo. Toño les había contado lo sucedido pero supieron fingir que no sabían nada. Pero solo ese suceso les hizo entender que estaba de verdad ante un artista, estaban de verdad ante alguien que iluminaba la vida de los demás a través de convertir la suya en algo, lo más cercano posible, a su ideal.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario